Una pregunta a formular es ¿cómo Dios se encuentra presente dentro de las realidades de los problemas humanos? Para responder se hace necesario discernir dentro de los fenómenos socioculturales urbanos, desde donde se pueda contemplar a Dios que habita en la ciudad. Las nuevas experiencias religiosas de la ciudad permiten encarnar la fe en formas modernas de cultura, es necesario tener cuidado de no pretender una ciudad como la de Babel, que quiere construir un proyecto de comunidad sin Dios.
Para ello necesitamos renovar la capacidad contemplativa de la fe, para ver el rostro de Dios en la ciudad. Es la fe quien nos ayudará a interpretar las imágenes y escuchar las voces que hacen presente a Dios. Es necesario observar las cotidianas experiencias de la gente, sus sueños, inquietudes, expectativas y preocupaciones. Cada ocasión cotidiana será un momento para anunciar de modo discreto, desde un respetuoso diálogo entre fe y cultura, lo que el Señor quiere dar a conocer, con una sensible espiritualidad.
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Escuchar la voz de Dios que resuena en cada conciencia desde esta ambigüedad, bien-mal, justicia-injusticia, esperanza-angustia, debe llevar a discernir los signos de vida y muerte que se entrecruzan entre nosotros. Ellos realizan y expresan la presencia o ausencia de la presencia de Cristo en la vida de cada persona. Cristo es la clave para hacer una verdadera lectura de los signos históricos y urbanos.
El hombre no puede vivir sin Dios y lo sagrado, por ello evangelizar en las ciudades requiere una vuelta al sagrado. El deseo de Dios se hará intenso en la medida que haya propuestas religiosas auténticas, donde se presente las insondables riquezas que posee la experiencia personal con Jesucristo y la enseñanza y acompañamiento de la Iglesia en los procesos de vida.
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La pastoral urbana debe recrear el lenguaje simbólico y ritual de la fe. La persona humana tiene en sus códigos una estructura sacramental que se manifiesta en símbolos, gestos y ritos que forman parte de su lenguaje. La palabra “sacramental” tiene un contenido semántico mínimo que se ubica en el género del signo, según lo indica Santo Tomás de Aquino en su «Summa Teológica».
Los hechos de la vida son signos que expresan, por presencia o ausencia, sentidos y valores con los cuales el hombre se realiza a sí mismo, hasta alcanzar un nivel verdadero y plenamente humano (Cfr. GS 53). Un signo es un puente entre lo visible e invisible que lleva a una interpretación. Los ritos son acciones simbólicas que hablan por sí mismas, desde un lenguaje espontáneo y original de la religión.
Pbro. Jhony Zambrano