Reflexión desde la lucha de cada ser humano en el desierto de su historia, iluminado por las bienaventuranzas, el ayuno, la oración y la limosna.
Pbro. Jhonny Alberto Zambrano Montoya
La cuaresma en un tiempo y espacio para el encuentro; con Dios, con quienes hacemos vida y con nuestra propia realidad e historia. Al participar en un retiro cuaresmal con el sacerdote José María Olaizola, sj; me impactó algunas ideas sobre este tiempo, que no tienen nada de novedosas, podríamos decir, ya que forman parte de la doctrina cristiana, pero que logró actualizarlas, y que con gusto deseo compartirles.
Ante la tiranía contemporánea de la inmediatez en que nos sumergirnos, de querer todo para ya; es necesario TRES ACTITUDES que ayuden a salir de esta cultura que nos absorbe: frenar, silenciar y desconectar. Ante tanto aceleramiento es necesario serenarse en el presente que vivimos para ver con claridad a donde queremos ir. Para esto es necesario el silencio, que nos ayuda a descartar tanto ruido de palabras seductoras, agresivas, denigrantes que nos alejan de la autentica PALABRA. Si lo logramos podremos entrar en conciencia y desconectarnos de tantas cosas y centrarnos en aquellas que mas necesitamos. Estas tres acciones podemos vivirlas desde la soledad y la comunidad, dos caras de una misma moneda, donde la oración personal nos permite tener que ofrecer a quienes hacen vida con nosotros, viviendo la cuaresma como un tiempo de encuentro, de soledad compartida.
Teniendo estas tres actitudes entramos en el primer momento. La sagrada Escritura nos presenta un escenario magnifico: El DESIERTO. “Entonces Jesús, movido por el Espíritu, se retiró al desierto para ser tentado por el Diablo. Guardó un ayuno de cuarenta días con sus noches…” (Cfr. Mt. 4, 1-11). El desierto es el lugar de tentación, de aridez, de mucho espacio y pocos obstáculos. Un lugar de crecimiento, de allí no salgo igual pues me fortalezco, cambio el matiz de mi situación, con la convicción de pequeños cambios que me hacen consciente de que debo ir mejorando, desprendiéndome de lo que sobra en mi vida. Un lugar de larga travesía, que indicado con el número 40, tiene una duración según la travesía, ritmo y fe de cada uno. Un lugar de aridez, donde puede faltar el agua con un apremiante calor, que vivimos desde la prueba, el conflicto, la enfermedad, la depresión, allí comprendo y diferencio lo accesorio de lo importante.
En un segundo momento, tenemos la LUCHA FRENTE A LA TENTACION. La tentación es una dimensión de la vida, es aquello que nos confunde, nos engaña, es una promesa envenenada que guarda detrás la destrucción, presentada como un tesoro que luego te encadena y oprime. Aquí, Olaizola nos presenta una muy bonita experiencia sinóptica, partiendo de las tentaciones y discerniendo desde las bienaventuranzas (Cfr. Mt. 5, 1-12).
“Los pobres buscan la tentación de la riqueza, los que lloran la tentación del bienestar, los mansos la tentación de la violencia, los que tienen hambre y sed de justicia la tentación de la distancia, los misericordiosos la tentación del juicio, los limpios de corazón la tentación del corazón de piedra, los que trabajan por la paz la tentación de la discordia, los perseguidos por causa del bien, la tentación de la vida sin moral, los perseguidos por mi causa, la tentación del anonimato”.
Recorrer las bienaventuranzas nos permite contemplar las tentaciones contemporáneas a las que estamos expuestos, nos hace pensar en todo aquello que buscamos apropiarnos y acumular “lo mío y lo mucho”, aquí la lógica de la acumulación nos hace insatisfechos, sin valorar lo que tenemos, nos lleva a competir mas que a compartir, dejamos de agradecer y nos encerramos en una prisión.
Muchas veces preferimos reír mas que llorar, y es normal, pero hay dimensiones de la vida donde vale la pena llorar, allí se hace patenten nuestra vulnerabilidad y eso no nos debe avergonzar, forma parte también de nuestra humanidad.
El ser manso, calmado nos ayuda a vencer la tentación de la violencia, el insulto, el ataque, que nos puede llevar a querer ser una autoridad moral con capacidad de juzgar a los demás, contribuyendo a una sociedad mas violenta física y verbalmente.
El distanciarnos del hambre y sed de tantos en medio de la injusticia social, nos tienta a pensar que en este mundo no hay quien lo cambie, nos envuelven derrotismos. Es necesario accionar desde la generosidad y fraternidad que san Pablo VI llamó caridad social.
Vivir desde la misericordia aleja la dureza del juicio implacable y lleva por caminos de perdón sanador. Buscar la paz es buscar ser puente en medio de los conflictos que tenemos en nuestros entornos y ayudar a resolverlos desde el entendimiento mutuo.
El sentirnos perseguidos por una cultura movida por el relativismo moral donde cada uno valora según lo que le parece, o el reduccionismo moral limitándolo solo a lo sexual, dejando de lado la justicia social, hace necesario la búsqueda de limites, la tentación no sabe de ellos, no podemos caer en el anonimato, de una fe privada donde nos avergüence ser cristiano y manifestar nuestros principios.
Para un tercer momento, el mensaje del papa Francisco para la cuaresma 2021, nos presenta TRES GRANDES HERRAMIENTAS PARA VIVIR ESTE TIEMPO: “El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante”.
El ayuno, nos permite no dar por sentado lo que tenemos, sino reconocerlo como don. Nos hace conscientes de lo que nos privamos, no solo visto como una obligación sino como un adherirse a las necesidades de los demás. Nos ayuda a educar el deseo, siendo capaz de no dejarme estimular por caprichos, sino moverme por autenticas necesidades.
La oración tiene infinidad de caminos, que cada uno buscar recorrer según su propia historia de encuentro con el Señor. Tres preguntas deben acompañar siempre este peregrinar de dialogo con Dios ¿Quién eres Señor? ¿Qué quieres? ¿Quién soy yo? Nos ayudará a conocerle con profundidad y discernir su voluntad, permitiéndonos conocernos aún más.
La limosna es tender un puente para un encuentro, donde no importa la cantidad sino la cualidad con que se dona (dinero, tiempo, talentos, escucha). Donde existe la gratuidad, abriendo nuestra propia vida y dejándola abierta, movidos por ver a Dios en el necesitado. Es vivir la fraternidad, ver en el otro una persona que necesita mi respeto y mi cercania, alejando la tentación de la despersonalización.
Por tanto, es un camino apasionante vivir la cuaresma con esta profundidad, como un camino de lucha, de conversión, de aprendizaje, desde nuestro propio desierto y lucha contra la tentación, donde la escuela del ayuno, nos permite profundizar en la relación fecunda de la oración, para llegar a la gratuidad plena desde la limosna. Buena cuaresma.
