El Catecismo de la Iglesia católica explica en el numeral 1030: “Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo”.
Es así como luego de la solemnidad de los santos, la Iglesia dedica un día a orar especialmente por los fieles difuntos, cuyas almas se hallan en el purgatorio. La instauración de esta memoria el día dos de noviembre data del año 998 por iniciativa de San Odilón de Cluny. Más tarde, en el siglo XIII fue adoptada por Roma.
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La necesidad y el sentido de orar por los difuntos se describe en la Sagrada Escritura en el Antiguo Testamento, segundo libro de los Macabeos: «Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados» (2Mac. 12, 46).
El presbítero Neiver Rojas, vicario de la parroquia Santísimo Salvador, explica que en esta solemnidad la Iglesia recuerda la esperanza de la fe cristiana, que es el paso hacia la vida eterna.
“Sabemos y confiamos en alcanzar la vida eterna por la misericordia de Dios. En el día de los fieles difuntos se nos invita a orar por aquellos que, por alguna falta o alguna mancha que hayan tenido en esta vida, sean purificados y puedan alcanzar la salvación”.
El padre Rojas mencionó que la Iglesia está conformada por lo que se llama la Iglesia Peregrina (el mundo), la Iglesia Triunfante (las almas que ya se encuentran en el cielo) y la Iglesia Purgante (las almas que esperan la purificación).
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“Nosotros como Iglesia Peregrina, oramos por aquellos que han partido la eternidad, que no sabemos si están en esa Iglesia Purgante o están en la Iglesia Triunfante. Entonces oramos para que puedan alcanzar prontamente la salvación eterna”.
Eucaristía
Aunque no es un día de precepto, la participación en la eucaristía el día de los difuntos y la oración por el descanso eterno de los seres queridos, es una enseñanza de la Iglesia. También aconseja las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los quienes ya han partido:
“Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? […] No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos” (San Juan Crisóstomo, In epistulam I ad Corinthios homilia 41, 5)”. (Citado en el Catecismo, numeral 1032).
Tradiciones
En general es tradición que el día de los difuntos, se visiten los cementerios y se coloquen flores en las tumbas de los familiares y bienhechores.
En América Latina, especialmente en México, se celebra el Día de Muertos, que consiste en la preparación de altares con fotografías, objetos y las comidas preferidas de los familiares fallecidos. Se cree que esos días los difuntos regresan de visita por ello se les prepara ese homenaje. En el año 2009, la UNESCO reconoció esta manifestación como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Ana Leticia Zambrano