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Dios nos defiende de la mundanidad espiritual que corrompe a la Iglesia

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El Santo Padre presidió la Misa matutina en la capilla de la Casa Santa Marta este el sábado de la V semana de Pascua. En su introducción Francisco dirigió su pensamiento a quienes realizan los servicios de sepultura de los muertos:

“Hoy rezamos por las personas que se ocupan de enterrar a los muertos durante esta pandemia. Sepultar a los difuntos es una de las obras de misericordia y, naturalmente, no es algo agradable. Oremos por ellos que también arriesgan sus vidas y corren el peligro de contagiarse”

En su homilía, el Papa comentó el Evangelio propuesto por la liturgia del día (Jn 15, 18-21) en el que Jesús dice a sus discípulos: “Si el mundo los aborrece, sepan que a mí me ha aborrecido antes que a ustedes. Si fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque en cambio no son del mundo, pero yo los elegí del mundo, por eso el mundo los aborrece”.

Jesús – dijo Francisco – muchas veces habla del mundo, habla del odio contra Él y sus discípulos y reza al Padre para que no se lleve a los discípulos del mundo sino para que los defienda del espíritu del mundo.

El Papa se preguntó: «¿Cuál es el espíritu del mundo? ¿Qué es esta mundanidad, capaz de odiar, de destruir a Jesús y a sus discípulos, es más de corromperlos y de corromper a la Iglesia?». «Es una propuesta de vida, la mundanidad», «es una cultura, es una cultura de lo efímero, una cultura de la apariencia, del maquillaje, una cultura ‘del hoy sí, mañana no, mañana sí y hoy no’. Tiene valores superficiales. Una cultura que no conoce la fidelidad, porque cambia según las circunstancias, y lo negocia todo. Esta es la cultura mundana, la cultura de la mundanidad». Y Jesús reza «para que el Padre nos defienda de esta cultura de la mundanidad. Es una cultura de lo descartable», según la conveniencia. «Es una cultura sin fidelidad» y también es «un modo de vivir de muchos que dicen ser cristianos. Son cristianos pero son mundanos».

«Jesús, en la Parábola de la semilla que cae en la tierra, dice que las preocupaciones del mundo», o sea la mundanidad, sofocan la Palabra de Dios, y no la dejan crecer. Francisco citó un libro del Padre de Lubac en el que se refiere a la mundanidad espiritual, afirmando «que es el peor de los males que le puede suceder a la Iglesia; y no exagera» describiendo «algunos males que son terribles». La mundanidad espiritual «es una hermenéutica de vida, es una modo de vivir; es también una forma de vivir el cristianismo. Y para sobrevivir ante la predicación del Evangelio, odia y mata». El Papa habló de los mártires, asesinados por odio contra la fe, si bien no son la mayoría. La mayoría son asesinados por la mundanidad que odia la fe.

La mundanalidad – observó Francisco – no es superficial, sino que tiene «raíces profundas» y es «camaleónica, cambia», según las circunstancias, pero la sustancia es la misma: una propuesta de vida que entra en todas partes, incluso en la Iglesia. La mundanidad, la hermenéutica mundana, el maquillaje, todo está hecho para ser así».

El Santo Padre recordó asimismo el discurso de Pablo en el Areópago de Atenas, cuando llama la atención al hablar del «dios desconocido» y comienza a predicar el Evangelio: «Pero cuando llegó a la cruz y a la resurrección se escandalizaron y se fueron. Hay una cosa que la mundanidad no tolera: el escándalo de la Cruz. No lo tolera. Y la única medicina contra el espíritu mundano es Cristo que murió y resucitó por nosotros, escándalo y locura».

El Apóstol Juan dice que «la victoria contra el mundo es nuestra fe». La única victoria es la fe en Jesucristo, muerto y resucitado. Y esto no significa ser fanáticos», dejar de dialogar con todas las personas, sino saber que la victoria contra el espíritu mundano es nuestra fe, el escándalo de la Cruz.

«Pidamos al Espíritu Santo» – fue la oración conclusiva del Papa Francisco – en estos últimos días del tiempo pascual, «la gracia de discernir lo que es mundano de lo que es del Evangelio y no dejarnos engañar, porque el mundo nos odia, el mundo odió a Jesús y Jesús rezó para que el Padre nos defendiera del espíritu del mundo».

Invitación del Papa a hacer la Comunión espiritual:

Jesús mío, creo que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo por encima de todas las cosas y te deseo en mi alma. Ya que ahora no puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno totalmente a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti.

El Papa Francisco concluyó la celebración con la adoración y la bendición eucarística. Y antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antífona mariana «Regina caeli» de este tiempo pascual:

Regína caeli laetáre, allelúia.

Quia quem merúisti portáre, allelúia.

Resurréxit, sicut dixit, allelúia.

Ora pro nobis Deum, allelúia.

“Reina del Cielo, alégrate, aleluya. Cristo, a quien llevaste en tu seno, aleluya, ha resucitado, como lo había prometido, aleluya. Ora por nosotros al Señor, aleluya”

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