La tradición de la cestería es un punto de inflexión en las tradiciones tachirenses, los años transcurren y el paso de generación en generación de un arte centenario lucha por no desaparecer, cada cesta, cada sombrero, cada elemento que se produce con los insumos dispuestos por la naturaleza en extensiones de terreno colmados de neblina y un trinar de pájaros se concentran en el corredor turístico de El Abejal, una zona ubicada a 15 minutos de San Cristóbal y referencia nacional e internacional para propios y foráneos.
Un recorrido de casi 1.5 kilómetros que se inicia desde el puente Las Gurapas y culmina en el punto de control de la Guardia Nacional en Copa de Oro, el corredor turístico de El Abejal, en el municipio Guásimos, es la muestra palpable de la tenacidad para mantenerse en pie de una tradición de más de 100 años que se erige en la fabricación de cestería con el uso del bejuco y la caña brava.
Lee también. Mayo con María, arte y fe en los Jardines Vaticanos
En sus inicios un aproximado de 150 puestos deleitaban a los turistas como fuente indiscutible del desarrollo económico local, hoy día el número no llega a 12, sin embargo, quienes aún quedan decidieron apostar por un renacer que los motiva día a día a trabajar para llevar el sustento a sus hogares.
Frank Vivas, artesano de cuarta generación sostiene que decidió “guapear” junto a su esposa para no tener que cerrar el negocio que ha atendido durante décadas, pese a la incertidumbre y a las fluctuaciones económicas se niega a perder el legado familiar que ha llevado comida a la mesa de su hogar.
“Esta tradición que ha ido pasando de generación en generación se está acabando porque la que viene de relevo no quiere dedicarse a este oficio, prefieren hacer otras actividades que les den más ingresos y que no tenga nada que ver con la artesanía”, expresó.
Cuenta que, por años, a lo largo y ancho de la vía, había negocios que estaban abarrotados de productos que eran pretendidos por aquellos que usaban la vía para entrar o salir del estado.
Lee también. Entregan donativo en el Hospital Central de San Cristóbal
Era un beneficio no solo para los dueños de locales sino también para los comerciantes ver el corredor como un potencial punto de comercio, quienes no dudaban en instalarse para oferta a través de la intermediación con los productores originarios emprendimientos del mismo rubro.
“Los que no trabajaban la artesanía, empezaron a comprarla otros artesanos, para ellos colocar en frente de su casa y montar su negocio (…) pero eso se fue acabando y prueba de ello es que 2023, somos pocos los que quedamos”, aclaró.
A pesar de esto, no se ve limitado a trabajar, por el contrario, ve una oportunidad de continuar manteniéndose en este oficio que no todos quieren, pero que le da una satisfacción al sentirlo como un regalo que ha trascendido en su familia dejando esa huella que emprendió su bisabuelo.
Ventas
Reconoció que las ventas han mermado, aun así, procura tener productos atractivos a las personas, o si alguien quiere algo específico, toma el pedido y en el menor tiempo posible lo termina a fin de dejar sus clientes satisfechos.
Cestas para cubiertos, gallinas para guardar huevos, bandejas para desayunos sorpresas son parte de los artículos más solicitados que pueden oscilar entre 2 mil pesos (Bs. 12) y 20 mil pesos colombianos (Bs. 121).
Tenía la esperanza que luego de la apertura total de la frontera colombo-venezolana el paso de vehículos desde el departamento de Norte de Santander, en Colombia hacia la región, traería más turistas, sin embargo, esto no se evidencia, ante la poca presencia de turistas colombianos a lo largo del corredor turístico.
“Es poco la afluencia por esta zona, en su mayoría lo que buscan los visitantes es llegar a sitios más turísticos como, San Pedro del Río o Peribeca”, señaló.
Crisis
Años atrás, los artesanos contaban con un convenio con el cual no pagaban algunos impuestos, sin embargo, la alcaldía de Guásimos (Palmira) emitió una ordenanza que los obligaba a pagar como cualquier tipo de negocio, esto provocó que muchos artesanos cerraran sus puertas y se dedicaran a otras actividades ligadas a la construcción, gastronomía y panadería.
La artesana, Liseth Torres señaló que esto solo fue el comienzo de la crisis para este gremio, pues sumado a la falta de poder adquisitivo poco a poco las ventas fueron disminuyendo, ya que las personas no veían este producto como de primera necesidad.
“Algunas veces abrimos y no vendemos nada, como otras veces nos va bien y agradecemos por eso, esa es la razón por la cual decidimos quedarnos y sobrevivir en medio de toda esta situación, ya que nos negamos a perder esta tradición tan bonita”, apuntó.
Recordó que años atrás, desde Colombia llegaban ciudadanos para hacer compras, también se realizaban exposiciones binacionales, donde cada artesano exponía sus mejores productos con mucho orgullo, sin embargo, esto se diluyó y son dos décadas en que el intercambio cultural y productivo no se realiza en la zona.
“Si bien la migración de venezolanos hizo que mermara aún más la cestería, vale acotar que por razones de índole personal aquellos que se fueron y retornaron optaron por no dedicarse a este oficio”, señaló.
Comentó que muchos aprendieron hacer cosas fuera del país y llegaron al Táchira para desempañarlas, tal es el caso de la gastronomía, y otros oficios.
“Esto es un arte, y nos preocupa que se vaya acabar porque no hay quien la realice (…) lastimosamente quienes comenzaron con esto ya fallecieron y ahora somos pocos los que quedamos con esto”, apuntó.
Insumos
En cuanto a la materia prima, el artesano Rafael Pérez explicó que años atrás se buscaba en las riberas de los ríos, y otra era importada desde Chile y Colombia, tal es el caso del ratán, y mimbre, no obstante, los altos costos de este material trajeron consigo que se tuviera que trabajar con el material nacional.
“Antes venían hasta 12 camiones llenos con todos los insumos, pero hoy día, si acaso dos son los que llegan, ya que los costos de trámite, traslados aumentan el precio y automáticamente esto debe verse reflejado en el producto”, indicó.
Recordó que en La Fría (municipio García de Hevia) se extrae la caña brava, y de cualquier río el cañuto, pero esto representa un riesgo para el traslado, debido a las restricciones del ministerio del ambiente que reconoció las fuentes de recolección de insumos como zonas protegidas.
“Hoy día hay muchas restricciones por parte del Ministerio del Poder Popular para el Ambiente en cuanto a la tala, lo cual restringe aún más la fabricación de la artesanía en esta localidad”, acotó.
Aniquilada
Mary Vivas de Torres, es otra artesana del corredor turístico. Mencionó que la artesanía de El Abejal es incomparable, y está bendecida por Dios, al dar esta riqueza a sus habitantes.
Como habitante de esta comunidad lamentó el poco apoyo gubernamental que han tenido, pues las autoridades deben ejecutar un proyecto que permita un reimpulso de esta actividad económica.
“Lo que antes era una actividad muy llamativa ahora se encuentra aniquilada, lo que me da mucha tristeza porque trabajé 23 años en la Plaza Miranda y 2 años en el sector de La Ermita, en la ciudad de San Cristóbal, en medio de la Feria Internacional de San Sebastián, allí muchas personas compraban nuestros productos y se veía la alegría de ello”, apuntó.
Espera que algún organismo público hiciera una campaña para dar a conocer el paraje turístico, donde aún quedan artesanos que se niegan a dejar morir el oficio que con constancia y dedicación aprendieron de sus propios familiares.
Cada 22 de mayo se celebra el día del Artesano, una fecha que está quedando en el olvido, y con ella un oficio que identifica la idiosincrasia regional, el legado se está perdiendo antes las miradas indiferentes de autoridades y de todos lo que nacieron en esta tierra de luchadores reconocida por la historia de Venezuela.
Maryerlin Villanueva