Pbro. Jhonny Alberto Zambrano Montoya
Inicio este artículo con una interrogante: ¿CUÁL ES EL PUNTO DE PARTIDA PARA QUE SE DÉ UN DIÁLOGO ENTRE LA IGLESIA Y LA SOCIEDAD? El diálogo que se propone, es un diálogo eminentemente salvífico, que parte de la iniciativa de Dios. El diálogo nace de un acto de amor entre Dios y su pueblo.
Este diálogo presenta elementos distintivos y característicos del diálogo entre la Iglesia y el mundo. No se limita a los méritos de los interlocutores, no es dirigido por cálculos que buscan resultados, por el contrario, Jesús expresa que nace de ver la necesidad del hombre: «No necesitan médico los que están sanos» (Lc 5, 31). Pablo VI indica que el diálogo debe darse sin cálculos, con amplitud de ver en el otro, no sus límites sino el deseo de buscar la comunión.
Un elemento muy importante, que ayuda a esta relación Iglesia-Sociedad desde el principio de comunión, es que la caridad expresada en forma de diálogo, está marcada por la inclusión que busca alejar la discriminación (Cfr. Col 3, 11). Es necesario en el diálogo no rechazar las opiniones que nos pueden parecer contrarias a nuestro parecer, y mucho menos a las personas que tienen diferente modo de pensar y vivir los contextos sociopolíticos.
Ahora, ¿CUÁL ES LA PEDAGOGÍA PARA QUE ESE DIÁLOGO SE HAGA POSIBLE? La caridad hace del diálogo, una respuesta generosa a la propuesta requerida desde el amor. Que a la vez se convierte en una responsabilidad de elección, acogerlo o rechazarlo (Cfr. Mt 11-13). El diálogo verdadero no hace excepción de personas, es necesario reconocer los grados de desarrollo sucesivo por medio de la maduración psicológica e histórica de las personas y circunstancias, donde Dios actúa y es eficaz.
Es un trabajo continuo donde no podemos disminuir fuerzas, sino valorar cada lugar y tiempo para buscar transformar el mundo en sus realidades terrenas, una de ella la política, desde la caridad hecha diálogo. Caridad supone entendimiento y comprensión entre los hombres. No hay diálogo con Dios sino hay caridad, y, del mismo modo, la caridad es la disposición previa para dialogar con el género humano.
Pablo VI ofrece la pauta para la dialéctica que han de tener los pueblos con los pueblos: excluir la condenación apriorística, la polémica ofensiva y habitual, la vanidad de la conversación inútil. Es colocar al otro, en plena comunión de sentimientos y de convicciones (Cfr. ES 37).
¿DESDE QUÉ LÍNEA SAN PABLO VI PRESENTA EL CLIMA DIALOGAL? El diálogo se da sinceramente en un ambiente de amigos, donde conociéndose brota la naturalidad y la claridad en lo que se dice y con la intención que se hace. San Pablo VI estaba claro en querer buscar un diálogo desde esta perspectiva, como el diálogo de amistad que podemos tener con el Señor.
Una característica que es propia de la amistad es la aceptación, amar al otro desde sus defectos y virtudes. Por ello, la Iglesia podría caer en la tentación de buscar un diálogo solo ad intra, con quienes tiene más cosas en común, apartándose de la sociedad y de todos los males que ella pueda padecer.
Sin embargo, san Pablo VI marca una nueva línea de acercamiento a la sociedad en el diálogo, el cual no puede ser uniforme, sino que su novedad estará en encarnarse en las circunstancias reales del interlocutor, viéndolo como un amigo, dando dignidad al diálogo y logrando que los frutos que nazcan, enriquezcan a ambas partes, logrando el deseo de servir a la humanidad y hacer de cada momento y persona un lugar donde Dios muestre su salvación.
«Hace falta, aun antes de hablar, escuchar la voz, más aún, el corazón del hombre, comprenderlo y respetarlo en la medida de lo posible y, cuando lo merece, secundarlo […] El clima del diálogo es la amistad. Más todavía: el servicio» (ES 39).
Este clima de amistad que origina el diálogo, ayuda a entablar y desarrollar en las relaciones sociales y políticas, el propósito de corrección, estima, bondad que originará la exclusión de la polémica, la ofensa y conversaciones vanidosas que no producen fruto.
Es también claro, recalca san Pablo VI, tener la delicadeza de tener paciencia y espera a la conversión del interlocutor, como una forma de respetar su dignidad y su libertad, lo importante estará en la intención que busque el diálogo, que debe llevar siempre a una comunión plena de sentimientos y convicciones en la vida humana.
En este clima de amistad, se hace posible tener propósitos comunes, que ayuden a unir esfuerzos, capacidades, talentos, virtudes, y deseos, para planificar objetivos y realizarlos con una mirada de bien común, ya que la metodología del amor ayudará a no buscar el bien personal, sino que el diálogo hecho amistad, formará comunidad de amigos con objetivos en bien de la sociedad desde las diferentes responsabilidades, una de ellas la acción política de un país.