Esta mañana el Papa Francisco ha pronunciado su vigésimo séptima Catequesis sobre el tema de la oración, reflexionado, concretamente, sobre “la oración en comunión con María”. El Papa ha explicado que el camino principal de la oración cristiana es la humanidad de Jesús y “Él es el Mediador por excelencia”, “el puente que atravesamos para dirigirnos al Padre”. De hecho – dice – “cada oración que elevamos a Dios es por Cristo, con Cristo y en Cristo y se realiza gracias a su intercesión”. Por su parte, el Espíritu Santo “extiende la mediación de Cristo a todo tiempo y todo lugar”. Es aquí, de la única mediación de Cristo que toman sentido y valor las otras referencias que el cristianismo encuentra para su oración y su devoción y donde se sitúa en primer lugar – subraya el Papa – “a la Virgen María”.
María y su lugar privilegiado en la oración
Hoy el Santo Padre ha centrado toda su Catequesis en la Madre de Jesús. “Ella – ha expresado – ocupa en la vida y, por tanto, también en la oración del cristiano un lugar privilegiado”. Tal es así, que en la iconografía cristiana “su presencia está en todas partes, y a veces con gran protagonismo, pero siempre en relación al Hijo y en función de Él” asegura Francisco. Pero también las Iglesias de Oriente la han representado siempre, “a menudo como la Odigitria, aquella que “indica el camino”, es decir el Hijo Jesucristo”. “Sus manos, sus ojos, su actitud son un “catecismo” viviente y siempre apuntan al fundamento, el centro: Jesús”. “María está totalmente dirigida a Él – señala el Papa – hasta tal punto, que podemos decir que es más discípula que Madre. Esa señalización, en las bodas de Caná: «Él: haced lo que os diga». Siempre señala a Cristo. Es la primera discípula”.
El rol de la Virgen María
María se caracteriza por ser “humilde sierva del Señor” dice el Papa, de hecho, “este es el rol que ha ocupado durante toda su vida terrena y que conserva para siempre”. Después explica que, a un cierto punto, en los Evangelios, “ella parece casi desaparecer; pero vuelve en los momentos cruciales, como en Caná, cuando el Hijo, gracias a su intervención atenta, realizó la primera “señal” y después en el Gólgota, a los pies de la cruz”. Jesús extendió la maternidad de María a toda la Iglesia cuando se la encomendó al discípulo amado, poco antes de morir en la cruz: “Desde ese momento – asegura Francisco – todos nosotros estamos colocados bajo su manto, como se ve en ciertos frescos y cuadros medievales”.
Además, también se ve en la primera antífona latina – sub tuum praesidium confugimus, sancta Dei Genitrix: Nuestra Señora que cubre, como Madre, a quien Jesús nos ha confiado, a todos nosotros; “pero como Madre, no como diosa” puntualiza el Papa. En este sentido, explica que, si bien es cierto que la piedad cristiana le da siempre títulos hermosos, como un hijo a su madre, tenemos que tener cuidado: “las cosas que la Iglesia y los santos le dicen a María, las cosas bonitas, no quitan nada a la unicidad redentora de Cristo”. “Él es el único Redentor” recuerda y se trata de “expresiones de amor como un hijo a su madre, a veces exageradas”.
La súplica a María
Cuando rezamos a María, usamos algunas expresiones presenten en los Evangelios, dice el Pontífice: “llena de gracia” y “bendita entre las mujeres” y en la oración del Ave María pronto llegaría el título “Theotokos” (Madre de Dios), “ratificado por el Concilio de Éfeso”. Además, análogamente y como sucede en el Padre Nuestro, “después de la alabanza añadimos la súplica: pedimos a la Madre que ruegue por nosotros pecadores, para que interceda con su ternura, “ahora y en la hora de nuestra muerte”” recuerda el Papa, y ahora, en las situaciones concretas de la vida, y en el momento final, “para que nos acompañe en el paso a la vida eterna como Madre, como primera discípula”.
La presencia de María en nuestra vida
“María está siempre presente en la cabecera de sus hijos que dejan este mundo” continúa Francisco: también ha estado presente en los días de pandemia, cerca de las personas que lamentablemente han concluido su camino terreno en una condición de aislamiento, sin el consuelo de la cercanía de sus seres queridos: “María está siempre allí, a nuestro lado, con su ternura materna”.
María: Mujer del “sí”
Por ultimo, el Papa recuerda que las oraciones dirigidas a ella no son vanas y Ella las escucha como Madre: “Mujer del “sí”, que ha acogido con prontitud la invitación del Ángel, responde también a nuestras súplicas, escucha nuestras voces, también las que permanecen cerradas en el corazón, que no tienen la fuerza de salir pero que Dios conoce mejor que nosotros mismos”.
Además, como y más que toda buena madre, “María nos defiende en los peligros, se preocupa por nosotros, también cuando nosotros estamos atrapados por nuestras cosas y perdemos el sentido del camino, y ponemos en peligro no solo nuestra salud sino nuestra salvación” subraya, pues, “María está allí, rezando por nosotros, rezando por quien no reza. ¿Por qué? Porque ella es nuestra Madre”.