“Nosotros tratamos de acumular y aumentar lo que tenemos; Jesús, en cambio, pide dar, disminuir. Nos encanta añadir, nos gustan las adiciones; a Jesús le gustan las sustracciones, quitar algo para dárselo a los demás. Queremos multiplicar para nosotros; Jesús aprecia cuando dividimos con los otros, cuando compartimos. Es curioso que en los relatos de la multiplicación de los panes presentes en los Evangelios no aparezca nunca el verbo “multiplicar”. Es más, los verbos utilizados son de signo opuesto: “partir”, “dar”, “distribuir”.
La invitación de Jesús a “dar”
Seguidamente, haciendo una comparación con el mundo de hoy, asegura que tampoco hoy la multiplicación de los bienes resuelve los problemas sin una justa distribución, y subraya la tragedia del hambre y la desnutrición:
“Me viene a la mente la tragedia del hambre, que afecta especialmente a los niños. Se ha calculado que alrededor de siete mil niños menores de cinco años mueren a diario en el mundo por motivos de desnutrición, porque no tienen lo necesario para vivir”
Ante escándalos como estos, – prosigue el Obispo de Roma – Jesús nos dirige también a nosotros una invitación, una invitación similar a la que probablemente recibió el muchacho del Evangelio, que no tiene nombre y en el que todos podemos vernos:
“Ánimo, da lo poco que tienes, tus talentos y tus bienes, ponlos a disposición de Jesús y de los hermanos. No temas, nada se perderá, porque, si compartes, Dios multiplica. Echa fuera la falsa modestia de sentirte inadecuado, ten confianza. Cree en el amor, en el poder del servicio, en el poder de la gratuidad”
En la conclusión, Francisco dirige su invocación a la Madre de Dios, para que Ella que “dijo ‘sí’ a la inaudita propuesta de Dios, nos ayude a abrir nuestros corazones a las invitaciones de Dios y a las necesidades de los demás”.
Un saludo especial para los Abuelos
Tras finalizar la oración mariana, al saludar a los fieles presentes congregados en la Plaza de San Pedro, el Papa regaló el aplauso de la plaza a los abuelos y ancianos en su día y dirigió una invitación a todos los fieles: vayan a buscar a quienes están solos, llevando el abrazo del Padre que consuela y da fuerza.
Abuelos y nietos, jóvenes y ancianos juntos, han mostrado uno de los bellos rostros de la Iglesia y han demostrado la alianza entre las generaciones. Los invito a celebrar esta Jornada en todas las comunidades y a ir a visitar a los abuelos y a los ancianos, a los que están más solos, para darles mi mensaje inspirado en la promesa de Jesús «Yo estoy con contigo todos los días». Pido al Señor que esta fiesta nos ayude a los mayores a responder a su llamada en esta etapa de la vida y a mostrar a la sociedad el valor de la presencia de los abuelos y de los mayores, especialmente en esta cultura del descarte.
Dialogar con los abuelos, para que la historia continúe
La relación entre abuelos y nietos debe alimentarse constantemente, dice el Papa, porque sólo desde esta conexión de vida y diálogo, desde este compartir experiencias, desde el cuidado mutuo, la historia sigue adelante.
Los abuelos necesitan a los jóvenes y los jóvenes necesitan a los abuelos: ¡deben hablar entre ellos, deben encontrarse! Los abuelos tienen la savia de la historia que sube y da fuerza al árbol que crece. Me recuerda -creo que lo cité una vez- aquel pasaje de un poeta: «Lo que tiene el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado». Sin el diálogo entre los jóvenes y los abuelos, la historia no avanza, la vida no avanza: necesitamos [retomar] esto, ya que … ¡es un reto para nuestra cultura! Los abuelos tienen derecho a soñar mirando a los jóvenes, y los jóvenes tienen derecho al valor de la profecía tomando la savia de sus abuelos. Por favor, hagan esto: reúnanse abuelos y jóvenes y hablen, dialoguen. Y eso hará feliz a todos.