Vatican News
Francisco preside la misa en la Casa Santa Marta en el tercer domingo de Pascua. En la introducción dirige sus pensamientos a los que están afligidos por la tristeza en el tiempo de la pandemia: «Hoy, en esta misa, rezamos por todos aquellos que sufren la tristeza, porque están solos o porque no saben qué futuro les espera o porque no pueden llevar adelante su familia porque no tienen dinero, porque no tienen trabajo. Tanta gente que sufre de tristeza. Recemos por ellos hoy».
En su homilía, el Papa comentó el Evangelio de hoy (Lc 24, 13-35) que relata el encuentro de Jesús resucitado con los discípulos de Emaús y como ellos reconocieron al Señor al partir el pan. El cristianismo – dijo el Papa – es un encuentro con Jesús, el cristiano es aquel que se deja encontrar por el Señor. Nacimos con una semilla de inquietud, aún sin saberlo: nuestro corazón tiene sed del encuentro con Dios, lo busca, muchas veces por caminos equivocados. Y Dios tiene sed de encontrarnos. En el Evangelio vemos que Jesús respeta nuestro camino, sigue nuestros tiempos, es el Señor de la paciencia, camina a nuestro lado, escucha nuestras inquietudes, las conoce. A Jesús le gusta oír cómo hablamos. No acelera el paso: es su paciencia. Jesús va al ritmo de la persona más lenta. Jesús escucha, luego responde, explica, hasta el punto necesario. Encontramos a Jesús a lo largo de nuestro camino incluso en nuestros momentos más oscuros: nos acompaña porque quiere encontrarnos. Por eso decimos que el núcleo del cristianismo es el encuentro con Jesús. Algunas personas se encuentran con Jesús sin darse cuenta. La vida de la gracia comienza cuando nos encontramos con Jesús. Que el Señor – es la oración conclusiva del Papa – nos dé la gracia de encontrarle y saber que camina con nosotros en todo momento: es nuestro compañero de peregrinación.
A continuación la homilía del Papa según una transcripción nuestra:
Muchas veces hemos oído que el cristianismo no es sólo una doctrina, no es una forma de comportarse, no es una cultura. Sí, es todo eso, pero más importante y primero y principal, es un encuentro. Una persona es cristiana porque ha encontrado a Jesucristo, se ha dejado encontrar por Él.
Este pasaje del Evangelio de Lucas nos habla de un encuentro, la forma de comprender bien cómo actúa el Señor, cómo es nuestra forma de actuar. Nacimos con una semilla de ansiedad. Dios lo quiso así: inquietud por encontrar la plenitud, inquietud por encontrar a Dios, muchas veces incluso sin saber que tenemos esta inquietud. Nuestro corazón está inquieto, nuestro corazón está sediento: sed de encuentro con Dios. Lo busca, muchas veces por caminos equivocados: se pierde, luego vuelve, lo busca… Por la otra parte, Dios tiene sed de encuentro, hasta tal punto que envió a Jesús a nuestro encuentro, a venir al encuentro de esta inquietud.
¿Cómo actúa Jesús? En este pasaje del Evangelio vemos bien que Él respeta, respeta nuestra propia situación, no se adelanta. Solo algunas veces, con los tercos, pensamos en Pablo, ¿no es así? cuando lo tira del caballo. Pero normalmente va despacio, respetando nuestros tiempos. Es el Señor de la paciencia. ¡Cuánta paciencia tiene el Señor con cada uno de nosotros! El Señor camina a nuestro lado.
Como hemos visto aquí con estos dos discípulos, Él escucha nuestras inquietudes – ¡Él las conoce! – y en cierto punto dice algo. Al Señor le gusta oír cómo hablamos, para entendernos bien y dar la respuesta correcta a esa inquietud. El Señor no acelera el paso, siempre va a nuestro ritmo, muchas veces lento, pero su paciencia es así.
Hay una antigua regla de los peregrinos que dice que el verdadero peregrino debe ir al paso de la persona más lenta. Y Jesús es capaz de esto, lo hace, no acelera, espera a que demos el primer paso. Y cuando llega el momento, nos hace la pregunta. En este caso está claro: «¿De qué cosas vienen hablando?», se vuelve ignorante para hacernos hablar. Le gusta que hablemos. Le gusta oír esto, le gusta que hablemos así. Es algo que hace para escucharnos y la respuesta nos hace hablar, como si se hiciese el ignorante, pero con mucho respeto. Y luego responde, explica, hasta el punto necesario. Aquí nos dice que: «¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?» Y, comenzando con Moisés y todos los profetas, les explicó en todas las Escrituras lo que se refería a Él. Explica, aclara.
Confieso que tengo curiosidad por saber cómo explicó Jesús para hacer lo mismo. Fue una hermosa catequesis. Y luego el mismo Jesús que nos acompañó, que se acercó a nosotros, simula ir más allá para ver la medida de nuestra inquietud: No, ven, ven, «quédate un poco con nosotros». Así es como se da el encuentro. Pero el encuentro no es sólo el momento de partir el pan aquí, sino que es todo el camino. Nos encontramos con Jesús en la oscuridad de nuestras dudas. Incluso en la fea duda de nuestros pecados, Él está ahí para ayudarnos, en nuestras inquietudes… Él siempre está con nosotros.
El Señor nos acompaña porque quiere encontrarnos. Por eso decimos que el núcleo del cristianismo es un encuentro: el encuentro con Jesús. ¿Por qué eres cristiano? ¿Por qué eres cristiana? Y mucha gente no sabe decirlo. Algunos, por tradición, pero, otros no saben decirlo, porque se encontraron con Jesús, pero no se dieron cuenta de que era un encuentro con Jesús. Jesús siempre nos está buscando. Siempre. Y nosotros tenemos nuestra inquietud. En el momento en que nuestra inquietud encuentra a Jesús, comienza la vida de la gracia, la vida de la plenitud, la vida del camino cristiano.
Que el Señor nos dé a todos esta gracia de encontrarnos con Jesús todos los días, de saber, de conocer precisamente que Él camina con nosotros en todos nuestros momentos. Es nuestro compañero de peregrinación.
El Papa terminó la celebración con la adoración y la Bendición Eucarística, invitando a hacer la comunión espiritual. A continuación se encuentra la oración recitada por el Papa:
Jesús mío, creo que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo por encima de todas las cosas y te deseo en mi alma. Ya que no puedo recibirte sacramentalmente ahora, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como ya has venido, te abrazo y todas las cosas se unen a ti. No dejes que nunca me separe de ti.
Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona mariana «Regina Coeli», que se canta durante el Tiempo Pascual:
Regina coeli, laetare, alleluia.
Quia quem meruisti portare, alleluia.
Resurrexit, sicut dixit, alleluia.
Ora pro nobis Deum, alleluia.
Reina del cielo alégrate; aleluya.
Porque el Señor a quien has merecido llevar; aleluya.
Ha resucitado según su palabra; aleluya.
Ruega al Señor por nosotros; aleluya.