“El sentido de la historia se comprende teniendo ante nuestros ojos su culminación: el final es también el fin. Y esto es precisamente lo que hace Mateo, en el Evangelio de este domingo, colocando el discurso de Jesús sobre el juicio universal en el epílogo de su vida terrenal: Él, a quien los hombres están a punto de condenar, es en realidad el juez supremo. En su muerte y resurrección, Jesús se mostrará como el Señor de la historia, el Rey del universo, el Juez de todo. Pero la paradoja cristiana es que el Juez no reviste una realeza temible, sino que es un pastor lleno de mansedumbre y misericordia”.
En la parábola del juicio final, dijo el Papa en su alocución previa al rezo mariano, Jesús utiliza la imagen del pastor, recordando las profecías de Ezequiel, que hablaba de la intervención de Dios en favor del pueblo, contra los malos pastores de Israel.
Yo soy el Buen Pastor
“Aquellos habían sido crueles y explotadores, prefiriendo alimentarse ellos mismos en lugar del rebaño; por lo tanto, Dios mismo promete cuidar personalmente de su rebaño, defendiéndolo de las injusticias y los abusos. Esta promesa de Dios para su pueblo se cumplió plenamente en Jesucristo, que dice de sí mismo: «Yo soy el buen pastor». En la página evangélica de hoy, Jesús se identifica no sólo con el rey pastor, sino también con las ovejas perdidas, es decir, con los hermanos más pequeños y necesitados”.
El criterio del juicio como lo indicó Jesús, se efectuará sobre la base del amor concreto dado o negado a los más pequeños, los más necesitados, porque él mismo, el juez, está presente en cada una de ellas. Jesús dice: «En verdad os digo que cuanto hicisteis (o no hicisteis) a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí lo hicisteis (o no lo hicisteis)». (vv. 40.45). Seremos juzgados por el amor. No por el sentimiento, no: por las obras, por la compasión que se hace cercanía y ayuda solícita.
El Señor en el fin del mundo pasará revista a su rebaño
El Señor, pues, en el fin del mundo, pasará revista a su rebaño, y lo hará no sólo del lado del pastor, sino también del lado de las ovejas, con las que se ha identificado. Y preguntará: «¿Has sido un poco pastor, como yo?» Esta es la pregunta que el Evangelio ya pone en nuestros corazones hoy, como criterio de juicio. «Esa vez que tuve problemas, ¿fuiste capaz de perder algo de tiempo para cuidarme? ¿Conseguiste, con mi gracia, salir un poco de ti mismo para darte cuenta de mí, que estaba necesitado? ¿Se enterneció tu corazón ante mis heridas, ante mi soledad, ante mi desconsuelo?» Así nos pasará revista el Rey del universo que para salvarnos se hizo cordero .
Pidamos a la Virgen María que nos enseñe a reinar en el servir. Nuestra Señora, asunta al Cielo, recibió la corona real de su Hijo, porque lo siguió fielmente en el camino del Amor. Aprendamos de ella a entrar desde ahora en el Reino de Dios, por la puerta del servicio humilde y generoso. (Vatican News)