El tiempo litúrgico de Pascua, la alegría de la resurrección de Jesucristo, se corona con la fiesta de Pentecostés: la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles, la fuerza del amor de Dios que les impulsó a salir al mundo para proclamar el Evangelio, y ese momento marcó el nacimiento de la Iglesia.
El presbítero Hely Sánchez, vicario de la parroquia Santa Teresa de Jesús y asesor de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de San Cristóbal, explicó sobre el significado de esta fiesta litúrgica en la cual se exalta a la tercera persona de la Trinidad Santa, su presencia y acción en la vida del creyente. También reflexionó sobre la misión de la Iglesia, que es alcanzar la salvación de la humanidad.
Espíritu Santo
El sacerdote explicó que la fiesta de Pentecostés se deriva de la tradición judía cuando, 50 días después de la Pascua daban gracias por las cosechas. Luego de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, esta fiesta marcó el momento en el cual el Espíritu Santo se derramó sobre los apóstoles que hasta ese momento estaban encerrados y temerosos, pero unidos en oración.
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“Pentecostés es la fiesta del Espíritu Santo en la Iglesia porque fue cuando el Paráclito descendió sobre los discípulos, quienes estaban acompañados por la Virgen María. Y es desde ese momento que ellos salen con valentía a anunciar el kerigma, es decir a Cristo muerto y resucitado. Es el nacimiento de la Iglesia, porque ella tiene sentido cuando hay un anuncio y el anuncio es que Cristo ganó la salvación”.
El padre Sánchez recordó que al Espíritu Santo ciertamente se le pide que venga, así como lo dice el himno “Ven Espíritu Creador”, pero no debemos olvidar que desde el día en que fuimos bautizados, Él está dentro de nosotros.

“Más que pedirle al Espíritu Santo que venga sobre nosotros, porque ya se nos ha dado en los sacramentos, hay que pedirle que actúe en nuestro corazón y en nuestra mente, porque Él es el que nos da la vida”, entonces ¿qué debemos pedirle? Los dones de sabiduría, ciencia, entendimiento, consejo, piedad, fortaleza, temor de Dios. Estos dones son para ponerlos al servicio de la humanidad”.
Al consultarle cómo experimentamos esos dones en nuestra vida diaria, el sacerdote mencionó que esto se logra en la medida en que nos abandonamos a la obra de Dios, aceptando con humildad y confianza que no podemos hacer las cosas sólo con nuestras fuerzas, sino ayudados por la fuerza de Dios.
“Si nosotros actuamos en nuestra vida como si el Espíritu Santo no existiera, nunca vamos a experimentar sus dones. Pero si nos reconocemos débiles delante de Dios sabremos que Él viene a suplir nuestras limitaciones y también nos da la fortaleza para superar nuestras debilidades”.
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El padre aconsejó cómo invocar el Espíritu Santo y al respecto señaló que a través de una oración corta y confiada en cualquier momento de la vida uno puede invocar al Paráclito.
“No es tanto repetir fórmulas, sino abandonarnos en las manos de Dios y dejar que él actúe en nosotros. Entonces podemos llamarlo siempre antes de salir de nuestras casas y así asegurarnos su presencia protectora. También antes de realizar algún trabajo o emprender un proyecto”.
Iglesia
La fiesta de Pentecostés conmemora también el nacimiento de la Iglesia. La palabra iglesia en el contexto bíblico significa “asamblea convocada” o “convocación”. En el Nuevo Testamento se adoptó para referirse a la comunidad de creyentes en Jesucristo, los llamados a seguir las enseñanzas del Resucitado y vivir en concordancia con ellas.

A la interrogante sobre por qué se dice que la Iglesia es el cuerpo de Cristo, el padre Hely Sánchez explica que ello hace mención a la teología de San Pablo. En la carta a los Efesios, el apóstol explica que Cristo es la cabeza del cuerpo que es su Iglesia, es decir, todos los que se congregan en torno a Él.
“Así como en el cuerpo hay diversos miembros y cada uno de los miembros cumple diversas funciones, así también sucede con la iglesia: todos nosotros conformamos el cuerpo de Cristo y todos tenemos diferentes funciones, algunos son sacerdotes, otros religiosos, otros laicos comprometidos o matrimonios, y no es que una vocación o servicio esté en contraposición con el otro, sino que todos están trabajando por el objetivo de Iglesia que es la salvación de la humanidad”.
El vicario de la parroquia Santa Teresa enfatiza que estamos unidos de manera necesaria al cuerpo de Cristo, la Iglesia, una iglesia que nació con la misión de proclamar a Cristo para que los hombres se salven por su fe. Es una Iglesia misionera, y no se puede concebir de otra forma.
“Quienes estamos en comunión con la Iglesia formamos el único cuerpo de Cristo y estamos llamados a entender esa unidad. Así como cuando una persona sufre, por ejemplo, una herida en un brazo y todo el organismo se siente, así como miembros de la Iglesia, debemos ser compasivos y permanecer unidos, porque hay muchas funciones, diversos carismas, pero un mismo espíritu y es el Espíritu Santo”.
A manera de conclusión, el sacerdote resaltó que el Espíritu Santo no es un símbolo, es la presencia viva, que consuela, ayuda, auxilia, media, intercede y que no nos deja solos.
Ana Leticia Zambrano