La llegada y masificación de Internet ha sido más que una revolución tecnológica; ha sido una “revolución cultural y social” que ha redefinido todos los espacios de la vida humana, incluyendo la dimensión espiritual.
Históricamente, se ha sostenido la falacia de que el mundo digital y la espiritualidad son esferas irreconciliables, que el ciberespacio es un lugar impersonal, dominado por la superficialidad y el desencuentro. Sin embargo, la evidencia empírica desmiente esta afirmación: la Red está repleta de búsquedas de Dios que exigen una respuesta activa y creativa de la Iglesia.
Búsqueda espiritual
Los hábitos de los usuarios de Internet revelan un profundo interés por lo trascendente. Las personas hoy en día leen y descargan textos y documentos religiosos y eclesiales, investigan de forma indexada sobre textos sagrados, asisten a diversos tipos de plegarias, cultos y homilías online, escuchan música sacra, oraciones y testimonios, visitan iglesias virtuales y toman parte en peregrinajes digitales.
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El hombre en búsqueda de Dios ha iniciado una “navegación digital”, utilizando las herramientas tecnológicamente más avanzadas a su disposición. Esta realidad nos obliga a los católicos a abandonar la timidez y el miedo a la tecnología. No es aceptable que los creyentes se queden rezagados, considerando las inmensas posibilidades positivas que Internet ofrece para asumir la misión evangelizadora.
Diálogo sin precedentes
El Papa San Juan Pablo II ya anticipaba cómo buen profesor que fue, en la 24ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (1990), el potencial transformador de esta nueva era. La red no solo es un medio para hablar, sino una herramienta para “fortalecer la unidad y profundizar el diálogo” con el mundo contemporáneo.
El acceso inmediato a la información facilita que la Iglesia: Informe al mundo sobre sus creencias y su doctrina, explique los motivos de su actitud ante cualquier acontecimiento o problema social concreto y escuche con mayor claridad la voz de la opinión pública, entendiendo las inquietudes y el lenguaje de las nuevas generaciones.
Esta dinámica de doble vía informar y escuchar permite que la Iglesia esté en el centro de un debate continuo con el mundo, comprometiéndose más a fondo en la búsqueda común por resolver los problemas más urgentes de la humanidad. El Internet, por tanto, se convierte en un vasto foro de encuentro y discernimiento.
Imperativo de trascendencia
La Iglesia está obligada a usar todas las potencialidades de esta Revolución Digital con un fin supremo: servir a la trascendencia de todo ser humano y glorificar al Padre, de quien viene todo bien. La tecnología digital no es un fin en sí mismo, sino una poderosa herramienta al servicio de la verdad y del amor.
Los diferentes ámbitos en el Táchira, desde la Diócesis de San Cristóbal hasta la parroquia más pequeña, pueden y deben emplear esta notable tecnología en numerosos aspectos de la misión: desde la catequesis online y la formación, hasta la gestión administrativa y la caridad digital.
Conclusión
La Red ha cambiado las reglas del juego, pasando de una evangelización de transmisión unidireccional a un apostolado de la presencia, el diálogo y la colaboración.
Es hora de que los creyentes asuman con creatividad este nuevo territorio, aprovechando el don de Dios que son los medios de comunicación para llevar la Buena Noticia a cada rincón del planeta digital.
Pbro. Jhonny A. Zambrano M. Vicario Episcopal de Comunicación



