Juan 20, 24 – 29
¡Señor mío y Dios mío!
En este texto Evangélico se destaca la incredulidad de Tomás, que quiere ver para poder creer. Muchos de nosotros hoy queremos ver grandes prodigios para convencernos de la grandeza del Señor, y nos olvidamos de las palabras de Jesús: dichosos los que creen sin haber visto.
Tomás abre su corazón al encontrarse con el Señor Resucitado. Sin duda alguna se dejó transformar y se convirtió en un testigo fiel de la resurrección. Nosotros estamos llamados como él hoy a reconocer a Jesús vivo y presente en cada uno de nosotros. Él es la vida, la raíz de nuestra existencia, la razón de nuestro ser.
Al encontrarnos con el Señor dejémonos inundar por el Espíritu Santo quien fecunda nuestra vida. Cuando todo parece perdido, como sucedió con Tomás al creer al Maestro muerto, debemos ver que algo nuevo está naciendo. Que el Señor nos ayude hoy a vencer nuestra incredulidad y a fortalecer nuestra confianza en sus promesas de salvación.
Pbro. Ricardo Casanova