Isabella Piro – Ciudad del Vaticano
Misericordia, sueño, sonrisa, gratitud: los 52 años de ordenación sacerdotal que el Papa Francisco celebra este 13 de diciembre tienen estos fundamentos que el propio Pontífice ha indicado en repetidas ocasiones a los sacerdotes como herramientas para vivir plenamente su ministerio. Su vocación nació a una edad temprana, cuando aún no tenía 17 años, durante la confesión con un sacerdote al que el futuro Pontífice ni siquiera conoce. Fue el 21 de septiembre de 1953, memoria litúrgica de San Mateo, el recaudador de impuestos convertido por Jesús, y en ese acto de penitencia el joven Jorge experimentó la misericordia de Dios. «Después de la confesión -dijo el propio Francisco el 18 de mayo de 2013 en la Vigilia de Pentecostés en la Plaza de San Pedro con los movimientos, nuevas comunidades, asociaciones y grupos de laicos- sentí que algo había cambiado. Yo no era el mismo. Había oído una voz, una llamada: estaba convencido de que tenía que ser sacerdote». No es casualidad que su lema episcopal, y más tarde papal, fuera «Miserando atque eligendo» («Lo miró con misericordia y lo eligió»), un pasaje de una homilía de San Beda el Venerable que comenta el episodio evangélico de la vocación de San Mateo. Así, el 13 de diciembre de 1969, Jorge Mario Bergoglio fue ordenado sacerdote por el arzobispo Ramón José Castellano.
El apostolado «de la oreja» y el cuidado de las heridas
La llamada a la misericordia, que fue también el tema de un Jubileo especial que tuvo lugar entre 2015 y 2016, resuena a menudo en los discursos de Francisco y en sus exhortaciones a los sacerdotes: «El sacerdote es un hombre de misericordia y de compasión, cercano a su pueblo y servidor de todos», dijo a los párrocos de Roma el 6 de marzo de 2014. «Quien se encuentra herido en su propia vida, de cualquier manera, puede encontrar en él atención y escucha (…) Hay muchas personas heridas por problemas materiales, por escándalos, incluso en la Iglesia. Los sacerdotes debemos estar allí, cerca de estas personas. Misericordia significa curar las heridas. Y es, sobre todo, en el confesionario donde los sacerdotes pueden dispensar la misericordia de Dios. Por eso, el Papa exhorta a los confesores a ejercer «el apostolado de la oreja», a no estar «con el látigo en la mano», sino a «recibir, escuchar y decir que Dios es bueno y que Dios perdona siempre, que Dios no se cansa de perdonar» (Ángelus, 14 de febrero de 2021)