Con 36 años de edad, fray Juan Carlos Alvarado, se ordena como diácono este domingo 7 de septiembre, en la parroquia San Agatón de Palmira, en el municipio Guásimos, para servir a las comunidades mediante el llamado de Dios.
Miembro de la congregación de los Agustinos Recoletos, el barquisimetano llegó al estado Táchira hace más de 5 años para cumplir con su proceso de formación, que está compuesto por tres años de Filosofía y 2 de Teología y así poder consagrarse a la vida sacerdotal.
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Su infancia estuvo marcada por su presencia en la Iglesia católica, donde a la edad de 9 años realizó su primera comunión, participó en el grupo de monaguillos, grupos juveniles para luego incorporarse a la Legión de María.
Realizó un trabajo apostólico en el cual fue ministro extraordinario de comunión, visitaba a los enfermos, llevaba a comunión a los enfermos, y daba catequesis de confirmación.
¿A qué se dedicaba antes de tomar la decisión de formar parte de la congregación?
Estudié Educación Integral en la Universidad Simón Rodríguez, sin embargo, mi inquietud vocacional ha estado desde los 13 o 14 años, cuando estudiaba en el Colegio de las Esclavas del Divino Corazón de Marcelo Spinola.
Allí tuve la oportunidad de visitar varios seminarios, entre ellos los salesianos, pese a ello no tenía una decisión tomada, por lo cual decidí estudiar educación y ejercer esta carrera en Barquisimeto, donde en compañía de unos colegas funde un colegio en la parroquia.

¿Cómo fue ejercer la educación?
La educación, para mí era algo extraordinario. Ser educador es un servicio muy bonito, a pesar de las consecuencias que había a nivel social aquí en Venezuela. Pero a mí me gustaba mucho, no obstante, no me sentía del todo realizado o pleno. Quería algo más. Y ese algo más yo pensaba que era un posgrado u otra carrera como psicología.
Es entonces cuando un día decidí ir a conocer a los Agustinos Recoletos. Me dirigí a la parroquia Nuestra Señora de la Consolación y al conocer su trabajo decidí incorporarme a la promoción vocacional, donde tuve la oportunidad de participar de las convivencias y conocer a esta familia religiosa.
¿Cuándo conoció el Táchira?
Cuando estaba en este proceso ellos me pidieron que viniera a Palmira a conocer el seminario y al hacerlo me enamoré de la formación, de cómo se vivía la vida comunitaria. Tenemos una estructura muy bonita razón por la cual junto a 7 compañeros decidimos iniciar este proceso tan personal el 7 de septiembre de 2015.

¿Es un proceso de formación muy largo?
No hay algo estándar, los procesos son muy personales, esto es lo que siempre se manifiesta dentro de la formación. Mi proceso iba a durar nueve años, pero por problemas de pasaporte me tuve que regresar a España, donde estaba haciendo mi teología y al llegar tuve que hacer dos años más de teología aquí en Venezuela. Entonces eso hizo que se alargara un poco más.
¿Qué opina su familia sobre su ordenación?
Mis papás han venido desde Barquisimeto hasta el Táchira a verme. Ellos están emocionados y contentos. Recientemente estuvieron presentes cuando recibí los votos perfectos.
Para mí mi vocación ha sido una bendición a nivel familiar, ya que durante 30 años aproximadamente mis papás vivieron sin el sacramento del matrimonio. Y estando yo en España, ellos tomaron la decisión de casarse. Se incorporaron a la parroquia, mi mamá pertenece al grupo de la Misericordia, un apostolado que hay allí, por su parte mi papá es lector de la parroquia, ha realizado cursos bíblicos, ambos se están formando a nivel arquidiocesano.
¿Cómo es el hábito de los Agustinos Recoletos?
Nuestro hábito tiene una particularidad y es que no usamos cordón, sino que usamos una correa, cuya tradición viene de una tradición en la que la Virgen María se le apareció a Santa Mónica, la mamá de San Agustín.

Ella lloraba por la muerte de Patricio, su esposo, desconsolada, a lo cual la Virgen le pidió que vistiera de negro y que usara la correa que la Virgen María utilizó en el momento de la muerte de Jesús.
La Virgen se la quitó y se la entregó a Santa Mónica, posteriormente Santa Mónica se la entregó a San Agustín y San Agustín se la entregó a sus siervos, como llamaban a los religiosos en el siglo IV. Con el paso de los años fueron incorporadas algunas innovaciones.

Los agustinos tienen lo que llaman capilla (capucha) y la correa (codo), cuyo hábito está recogido de allí viene la palabra recolección.
Nuestro hábito significa tres votos, la pobreza que es la túnica; la obediencia, que es la capilla; la castidad, que es la correa. Castidad y también el amor a la Virgen María.
Maryerlin Villanueva