El secretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede, Monseñor Paul Richard Gallagher, participa en el Diálogo de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre Energía y asegura que, para eliminar la pobreza y el hambre, tal y como se recoge en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, “debemos garantizar que todas las familias y hogares tengan un acceso suficiente a una energía asequible y fiable”, pues en la actualidad, 759 millones de personas viven sin electricidad. De hecho, ha puntualizado que para lograr esto “se deben promover sistemas energéticos y micro-redes para los «consumidores finales» a nivel local y dotar a las comunidades de infraestructuras energéticas duraderas”.
Los pobres a menudo no pueden permitirse la energía necesaria para la vida diaria
El prelado también habló de la importancia de que los precios de la energía sean razonables, pues el acceso a la energía también depende de la asequibilidad y el precio: “Los pobres, incluidos los que se encuentran en la periferia de la sociedad en los países desarrollados, a menudo no pueden permitirse la energía necesaria para la vida diaria. Por lo tanto, es esencial que los precios de la energía sean razonables, que las prácticas empresariales sean éticas y que se concedan subvenciones a los más pobres”.
Impacto negativo de la producción/consumo en el planeta y en los pobres
Otro punto importante a tener en cuenta sobre la energía es “el impacto resultante en el medio ambiente” ha dicho Mons. Gallagher: “La extracción, la transformación, el transporte y el consumo de combustibles fósiles y de energía sucia dañan el aire, el agua, el suelo, los ecosistemas y el clima”. De hecho – dijo – “su impacto desproporcionado en los pobres y en los que se encuentran en situación de vulnerabilidad, en algunas circunstancias provoca malestar social, impactos negativos en la salud, conflictos y numerosas violaciones de los derechos humanos”.
Además de que el cambio climático altera el sector agrícola, agrava la inseguridad y la escasez de agua y aumenta la exposición a fenómenos meteorológicos extremos, destruyendo los medios de subsistencia y obligando a muchos a abandonar sus hogares y emigrar.
Los artículos de un solo uso son síntoma de una «cultura del descarte»
Por ultimo, el purpurado habla de la necesidad de una “transición energética justa”. “La producción de bienes desechables, los productos de baja calidad, los artículos de un solo uso y otras estrategias comerciales que desperdician energía a propósito son síntomas de una «cultura del descarte»” asegura.
Es por ello que exhorta a los mayores consumidores de energía a “analizar su impacto en «aquellos que todavía no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana»”, pues la transición a una energía accesible y limpia “es un deber que tenemos con millones de nuestros hermanos y hermanas en todo el mundo, especialmente con los pobres, incluyendo a las generaciones que aún están por venir”.
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