Tras su fallecimiento el 8 de enero, la misa exequial será el lunes 11, a las 11 AM, en la Catedral de Trujillo. Luego, sus cenizas serán enterradas en el mismo templo
Nuestra diócesis está de luto por el fallecimiento del IV Obispo de Trujillo, el Excelentísimo Monseñor Cástor Oswaldo Azuaje Pérez. Después de varios días de convaleciendo, nuestro querido pastor diocesano partió al encuentro con su Señor, el pasado viernes 08 de enero a primeras horas de la mañana en la ciudad de Valera. Así como él mismo nos instruía durante sus frecuentes enseñanzas, tenemos esperanza en que la muerte no es el final. La fe en Jesucristo, muerto y resucitado, nos da fortaleza para clamar en medio de la tristeza y de esta terrible pandemia que se cierne sobre la humanidad: Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna (Juan 6, 68).
Nuestro apreciado obispo había sido atendido diligentemente por una comisión de médicos y por el equipo sacerdotal creado por él mismo para atender los casos de Covid 19 que se susciten entre los presbíteros. Luego de su deceso han sido innumerables las muestras de afecto, pesar y solidaridad, provenientes de sus hermanos obispos, las diócesis del país, congregaciones, comunidades religiosas, organizaciones eclesiásticas, instituciones públicas y distintas personalidades. El Presbiterio Diocesano, junto a los familiares del obispo y la diócesis en general, agradecen la fraternal cercanía.
Los restos mortales de Monseñor Oswaldo Azuaje fueron trasladados a la ciudad de Barquisimeto para su cremación el día sábado 09 de enero. Las respectivas honras fúnebres correspondientes al obispo diocesano se están llevando a cabo en su iglesia catedral cumpliendo con las medidas sanitarias prescritas en el país.
El merecido homenaje, comenzó el mismo sábado en la ciudad de Barquisimeto donde su Administrador Apostólico, el Excmo. Mons. Víctor Hugo Basabe ofreció la Santa Misa, lo mismo que la congregación de los Carmelitas Descalzos residentes en la capital larense; trasladados sus restos mortales a la catedral Nuestra Señora de la Paz, en Trujillo, continuaron los rituales propios, desde el sábado hasta el lunes 11 de enero.
El Colegio de Consultores de la diócesis, organismo canónico previsto para esta ocasión imprevista, emitió un comunicado explicando los acuerdos y la programación religiosa que se inició el mismo sábado a las 5:00 de la tarde con una Eucaristía presidida por el Excmo. Mons. Benito Adán Méndez, Obispo castrense y oriundo de la diócesis de Trujillo. Durante el domingo se estarán celebrando varias misas que serán transmitidas por la emisora diocesana Paz Fm 98.9.
Se tiene prevista la Santa Misa Exequial para este lunes a las 11 de la mañana presidida por el Excmo. Monseñor José de La Trinidad Valera Angulo, Obispo de Guanare y también oriundo de nuestra región. Le acompañaran varios obispos y una nutrida representación del clero, diáconos, religiosos y seminaristas. Por las medidas de bioseguridad ante la pandemia, la participación de la feligresía será de un pequeño grupo de sus diocesanos que representan a los diversos movimientos de apostado. Luego de la Santa Misa se le dará cristiana sepultura en su catedral. En toda la diócesis se hará el novenario de misas por su eterno descanso comenzando el mismo día lunes.
La obra de Monseñor Oswaldo Azuaje en Trujillo
Llegada la edad canónica para la dimisión de Monseñor Ramón Vicente Hernández Peña, fue designado, como cuarto Obispo de Trujillo, Mons. Cástor Oswaldo Azuaje Pérez, quien tomó posesión el 09 de junio del 2012.
No vengo a sustituir a Monseñor Vicente Ramón Hernández, decía Mons. Azuaje, porque él es insustituible. Efectivamente, el prelado cumplió aquello que le propuso a la diócesis cuanto tomaba posesión en la catedral cuando parafraseando a San Agustín de Hipona nos indicó: con ustedes soy cristiano, para ustedes soy obispo.
La obra episcopal del IV Obispo de Trujillo fue fructífera a pasar del poco tiempo. Durante estos ocho años y medio al frente de nuestra Iglesia particular su celo pastoral le llevó a desarrollar diversos planes tratando de hacer un seguimiento personal y cercanía con sus sacerdotes, religiosas, seminaristas y laicos.
Una de sus primeras intenciones fue concretar el primer sínodo para la diócesis de Trujillo. Con este antiguo método eclesial nos invitó a caminar juntos; las asambleas, convivencias, conferencias, debates y acuerdos, produjo sus frutos de mayor conocimiento intra eclesial entre sus diocesanos y el establecimiento de los lineamientos pastorales para la renovación pastoral. La intención central del sínodo, en palabras del Obispo, consiste en que Trujillo sea una Iglesia discípula misionera en marcha, casa y escuela de comunión.
También tuvo entre sus principales afanes pastorales el acompañamiento de su clero. Ocupado en el bienestar integral de los sacerdotes procuró brindarles afecto y orientación con una actitud paternal. Así mismo impulsó decididamente la pastoral del clero e incrementó su número logrando ordenar casi 50 nuevos sacerdotes. Se empeñó en consolidar la formación permanente enviando a cursar estudios en el exterior un considerable grupo de presbíteros.
El Seminario Diocesano Sagrado Corazón de Jesús constituyó para él una prioridad. Desde su llegada se ocupó de que funcionara a cabalidad esta casa donde se fraguan los futuros pastores. Continuamente se hacia presente, atendía a los formadores y seminaristas en cuanto le fuese posible y dispensó dos visitas pastorales al instituto.
Proviniendo de ese ambiente, no menos importante fue para el pastor diocesano su cercanía a la vida religiosa. Las congregaciones masculinas y las hermanas religiosas dan testimonio de su estilo fraternal de comunión eclesiástica con ellos, acompañamiento y solidaridad.
La formación y el incremento de diaconado permanente también estuvieron entre sus líneas de acción pastorales. Estos servidores pueden dar testimonio de la disponibilidad, cercanía y amistad del pastor diocesano.
Monseñor Oswaldo Azuaje tuvo una constante actitud de apertura y escucha para con el laicado. frecuentemente se le veía reunido con los fieles laicos en privado, en grupo o en sus movimientos de apostolado. Cultivó en estos años muchas amistades en el laicado y promocionó decididamente los grupos y movimientos de apostolado seglar.
No faltó entre sus empeños la atención de su Iglesia diocesana de una manera organizada. Para ello designó vicarios episcopales en áreas como clero, pastoral, comunicaciones, administración y vida religiosa, estableciendo varios consejos de asesores. Así mismo nombró sacerdotes con el cargo de arciprestes para las zonas pastorales de Boconó, Valera, Escuque, Panamericana y Carache. Designó y acompañó los respectivos asesores para la pastoral social y caritas, pastoral juvenil, pastoral familiar, obras misionales pontificias, pastoral litúrgica, pastoral educativa, consejo diocesano de laicos, pastoral vocacional y otras.
Uno de sus anhelos fue ver aprobada la beatificación del Dr. José Gregorio Hernández Cisneros, nativo de Isnotú. Por ello se empeñó en crear la pastoral de santuarios y la atención esmerada del recinto religioso donde nació el futuro beato. Constantemente exhortó al conocimiento de la figura del médico de los pobres y a la correcta devoción. Con mucha frecuencia la vida del Venerable era inspiración en sus homilías y dispensó innumerables visitas al santuario Niño Jesús donde se resguarda el lugar de nacimiento y pertenencias del Dr. Hernández.
Además de las facetas descritas, la obra episcopal del abnegado obispo fue prolífica en iniciativas: creación de parroquias, visitas pastorales a las comunidades, redacción de cartas pastorales, frecuentes visitas a las parroquias para presidir el sacramento de la confirmación o las fiestas patronales, constante relación con las instituciones educativas, culturales, empresariales y de diversa índole, valientes intervenciones en sus homilías y en los medios sobre la situación social, etc. Nunca le fue ajeno el sufrimiento de los venezolanos por quienes, desde su lugar de pastor, oraba, exhortaba e intervenía en la medida de sus posibilidades.
Resulta difícil describir toda la obra del obispo en cortas líneas. Pero hay dos facetas que no pueden obviarse: su fraternidad episcopal y el evidente afecto por la familia. Con sus hermanos obispos fue cercano, fraternal y solidario; en cuanto pudo ayudó a diversas diócesis proporcionándoles, en calidad de convenio, varios sacerdotes trujillanos. En cuanto al aspecto familiar cuidó hasta lo último de su anciana madre, veló constantemente por sus hermanos y sobrinos, enseñando a sus sacerdotes que el mejor testimonio de amor a la Iglesia, familia de Dios, comienza por el amor a la familia de donde provenimos.
Sus sacerdotes, diáconos seminaristas, religiosos y laicado en general despiden a un excelente obispo que como decía su escudo episcopal, se esmeró en cumplir el slogan carmelitano In obsequio Iesus Christi vivere, siendo un don de Dios para los demás.
Prensa Diócesis de Trujillo