Durante la noche del 12 al 13 de agosto de 1961, se erigió una barrera que separó el oeste, controlado por Estados Unidos, del este, que había sido ocupado por la Unión Soviética, dividiendo el pueblo de Berlín durante 28 años, hasta el final de la Guerra Fría. Al principio, había sido llamada barrera protectora antifascista, «Antifaschistischer schutzwall», y se componía por una valla de alambre de espino, que fue sustituida por una estructura de hormigón y piedra el 15 de agosto del mismo año; su función era evitar el éxodo de berlineses del este al oeste.
Se comenzó a conocer posteriormente como la «franja de la muerte», teniendo unas dimensiones de 156 kilómetros de extensión y 3,6 metros de altura, y acompañados de más de 100 kilómetros de foso antitanque, 300 torres de vigilancia con francotiradores, 20 búnkeres y una carretera de patrulla nocturna cuya longitud era mayor a la del muro. Se estima que unos cinco mil berlineses lograron sobrevivir al cruce del muro, y se cuentan entre 192 y 239 víctimas fatales cuyas vidas cobró la «franja de la muerte».
En alemania, el alcalde de Berlín, Micheal Mueller en un acto conmemorativo, recordó «el sufrimiento humano que la división de la ciudad y el país trajo consigo, con la separación de familias, amigos y conocidos y la pérdida de ocasiones y oportunidades de viajar», y junto con el Presidente Federal alemán, Frank-Walter Steinmeir, rendirán sentido homenaje a quienes murieron al cruzar el «Telón de acero», con el minuto de silencio en el Memorial del Muro.
El Papa Francisco recordó en la celebración de Año nuevo, el 9 de enero de 2020, que «el Muro de Berlín sigue siendo el emblema de una cultura de la división que aleja a las persona entre sí y abre el camino al extremismo y a la violencia». El pasado noviembre se cumplieron treinta años de la caída del muro, que «puso ante nuestros ojos uno de los símbolos más lacerantes de la historia reciente del continente, recordándonos lo fácil que es levantar barreras».
Los muros no sólo son símbolos de una cultura de separación y odio de una persona con otra, sino también lugares físicos de sufrimiento. Desde el de la frontera entre Estados Unidos y México, pasando por los de Ceuta y Melilla, hasta el que divide Israel y el Estado palestino. Allí mismo, en Belén, el 25 de mayo de 2014, de camino a la Plaza del Pesebre, el Papa Francisco se bajó del coche y se acercó al muro, apoyándose en él con la mano y deteniéndose en oración durante unos minutos.