Disponerse a la contemplación de un templo es, ante todo, una actitud de apertura hacia lo divino, lo trascendente; pues si bien se ha aprendido en los tiempos de iniciación cristiana, con la catequesis propia de este tiempo, que el templo es: la casa de Dios, casa de oración, lugar del culto, lugar sagrado, etc.
Entonces, la contemplación y estudio de una edificación religiosa debe, además tener los elementos propios del arte, de la arquitectura, de la estética y de lo cultural, tener una lectura teológica, una lectura desde la fe y para la fe, una lectura que permita desembocar tal belleza arquitectónica en un auténtico lugar de fe.
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El templo parroquial Santa Bárbara de Rubio se levanta con imponente figura y firmeza, ello permite entonces pensar en la grandeza -obviamente superior- del Creador de todas las cosas, que allí se venera. Las obras de la creación hablan de la belleza de su creador, si, pero también las obras humanas hablan de una inteligencia superior al hombre que permite e inspira la elaboración de tales cosas, como el caso de este templo.
Es importante destacar también su altura, más de 36 metros. La altura, y la mirada que se alza para contemplar la cúspide de sus torres, provoca en el creyente, y en el no creyente también, alzar la mirada al cielo y recordar que este lugar, ante todo, busca unir lo divino, lo del cielo, con lo humano, lo de la tierra.

Desde la particularidad gótica el brillo y la luz hablan de la presencia de lo divino, en este sentido el templo de Rubio permite un constante recuerdo de la divinidad. Sus ladrillos todos han sido esmaltados y por lo tanto brillan, esto permite entonces una lectura de que es la hermosura de la casa de Dios, de su templo, y que de este templo los cristianos son piedras vivas y que han de brillar para manifestar desde su vida la gracia y la belleza de Dios. Piedras preciosas en cuanto edifican el templo del Dios Vivo, piedras preciosas en cuanto son hijos de Dios.
La luz, como se ha dicho, es fundamental en este tipo de arte y en este templo. Desde una lectura teológica y cristiana se permite entonces ver el efecto de los numerosos vitrales que, ante todo, son una presencia iluminadora de Dios en medio de su templo y en medio de su pueblo; es resonancia a la oración que sube como incienso en la liturgia y entonces se hace manifiesto como respuesta desde la luz.
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Luego de hacer una breve lectura histórica, artística y teológica del augusto templo parroquial de Santa Bárbara de Rubio, es oportuno manifestar sempiterna gratitud a Dios, quien es Señor de la historia, y en la historia revela su amor hacia los hombres; quien es la belleza suprema e inspira el ingenio de los hombres para realizar obras bellas; quien por la luz de la fe indica el camino del hombre y permite una lectura renovada y trascendente de las cosas. Que al visitar este y cualquier otro templo, seamos conscientes de la importancia de tal edificación no sólo por su belleza, sino porque allí reside Dios.
Carlos Peña Seminarista