III Parte: La adolescencia
En febrero del año 1879, cuando José Gregorio había cumplido los trece años, ingresó en el colegio más célebre de Caracas, el Colegio “Villegas” con la particularidad de ser interno. El prestigio del colegio tenía como objetivo principal lograr que los alumnos aprendieran a pensar, razonar y madurar juicios y opiniones.
Aquí, el ya cercano Beato, recibió una educación esmerada, según un esquema de enseñanza que rompía con la práctica tradicional de memorizar y repetir, inspirado en las ideas de la corriente positivista que imperaban en esa época.
En este mismo colegio incursionó por primera vez en el campo de la docencia, cuando José Gregorio, siendo todavía estudiante de primer año de Filosofía, le confían el cargo de Profesor de Aritmética de una de las secciones del Colegio Villegas, asignatura en la cual era muy bueno.
José Gregorio, bajo la sabia tutela intelectual del Dr. Villegas, abogado, político y quien desempeñó una gran labor educativa en Venezuela, realizó los cursos de Preparatoria y Filosófico, hasta optar en la Universidad al primer grado del Bachillerato. Fue el 8 de junio de 1882 recibió el título de Bachiller en Filosofía con notas destacadas.
Dr. Guillermo Villegas, director y fundador del mencionado colegio, no solo instruyó al Médico de los pobres, sino que continuó la formación recibida en Isnotú como ciudadano amante de la paz, la libertad y amor a la Patria.
En el Colegio Villegas, José Gregorio adquirió las herramientas necesarias para enfrentar con éxito los estudios de medicina y posteriormente aplicar el modelo de enseñanza de este colegio como docente de los estudios médicos.
La adolescencia es la etapa idónea para la formar bases sólidas en el conocimiento, el Dr. José Gregorio Hernández da testimonio no sólo de esto, sino también de los frutos que se obtienen con una juventud optimista, con visión de futuro y amor a la educación.
El Médico de los Pobres es un modelo de vida para la juventud venezolana, pues manifiesta que no hay barreras ni distancias que hagan imposible la educación, cuando hay una plena y abierta disposición.
Carlos Peña / Diario Católico