De acuerdo con el Código de Derecho Canónico, la parroquia “es una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en la Iglesia particular”. Ella se constituye con los fieles de una división territorial en la diócesis; es la comunidad base en la que se germina, promueve y fortalece la fe. Puntualiza el Documento Base de la II Asamblea Nacional de Pastoral, que “la Parroquia ha sido, y sigue siendo hoy, el principal espacio de identificación y participación eclesial”.
La Iglesia, Cuerpo de Cristo, se reunía a celebrar la fe en casas particulares, en los tiempos primitivos. Hoy en día, los fieles comparten la fe en colectividad desde la vida parroquial.
San Juan Pablo II, en la Exhortación Apostólica Christifideles Laici, indica “La comunión eclesial, aun conservando siempre su dimensión universal, encuentra su expresión más visible e inmediata en la Parroquia. Ella es la última localización de la Iglesia: es en cierto sentido, la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas”. Por ello, más que un espacio de reunión, la parroquia es tierra de misión que se constituye con los fieles comprometidos que reconocen el llamado evangélico de Jesús a ir y hacer de todos sus discípulos.
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Señala también el Documento Base, que “abierta a todos los hombres y mujeres que viven en una determinada localidad, en la parroquia encuentran los cristianos un lugar ideal para vivir la comunión eclesial, conocer y celebrar la fe, organizar la acción evangelizadora”, pues lo ha dicho el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, “la parroquia no es una estructura caduca; precisamente porque tiene una gran plasticidad, puede tomar formas muy di-versas que requieren la docilidad y la creatividad misionera del Pastor y de la comunidad”.
De la Iglesia primitiva, que encontraba en un espacio común la oportunidad de compartir la fe, a los nuevos tiempos de hoy, se suma el gran desafío: parroquias en las que, además de celebrar la vida sacramental en comunión, cada uno de sus fieles asuman el compromiso de proclamar la Buena Noticia a todos, sin distinción alguna, desde la vocación particular a la que han sido llamados.
Es el anhelo de parroquias de la Iglesia en Venezuela en salida misionera “sostenidas en el sueño de llegar a todos, los más cercanos y quienes viven en las periferias geográficas y existenciales, y con un decidido protagonismo y compromiso apostólico de los laicos, que responda a los desafíos de los nuevos tiempos” (Documento Base).
Prensa CEV