En estas nuevas entregas de “Fe Creída, Fe Vivida” quiero llevarlos a reflexionar sobre el ámbito del acompañamiento espiritual y el discernimiento sobre la propia vida, donde el deseo, las emociones-afectos (la alegría, la atracción, la ira, la tristeza), la autoestima, el humor, la amistad y las crisis son parte de nuestra cotidianidad movida por encuentros y relaciones interpersonales.
Estos elementos de la vida diaria pueden ignorarse o damos largos hasta que ocasionen alguna dificultad y esperamos a que se resuelvan con el tiempo. Pero es bueno recordar que la falta de trabajo cuidadoso lleva a consecuencias más delicadas.
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La vía de la negación, que es la más fácil e inmediata, puede no llevar a ninguna solución, negamos que nos pasa algo. De allí que podemos afirmar, que quienes no recuerdan y evalúan su pasado, están condenados a repetirlo. Los hábitos, las heridas, los instintos del pasado, pueden presentar un carácter de repetición que puede arrebatar a la vida el gusto por vivir.
Una decisión
A diferencia de esta vía de negación aparece una propuesta de relación con el Señor, que es sin duda alguna una propuesta de vida. Tomaré la imagen del joven rico de Mt 19, 17 como ejemplo. Este joven presenta los apegos que tenía y no le permitieron vivir la libertad de cumplir el deseo de seguir al Señor, aun cuando su corazón lo deseaba y su mente lo sabía.
Se nota en este joven, que era apasionado y emprendedor, pero muy dividido en sus emociones, eso se percibe en su decisión final, que fue fallida. El joven se aleja del Señor “entristecido”. Por tanto, quien se aleja del Señor nunca está contento, aun cuando tenga a su disposición abundancia de bienes, placeres y posibilidades.
La tristeza
La tristeza se puede asomar en la vida de un creyente, bloqueando la prontitud del seguimiento, que le lleva a obstaculizar la libertad de elegir lo que su corazón y cabeza desean realmente. Al momento de decidir, está impedido por algo, que ni siquiera él mismo conoce, pero que produce tristeza en su corazón.
La afectividad es clave y un elemento decisivo en la vida espiritual. En la base de las crisis espirituales, crisis vocacionales, crisis matrimoniales, crisis de soltería; se encuentra un “diálogo insuficiente” entre mi estilo de vida y mi realidad cognitiva, humana y afectiva.
La máscara
El mayor obstáculo para un verdadero discernimiento y por consiguiente un auténtico crecimiento en la vida espiritual, es no querer conocerse a sí mismo, tal como somos en realidad, aceptándose y valorándose. Casi todos nos escondemos detrás de una máscara, no solo frente a los demás, sino frente a nosotros mismos.
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Por tanto, la respuesta la vamos a encontrar en el conocimiento de uno mismo en conexión con la “vida de gracia”. Ciertamente es un punto de conexión complicado, delicado y difícil, pero sí creemos se puede convertir en una experiencia auténtica de encarnación.
Una propuesta
Hoy en día existen excelentes estudios sobre espiritualidad, pero es escaso las propuestas formativas de carácter interdisciplinar, donde las ciencias humanas basadas en un planteamiento antropológico cristiano se integren con la espiritualidad cristiana.
Santo Tomás de Aquino nos indicaba que “la gracia opera sobre la naturaleza humana”, la gracia no es una especie de magia, ella exige docilidad para actuar. No basta con sembrar la semilla buena (Cfr. Mc. 4, 1-9), es necesario ir más allá de la superficialidad del camino de cada uno de nosotros, así la semilla desplegará sus potencialidades dando fruto. Es un trabajo personal donde se busca ayuda y nos dejamos guiar.
Quiero concluir indicando que “la vida espiritual necesita formación” por todas las dificultades que se viven dentro de ella, movidas por las emociones, las vivencias y las relaciones, donde existen heridas que en un determinado momento explotan. Para una auténtica vida espiritual es necesario una buena formación de nuestra realidad humana.
Pbro. Jhonny Zambrano