EDITORIAL
Vivimos la Pascua del Resucitado como la única esperanza que nos alienta a seguir adelante en medias las vicisitudes de la actual pandemia. Luego de un año, quizás mucho hemos aprendido y poco colocamos en práctica, el riesgo de contagio y letalidad sigue siendo alto. Aunque ya existen las vacunas, sigue siendo pocas, especialmente para los países pobres y en conflicto.
El Domingo de Pascua escuchamos el llamado del Papa a promover “el espíritu de un internacionalismo de las vacunas”, para que todos puedan tener acceso a la vacunación sin demora. “Insto a toda la comunidad internacional a un compromiso común para superar los retrasos en su distribución y para promover su reparto, especialmente en los países más pobres”, dijo Francisco.
Venezuela no escapa de esta realidad, el ingreso de vacunas y vacunados sigue siendo mínimo, y el número de fallecidos -aunque las cifras oficiales no lo reflejan- en la realidad se cuentas muchas pérdidas humanas. Es un deber del Gobierno de crear un plan de vacunación masiva y alcanzar acuerdos para la llegada de vacunas con probada efectividad científica, sin ningún tipo de discriminación que ponga en peligro el bien común.
Los Obispo venezolanos, también alzaron su voz en un comunicado: “Urge un acuerdo, fruto de un serio diálogo, que evitará todo retraso con el cual sólo saldrá perjudicada la inmensa mayoría de la población. No se puede esperar más tiempo. Lo humano está por encima de las diatribas políticas, pues la vida de cada persona es digna y sagrada”, expresó la presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana.
Debemos exigir respuesta a quienes deben garantizar la salud del pueblo, así como también es un deber moral nuestro cumplir con las normas de bioseguridad, y vacunarse sin demora cuando estén disponibles las dosis necesarias, para superar la pandemia.
Pbro. Johan Pacheco
johanpaco@gmail.com