En este momento determinante de la historia democrática de Venezuela, es importante una Pastoral por parte de la Iglesia que forme para una auténtica acción política. Tenemos un referente que es capaz de inspirar una acción política desde el ser cristiano como discípulo misionero suyo, hablo de Jesús.
Según el testimonio de los evangelistas, sintió y vivió las necesidades de su pueblo, llamó y formó a sus discípulos en una comunidad de amistad, a quienes convirtió en portadores de la Redención que Él venía a traer. Por tanto, la política es también un camino para vivir esta relación de discípulo misionero, desde la acción ciudadana del sujeto social.
Programa
El acontecimiento salvífico de Dios narrado en la historia de Israel, tiene en Jesucristo el cumplimiento decisivo de la historia liberadora, en el Verbo Encarnado se realiza el proyecto de anunciar, liberar y establecer un reino de fraternidad en la libertad y la justicia. Aquí el proyecto originario de toda acción política de un cristiano, que busca ser un auténtico ciudadano.
El programa de Jesús es dirigido a predicar a los pobres y liberar a los oprimidos. Su método cambia radicalmente las relaciones humanas, influido por valores que dignifican: fraternidad, solidaridad, amistad, justicia social, paz, igualdad, honestidad, libertad y verdad, para el cumplimiento del mandamiento del amor.
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Estoy convencido que la tarea urgente en Venezuela es formar la conciencia en el auténtico sentido de la acción política, con los valores del Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) inspirados en Jesús, para ser protagonistas en la construcción de una nueva sociedad de progreso y bienestar para todos. Para esto, la Iglesia ofrece los Principios de reflexión, los Criterios de juicio y las Orientaciones de acción, que tienen su origen en la Revelación divina.
Encarnación
En la Encarnación se encuentra la raíz de la visión cristiana de la comunidad política, allí nace la visión de la persona humana, de la sociedad y de su historia. Si el cristiano tiene conocimiento y convicción de estas enseñanzas, su fe le mueve a no aislarse en un espiritualismo individualista, una piedad privada, un moralismo excluyente o una caridad casual; que justifica su falta de compromiso con la sociedad. «Cristo revela a la autoridad humana, siempre tentada por el dominio, que su significado auténtico y pleno es de servicio» (Compendio de la DSI 383).
En este sentido el papa Francisco en un discurso a la Pontificia Comisión para América Latina refiere lo siguiente: «Dios escogió para acercarse a nosotros: la Encarnación. Asumir. Asumiendo todo lo humano –menos el pecado– Jesucristo nos anuncia la liberación que anhela nuestro corazón y nuestros pueblos. Y entonces ustedes como jóvenes católicos dedicados a diversas actividades políticas serán vanguardia en el modo de acoger los lenguajes y signos, las preocupaciones y esperanzas, de los sectores más emblemáticos del cambio de época latinoamericano. Y les tocará buscar los caminos del proceso político más apto para llevar adelante».
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Ante esta invitación del Santo Padre, vale la pena preguntarnos ¿Cómo se diferencia la política del Evangelio de la política partidista? Es justo decir que la Iglesia no debe hacer política partidista. Sin embargo, la misión de la Iglesia es sumamente política porque el Evangelio y la Eucaristía crean una auto/conciencia política. Esta no es una auto/consciencia partidista, sino una auto/conciencia de pueblo, así lo sentía y reflexionaba San Oscar Romero en su homilía del 06 de agosto de 1978:
“La Iglesia no se puede identificar con ninguna organización, ni siquiera con aquellas que se califiquen y se sientan cristianas. La Iglesia no es la organización, ni la organización es la Iglesia. Si en un cristiano han crecido las dimensiones de la fe y de la vocación política, no se pueden identificar sin más las tareas de la fe y una determinada tarea política, ni mucho menos se pueden identificar Iglesia y organización. No se puede afirmar que solo dentro de una determinada organización se puede desarrollar la exigencia de la fe. No todo cristiano tiene vocación política, ni el cauce político es el único que lleva a una tarea de justicia. También hay otros modos de traducir la fe en un trabajo de justicia y de bien común. No se puede exigir a la Iglesia o a sus símbolos eclesiales que se conviertan en mecanismos de actividad política. Para ser buen político no se necesita ser cristiano, pero el cristiano metido en actividad política tiene obligación de confesar su fe. Y si en eso surgiera en este campo un conflicto entre la lealtad a su fe y la lealtad a la organización, el cristiano verdadero debe preferir su fe y demostrar que su lucha por la justicia es por la justicia del Reino de Dios, y no otra justicia”.
En el siguiente artículo profundizaré aún más sobre esta auto/conciencia de concebirse Iglesia protagonista dentro de la sociedad.–
Pbro. Jhonny Zambrano