El ser humano es, por esencia, religioso, se une en comunidad por medio de creencias y ritos que expresan formas de vida y prácticas individuales y comunitarias. El sincretismo entre lo católico y las tradiciones de los pueblos originarios, se expresa en la localidad de San Francisco de Yare en el estado Miranda, en la celebración de los Diablos Danzantes.
A esta manifestación, reconocida como patrimonio cultural de la humanidad por la Unesco en el año 2012, se le atribuyen tradicionalmente dos orígenes. El primero, en el año de 1749, ante una gran sequía, los esclavos temían que los dueños de las tierras arremetieran contra ellos si se perdían los cultivos, pues habían hecho rituales a sus dioses para que lloviera, sin éxito.
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Entonces, decidieron orar a Jesús Eucaristía, implorando el milagro. Fue así como el día de Corpus Christi llovió torrencialmente, los cultivos se salvaron y las cosechas fueron abundantes. Los esclavos cumpliendo su promesa, vistieron como diablos y se postraron ante el Santísimo Sacramento del Altar.
Existe otra versión según la cual un sacerdote, no teniendo cómo costear los gastos de la fiesta del Corpus y con poca feligresía, exclamó que “si no había creyentes para sacar el Santísimo, tendrían que venir entonces los diablos”. De acuerdo a esta narración, aparecieron los diablos que entraron al templo, asistieron a la misa y así originaron la tradición.
Promeseros
Los miembros de los Diablos Danzantes se llaman promeseros, debido a que retribuyen una gracia al Santísimo Sacramento pagando una promesa, como integrantes de la cofradía. Para danzar ante el Santísimo Sacramento, piden permiso al sacerdote, rezan el santo rosario y después de la misa acompañan la procesión ejecutando la danza.
La vestimenta consta de camisa, pantalones y medias rojas, cosida en el traje una cruz de palma bendita y al cuello un rosario. En la cintura cascabeles o campanas; en la mano una maraca y la gigante máscara multicolor. En los primeros tiempos de la tradición solo participaban los hombres, las damas se encargaban de la logística. Con el pasar del tiempo, fueron admitidas, vestidas de falda roja y camisa blanca.
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Una de las mejores descripciones de la manifestación de los diablos pertenece al escritor venezolano Juan Liscano, quien, junto a un grupo de investigadores folclóricos, documentaron este evento para futuras generaciones:
“El impresionante cortejo alcanzó el portón del templo y se detuvo ante este, bailando hasta el momento que comenzó el sacrificio de la misa (…) los diablos se dejaron caer al suelo y permanecieron postrados en las más diversas actitudes de recogimiento o de contrición… Una vez concluida la misa, la danza se desató en todo su vigor…”
Simbolismo
Gisela Jackson, docente de Historia de las Tradiciones Venezolanas de la Escuela Nacional de Danza Táchira, explicó que la manifestación de los Diablos Danzantes es la expresión del pueblo sobre el enfrentamiento entre el bien y el mal; y el sentimiento del pueblo de que el bien siempre se sobrepone al mal.
En la indumentaria de los Diablos, comentó, además, del colorido hay elementos significativos como por ejemplo el porte de cruces y rosarios como protección ante el peligro de tentación. Así mismo, consideran que el ruido de los cascabeles o campanas les permiten mantenerse alertas y retomar el bien.
Vale puntualizar que, la tradición se da en otras comunidades de los estados Carabobo, Aragua, Distrito Federal y Cojedes, con algunas variantes que se adaptan a las características de cada pueblo, así están, entre otros, los Diablos de Naiguatá, Tinaquillo, Ocumare, Cata, Cuyagua, y San Rafael de Orituco.
Ana Leticia Zambrano