La advocación mariana de la Virgen del Silencio es reciente y marca un recuerdo del pontificado del Papa Francisco. Se trata de un ícono encargado por Fray Emiliano Antenucci, sacerdote de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos y creador del curso “Silencio, el silencio habla”, a las monjas benedictinas de la Isla de San Giulio, al noroeste de Italia.
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El portal web verginedelsilenzio.org, presenta la cronología del ícono que muestra a María haciendo el gesto de pedir silencio: con el dedo derecho sobre los labios. Con la mano izquierda hace seña de bendición.

“En nuestra vía la Madre de Dios se hace compañera de camino y guía segura. Nos invita a detenernos, a considerar bien cada cosa; el gesto de la mano izquierda, autoritario y a la vez dulce, evoca una palabra que el Señor dice a través del Profeta Jeremías: “Deténganse sobre los caminos y miren, pregunten a los senderos antiguos donde está el buen camino, y vayan por él: así encontrarán tranquilidad para sus almas.” (Jeremías 6,16)”
La cronología narra que le obsequiaron al Papa Francisco una copia del original de la Virgen del Silencio y le gustó tanto que la hizo colocar en la entrada principal del Palacio Apostólico.

El 15 de junio de 2016, “fra Emiliano encuentra Papa Francisco y, después de la Audiencia, el Santo Padre bendice el original de la Virgen del Silencio, autografiándola con la inscripción detrás del icono: “No hablar mal de los demás!”.
En 2019 encargó al ministro provincial de los Capuchinos de Abruzzo, padre Nicola Galasso, buscar un templo donde se pudiera dar culto público a María en esta advocación. Así fue como se estableció en la iglesia de San Francisco de Asís y el convento de los capuchinos de Avezzano.
Oración del Papa Francisco a María, madre del Silencio
Madre del silencio, que custodia el misterio de Dios, líbranos de la idolatría del presente, a la que se condena quien olvida.
Purifica los ojos de los Pastores con el colirio de la memoria: volveremos a la lozanía de los orígenes, por una Iglesia orante y penitente.
Madre de la belleza, que florece de la fidelidad al trabajo cotidiano, despiértanos del torpor de la pereza, de la mezquindad y del derrotismo.
Reviste a los Pastores de esa compasión que unifica e integra: descubriremos la alegría de una Iglesia sierva, humilde y fraterna.
Madre de la ternura, que envuelve de paciencia y de misericordia, ayúdanos a quemar tristezas, impaciencias y rigidez de quien no conoce pertenencia.
Intercede ante tu Hijo para que sean ágiles nuestras manos, nuestros pies y nuestro corazón: edificaremos la Iglesia con la verdad en la caridad. Madre, seremos el Pueblo de Dios, peregrino hacia el Reino.
Amén
Ana Leticia Zambrano