El 7 de octubre la Iglesia Universal celebra a la Santísima Virgen en la advocación de Nuestra Señora del Rosario, devoción que data del año 1651, cuando el batallón de soldados cristianos venció a los musulmanes en la batalla de Lepanto, hecho que se atribuyó al rezo incesante del santo rosario por parte del pueblo cristiano, a petición del Papa Pío V, quien en acción de gracias instituyó la fiesta, llamándola “Santa María de la Victoria”.
El sucesor de Pablo V, Gregorio XIII, transformó el nombre y la llamó Nuestra Señora del Rosario. Más adelante, en 1687, en Venecia, el pueblo oró con el rosario para pedir a la Santísima Virgen por el fin de la peste. Al finalizar la epidemia, se construyó la Basílica en su honor dándole el nombre de Nuestra Señora de la Salud.
Rosario
La Tradición refiere que María Santísima se apareció a Santo Domingo de Guzmán, el fundador de la orden de Predicadores, en el año 1208 y le enseñó a rezar el rosario. Domingo había pasado varios días orando por la conversión de los albigenses.
“Sólo si la gente considera la vida, muerte y gloria de mi Hijo, unidas a la recitación del Avemaría, los enemigos podrán ser destruidos. Es el medio más poderoso para destruir la herejía, los vicios, motivar a la virtud, implorar la misericordia divina y alcanzar protección. Los fieles obtendrán muchas ganancias y encontrarán en mí a alguien siempre dispuesta y lista para ayudarles” dijo María a Domingo.
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En aquella oportunidad, la Madre Celestial hizo saber las gracias que alcanzarán quienes con devoción y constancia mediten los misterios del Santo Rosario, que marcan un recorrido por la historia de la salvación dada por Nuestro Señor Jesucristo, algunas de ellas son.
· “A todos los que recen devotamente mi Rosario, prometo mi especial protección”.
· “El que persevere en el rezo de mi Rosario recibirá gracias poderosísimas”.
· “El Rosario hará florecer de nuevo las virtudes y las obras buenas, y obtendrá para las almas la más abundante misericordia de Dios”.
· “El que confíe en mí rezando el Rosario no será oprimido por las adversidades”.
· “Quien rece el Rosario meditando sus misterios no será castigado por la justicia de Dios: se convertirá si es pecador, crecerá en gracia si es justo y será hecho digno de la vida eterna”.
· “Los devotos de mi Rosario, en la hora de la muerte, no morirán sin sacramentos”.
· “Cada día libraré del purgatorio a las almas devotas de mi Rosario”.
· “He obtenido de mi Hijo que todos los devotos del Rosario tengan como hermanos en la vida y en la hora de la muerte, a los santos del cielo”.
En atención a esta devoción mariana, la Iglesia ha dedicado el mes de octubre a motivar especialmente el rezo del de esta oración “cristocéntrica”, es decir, centrada en Cristo, pero que también en ellos se resalta la presencia de su santísima madre, quien dijo sí a la voluntad de Dios abriendo la puerta a la redención.
Ana Leticia Zambrano