Cada 7 de octubre la Iglesia Universal celebra a la Santísima Virgen en la advocación de Nuestra Señora del Rosario, para recordar los milagros y promesas ofrecidas por nuestra madre a Santo Domingo de Guzmán, a quien se apareció en 1208, para responder a sus súplicas por la conversión de los albigenses.
La historia narra que Santo Domingo se internó en el bosque a orar durante tres días, al cabo de los cuales la Virgen se le apareció diciéndole “¿Sabes tú mi querido Domingo, de qué arma se ha servido la Santísima Trinidad para reformar el mundo? Pues sabes que la pieza principal de la batalla ha sido la salutación angélica, que es el fundamento del Nuevo Testamento. Por tanto, si quieres ganar para Dios esos corazones endurecidos, reza mi salterio”.
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“Sólo si la gente considera la vida, muerte y gloria de mi Hijo, unidas a la recitación del Avemaría, los enemigos podrán ser destruidos. Es el medio más poderoso para destruir la herejía, los vicios, motivar a la virtud, implorar la misericordia divina y alcanzar protección. Los fieles obtendrán muchas ganancias y encontrarán en mí a alguien siempre dispuesta y lista para ayudarles” dijo María a Domingo.
Posteriormente, el 5 de octubre de 1571, el ejército cristiano del sur de Europa obtuvo la victoria sobre el Imperio Otomano islámico en la batalla de Lepanto, luego de que el Papa Pío V convocara una intensa jornada de rezo del rosario, que fue denominada la “Santa Liga”.
La significación de la meditación del santo rosario ha sido ratificada en las apariciones de María en las advocaciones de Nuestra Señora de Lourdes y Nuestra Señora de Fátima, ocasiones en las cuales ha invitado a perseverar en él para alcanzar la conversión de los pecadores y la paz del mundo.
Misterios
Los misterios del Santo Rosario invitan a meditar sobre la vida de Jesucristo, es por ello que se dice que se trata de una oración “cristocéntrica”, es decir, centrada en Cristo, pero también en ellos se resalta la presencia de su santísima madre.
En los misterios gozosos o de la alegría, se recuerda la encarnación de Jesús luego de que María respondiera afirmativamente al anuncio del ángel Gabriel, se recuerda la visita que, presurosa, realizó la madre del Señor a su prima Isabel, el nacimiento del Salvador en Belén, su presentación en el templo y el episodio de la adolescencia de Jesús cuando sus padres le perdieron de vista y le hallaron al tercer día en el templo, conversando con los doctores de la ley.
Los misterios luminosos, que fueron incorporados por San Juan Pablo II, rememoran momentos importantes de la vida del Señor a partir de su bautismo en el río Jordán, el primer milagro en las bodas de Cana por intercesión de María, el anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión, la transfiguración en el monte Tabor y la institución de la Eucaristía en la última cena.
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Los misterios dolorosos recuerdan la pasión y muerte de Nuestro Señor, desde la oración en el huerto de los Olivos, la flagelación, la coronación de espinas, el camino al calvario y la muerte en la cruz.
Finalmente, los misterios gloriosos recuerdan la alegría de la pascua, el triunfo sobre la muerte y el milagro que sustenta la fe cristiana, como es la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y su ascensión al cielo, también la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y finalmente la asunción de María en cuerpo y alma al cielo y su coronación como Reina Universal de todo lo creado.
A lo largo de la historia, los Pontífices han manifestado su devoción al rezo del santo rosario, explicando ampliamente el sustento de esta devoción en la fe cristiana. La meditación de los misterios del rosario es la forma más sublime y sencilla de identificarse con el Señor, confiando en el amparo de María que nos invita a caminar con ella a la Patria Celestial.
Ana Leticia Zambrano