En esta oportunidad desde Fe Creída, Fe Vivida quiero escribir sobre nuestra Alma Mater, desde mi experiencia humana y académica como discípulo misionero formado en el seminario Diocesano Santo Tomás de Aquino de Iglesia Local de San Cristóbal.
El 28 de octubre de 1965 el papa Pablo VI, junto con los padres conciliares, aprueban durante el Concilio Vaticano II el Decreto sobre la formación sacerdotal en el punto III, con el título “organización de los seminarios”, donde el artículo 4 dice, “Los seminarios son necesarios para la formación sacerdotal. En ellos, toda la educación de los alumnos debe atender a la formación de verdaderos pastores de almas, a ejemplo de nuestro Señor Jesucristo […] Todos los aspectos de esta formación, el espiritual, el intelectual, el disciplinar, deben estar conjuntamente dirigidos a dicha finalidad pastoral, a cuya consecuencia han de entregarse con acción diligente y concorde todos los superiores y profesores, obedeciendo con fidelidad la autoridad del obispo”.
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El Código de derecho canónico, por medio de las normas elaboradas por los padres conciliares, sitúa en las coordenadas del espacio y del tiempo a los seminarios, los cuales quedan asimilados a un colegio, forma institucional de una “comunidad educativa”.
El Proyecto Educativo del Seminario Santo Tomás de Aquino indica en su contenido que los jóvenes que desean llegar al sacerdocio, encuentran el medio adecuado para el cuidado y seguimiento de la propia vocación, para el equilibrado desarrollo de su personalidad humana, para la conveniente formación espiritual y doctrinal y para la necesaria instrucción pastoral.
Algo, necesario de recordar es que un seminario es una comunidad humana, porque tanto los formadores como los seminaristas comparten un proyecto de vida en común y participan, cada uno según su función y responsabilidad, en el mismo proceso formativo.
Pero esta comunidad humana no se explica desde la independencia del núcleo social cristiano general, sino, por el contrario, en la medida que responde a una estrecha relación y visión de futuro a las necesidades de nuestra gente. En nuestro seminario vemos estos vínculos de muchas maneras.
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El seminario Santo Tomás de Aquino se plantea, en efecto, no como una forma institucional independiente, sino al servicio de la comunidad tachirense, que lo mantiene, tanto física, espiritual y moralmente; así, pues, se entiende que el seminario vive en comunicación con el obispo responsable, donde la institución se encuentra inserta en la vida de la Iglesia local de San Cristóbal participando, dentro de sus posibilidades, de aquellos servicios que el seminario puede ofrecer a la comunidad católica del Táchira y Venezuela a través del servicio pastoral en tiempos fuertes y misiones coordinadas con diferentes diócesis.
Vemos, por lo tanto, que no se puede desligar lo que supone la idea de seminario, incluso a un nivel general y abstracto, de la idea inicial de Comunidad, la cual tiene unas necesidades específicas y determinantes que lo hacen ser un regalo de Dios para este pueblo del Táchira.
Por tanto, el seminario es un lugar físico, es decir, con unas coordenadas de tiempo y espacio, donde se preparan, forman y educan los aspirantes al sacerdocio; estableciendo esta premisa como la finalidad, primera y última, de toda la institución. Y, para ello, establecen unas coordenadas, un estilo propio, marcadas por las dimensiones de lo espiritual, lo intelectual, humano y pastoral.
El seminario se estructura como una comunidad, donde conviven los seminaristas y sus formadores, bajo unas normas, medios y conocimientos establecidos de antemano, formalizados por el obispo en el Proyecto Educativo adecuado desde las normas y leyes generales de la Iglesia.
El seminario no se entiende independientemente de la comunidad cristiana, la diócesis, que espera un resultado positivo por su parte. Es la comunidad concreta diocesana la que sustenta y mantiene el seminario, haciendo propio el derecho exclusivo de la Iglesia, por medio de la vida social propia, producido por las necesidades propias de la Diócesis, para, al fin, formar a sus propios sacerdotes y atender al pueblo de Dios encomendado. Seguimos orando y apoyando a nuestro amado seminario para que siga forjando hombres de bien para el Pueblo de Dios.
Pbro. Jhonny Zambrano