Alessandro Di Bussolo – Ciudad del Vaticano
«Señor Jesús, mira a estos chicos, bendícelos y protégelos, son las víctimas de nuestra soberbia de adultos». Niños y jóvenes «que viven bajo las bombas, que ven esta terrible guerra», están en el corazón del Papa Francisco, que concluye el encuentro en la Basílica de San Pedro con dos mil estudiantes del instituto profesional «La Zolla», en Milán, con una intensa oración por ellos.
Tienen un futuro por delante, ellos huyen de las bombas
Antes de la oración, el Papa había pedido a los estudiantes milaneses que dirigieran su pensamiento «a los muchos niños, niñas, chicos y chicas que están en guerra y que están sufriendo». Ustedes tienen un futuro por delante, la seguridad de crecer en una sociedad de paz, «y en cambio estos pequeños tienen que huir de las bombas, con el frío que hace allí». Hoy están sufriendo, a tres mil kilómetros de aquí. Aquí están sus palabras y su oración final.
Y ahora les pido que piensen, que tengan un pensamiento. Miremos todos a nuestro corazón y pensemos en los muchos niños, niñas, chicos y chicas que están en guerra, que hoy están sufriendo en Ucrania, ellos son como nosotros, como ustedes. Seis, siete, diez, catorce años y ustedes tienen un futuro por delante, la seguridad social de crecer en una sociedad en paz. En cambio, estos pequeños, incluso pequeñísimos, tienen que huir de las bombas, están sufriendo, muchos, con ese frío que hace allí… Pensemos. Que cada uno de nosotros piense en estos niños, niña y en estos chicos y chicas, que están sufriendo hoy, a 3000 km de aquí. Recemos al Señor. Yo haré la oración y ustedes con su corazón con su mente recen conmigo. Señor Jesús, te pido por los niños y las niñas, los chicos y chicas que están viviendo bajo las bombas, que ven esta terrible guerra, que no tienen nada que comer, que tienen que huir, dejándolo todo en casa… Señor Jesús, mira a estos niños, a estos niños, protégelos, son las víctimas de la soberbia de nosotros, los adultos. Señor Jesús, bendice a estos niños y protégelos. Juntos rezamos a la Virgen para que los proteja. Y así, en silencio, de pie, recibimos la bendición del Señor.