La fe es «acoger a Dios-Amor, acoger este Dios-Amor que se entrega en Cristo», «dejarnos encontrar por Él y confiar en Él». «Esta es la vida cristiana». Fueron las palabras del Papa Francisco en el segundo domingo de junio, fiesta de la Santísima Trinidad, asomado desde la ventana del Palacio Apostólico por segunda vez desde que terminó el confinamiento debido a la pandemia de coronavirus. Su reflexión se centra en el relato del Evangelio de Juan, en el que Jesús en un breve diálogo con Nicodemo, se presenta como Aquél que lleva a cabo el plan de salvación del Padre para el mundo. Y el Francisco afirma:
«Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único» (v. 16). Estas palabras indican que la acción de las tres Personas divinas – Padre, Hijo y Espíritu Santo – es todo un plan de amor que salva a la humanidad y al mundo, es un diseño de salvación para nosotros.
La Trinidad es amor al servicio del mundo
El Obispo de Roma recuerda que Dios ha creado el mundo bueno, bello, pero después del pecado el mundo está “marcado por la maldad y la corrupción” y, sin embargo, lo ama “a pesar de sus pecados”; ama “a cada uno de nosotros incluso cuando cometemos errores y nos distanciamos de Él”:
Dios Padre ama tanto al mundo que, para salvarlo, da lo más precioso que tiene: su único Hijo, que da su vida por la humanidad, resucita, vuelve al Padre y, junto con Él, envía el Espíritu Santo. La Trinidad es por lo tanto Amor, amor completamente al servicio del mundo, al que quiere salvar y reconstruir.
La medida sin medida del amor de Dios
En la fiesta de la Santísima Trinidad, el Pontífice exhorta a dejarnos fascinar por la “belleza” y la “bondad” de Dios:
Queridos hermanos y hermanas, la fiesta de hoy nos invita a dejarnos fascinar una vez más por la belleza de Dios; belleza, bondad e inagotable verdad. Pero también belleza, bondad y verdad humilde, cercana, que se hizo carne para entrar en nuestra vida, en nuestra historia, en mi historia, en la historia de cada uno de nosotros, para que cada hombre y mujer pueda encontrarla y obtener la vida eterna.
Que María nos ayude a acoger con el corazón abierto el amor de Dios
Finalmente, el Santo Padre eleva su oración a la Madre de Dios, para que Ella, “morada de la Trinidad”, “nos ayude a acoger con un corazón abierto el amor de Dios, que nos llena de alegría y da sentido a nuestro camino en este mundo, orientándolo siempre hacia la meta que es el Cielo”.
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