Desde el año 2017, el Papa Francisco instruyó que el trigésimo tercer domingo del tiempo litúrgico ordinario, se celebre la Jornada Mundial de los Pobres, con el objetivo de “estimular a los creyentes para que reaccionen ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro”.
También se señala el propósito de este día para llamar a la humanidad, sin distingos de confesión religiosa, a realizar muestras de solidaridad “como signo concreto de fraternidad”. De hecho, el lema de la primera jornada fue “No amemos de palabra, sino con obras”, denotando la invitación a imitar la acción de Cristo, quien no solo proclamó la Buena Nueva, sino que pasó ayudando a todos, hasta darse por completo en la cruz.
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Es así como cada año el Pontífice recuerda que la palabra de Dios y la tradición de la Iglesia repiten incesantemente el llamado y dan ejemplo sobre el valor y la factibilidad de la caridad. El mundo se sostiene a partir de la convivencia y el apoyo mutuo aún a pesar de tantas vicisitudes y esto se puede corroborar en el testimonio de los santos.
En el mensaje de la primera jornada, Francisco apuntó que la caridad no debe reducirse a una acción aislada o cíclica. A la luz de la fe, la invitación es a vivir la solidaridad y la fraternidad de forma cotidiana.
“No pensemos sólo en los pobres como los destinatarios de una buena obra de voluntariado para hacer una vez a la semana, y menos aún de gestos improvisados de buena voluntad para tranquilizar la conciencia. Estas experiencias, aunque son válidas y útiles para sensibilizarnos acerca de las necesidades de muchos hermanos y de las injusticias que a menudo las provocan, deberían introducirnos a un verdadero encuentro con los pobres y dar lugar a un compartir que se convierta en un estilo de vida” expresó el Papa.
2023
El lema de este año para la Jornada es “No apartes tu rostro del Pobre”, inspirado en el libro de Tobías (Antiguo Testamento). El Papa Francisco presenta la historia de Tobit, quien siempre actuó con compasión hacia sus semejantes y perseveró en la caridad a pesar de las duras pruebas y de los sufrimientos a causa de su práctica de bondad. Y extendió como testamento espiritual a su hijo Tobías el pedido de no ignorar nunca a ningún pobre.
A partir de este testimonio, el Papa señala que el contexto histórico de nuestros días no favorece la atención a los más pobres, pues los necesitados quedan silenciados en medio de una llamada al mero bienestar. “La realidad virtual se apodera de la vida real y los dos mundos se confunden cada vez más fácilmente. Los pobres se vuelven imágenes que pueden conmover por algunos instantes, pero cuando se encuentran en carne y hueso por la calle, entonces intervienen el fastidio y la marginación. La prisa, cotidiana compañera de la vida, impide detenerse, socorrer y hacerse cargo de los demás”.
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Por ello, reiteró la obligación política y legislativa para que las instituciones públicas cumplan con el deber de garantizar a los pueblos las condiciones esenciales para el desarrollo. También llamó a observar “el desorden ético que marca el mundo del trabajo” donde el trato, la remuneración y las exigencias distan de favorecer el bien común y se orientan solo a los intereses particulares.
Ante tantas nuevas formas de pobreza, que surgen en las naciones afectadas por las guerras y en la angustia y la soledad de los ignorados y marginados, el Pontífice clama hacer vivo el mensaje del evangelio: “En esta casa que es el mundo, todos tienen derecho a ser iluminados por la caridad, nadie puede ser privado de ella”.
Ana Leticia Zambrano