En el marco del tiempo litúrgico de Adviento, el Papa Francisco invitó a la feligresía a preparar el corazón para albergar a Jesús, a tan solo semanas de dar inicio a la Navidad, época de unión, regocijo, y esperanza.
Enfatizó el tema de la vigilancia, una virtud que, según el Papa, “no debe entenderse como un temor ante un castigo inminente, sino como una actitud llena de anhelo y espera”. El Evangelio del día (cf. Mc 13,33-37), presenta tres veces la exhortación de Jesús: “Estén vigilantes”.
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El Santo Padre empleó un ejemplo para ilustrar la vigilancia, hablando de un amo que regresará y de sus siervos que lo esperan con afecto y cooperación. La vigilancia de los siervos, según Francisco, “no se basa en el temor, sino en el anhelo, en la espera de ir al encuentro del amo que viene”. Esta preparación implica la creación de una “casa acogedora y ordenada” para el regreso del ser querido.
El Papa subrayó la importancia de prepararse para acoger a Jesús no sólo en la Navidad, sino en todo momento, ya “sea al final de los tiempos, cuando regrese en gloria; ya sea cada día, cuando venga a nuestro encuentro en la Eucaristía, en su Palabra, en nuestros hermanos y hermanas, especialmente en los más necesitados”.
Comparó la actitud de vigilancia con la del centinela que permanece despierto, esperando la luz que llegará. “El Señor es nuestra luz y es bueno preparar el corazón para acogerlo con la oración y para hospedarlo con la caridad, los dos preparativos que, por así decirlo, lo hacen sentirse cómodo”, agregó.
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El Papa también compartió la historia de San Martín de Tours, quien, después de dar la mitad de su manto a un pobre, soñó con Jesús vistiendo esa parte del manto. Propuso este acto como un hermoso programa para el Adviento: “encontrar a Jesús que viene en cada hermano y hermana que nos necesita, y compartir con ellos lo que podamos: escucha, tiempo, ayuda concreta”.
Finalmente, el Santo Padre invitó a los fieles a preguntarse cómo pueden preparar un corazón acogedor para el Señor.
“Podemos hacerlo acercándonos a su Perdón, a su Palabra, a su Mesa, encontrando espacio para la oración, acogiéndolo en los necesitados. Cultivemos su espera sin distraernos con tantas cosas inútiles y sin quejarnos todo el tiempo, sino manteniendo el corazón vigilante, es decir, ansioso de Él, despierto y preparado, impaciente por encontrarlo”, concluyó.