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Pbro. Sánchez: Bajo el ejemplo del padre y pastor “virtuoso, humanitario y humilde”

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 Monseñor Luis Gilberto Santander, quien fue párroco de Cordero y uno de los mejores conocedores de la historia eclesiástica del Táchira, dice de monseñor Marco Tulio Ramírez Roa lo siguiente: “Monseñor Marco Tulio Ramírez Roa, es uno de los hombres más virtuosos, mas humanitarios, y más humildes que haya nacido bajo el cielo del Táchira” (Historia Eclesiástica del Táchira,  tomo I, p. 140). Y quiero iniciar mi ministerio como párroco de esta bella comunidad parroquial de Cordero, encomendándome a la intercesión de este padre y pastor “virtuoso, humanitario y humilde”.

               Aunque en el Táchira y en Cordero guardamos el grato recuerdo de monseñor Marco Tulio Ramírez Roa ya que es uno de los hijos más eminentes de Cordero y del Táchira, quisiera compartir con ustedes algunas breves pinceladas de la vida de monseñor Marco Tulio.

    Nació aquí en Cordero en 1923; realizó sus estudios de primaria en la escuela de Cordero que funcionaba en la casa parroquial; ingresó al Seminario menor de San Cristóbal donde realizó sus estudios de segundaria; en el Seminario interdiocesano de Caracas realizó los estudios de filosofía; fue enviado por sus superiores a Santiago de Chile, y en la Universidad Católica y Pontificia de Chile, realizó los estudios de teología. Fue ordenado sacerdote, el 25 de mayo, día después de la Fiesta de María Auxiliadora, del año 1947. Fue párroco de mi pueblo Queniquea, siendo ésta su primera parroquia a la que amó y sirvió. Además, fue capellán militar, Rector de nuestro Seminario Diocesano Santo Tomás de Aquino y Vicario General de la Diócesis. En 1970 el Papa san Pablo VI lo nombró Obispo de Cabimas en el Zulia…; y en 1984 san Juan Pablo II lo nombró Obispo de San Cristóbal, convirtiéndose así en el cuarto Obispo de nuestra amada Iglesia Diocesana.

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  Durante los 14 años de episcopado en tierras del Táchira, Monseñor Marco Tulio se caracterizó por ser un pastor bueno, alegre, humilde y servicial; amigo de todos, especialmente de los pobres. Son los mismos pobres que en San Cristóbal van a colocarle  a una de sus barriadas más populares el nombre de Monseñor Marco Tulio. 

  Un 26 de febrero de 1998, el Señor lo llamó a su presencia. Murió de una manera sencilla como había vivido, no soportó una larga enfermedad ni sufrió prolongada y penosa situación de desequilibrio. Su corazón se le reveló. (Cf. Contreras, La Nación 8/4/1998). Diría Monseñor Méndez Moncada en la oración fúnebre: “Monseñor Marco Tulio murió como los árboles, murió de pie”.

   En el día de sus exequias los poderosos e influyentes de la sociedad estaban presentes: senadores, diputados, magistrados, el alto mando militar, todos ellos encabezados por el Presidente de la República del momento el Doctor Rafael Caldera. Pero los que siempre estuvieron presente a lo largo de los días de la velación del cuerpo, fueron los pobres. No faltaron en ningún momento los mendigos y los pordioseros a los cual cuales atendía personalmente en su residencia episcopal los días lunes socorriéndolos con su presencia, con su palabra, con su bendición y con su limosna. Los ricos y poderosos lo honraron; y los pobres lo lloraron, y también fueron los pobres, en cumplimiento de las promesas de Cristo en el Evangelio, los que lo recibieron en el cielo.

No bastan estas breves pinceladas históricas para presentar los 75 años de vida y los 50 años de sacerdocio de uno de los hombres más virtuosos que haya nacido bajo el cielo del Táchira.

2.-Sabiduría y santidad.

  Si Monseñor Santander dice de monseñor Marco Tulio fue “uno de los hombres más virtuosos, humanistas y humildes que haya nacido bajo el cielo del Táchira», yo diría que Monseñor Marco Tulio brilló por dos características: por su santidad y por su sabiduría.

  Lo conocí y lo traté desde muy niño. Unos meses después que monseñor Marco Tulio tomara posesión de nuestra Diócesis en febrero de 1985, este servidor que les está hablando, que para el momento tenía 12 años de edad, estaba ingresando al Seminario Diocesano Santo Tomás de Aquino para cursar el primer año de bachillerato.

Toda mi vida de seminarista, tanto los cinco años del Seminario menor (1985-1990) como los siete años y medio del Seminario mayor (1990-1998), monseñor Marco Tulio siempre fue mi obispo, mi padre y pastor. Tuve la gracia de haber recibido de sus manos la ordenación diaconal. Y faltando pocos días para que me ordenara de Presbítero en mi pueblo de Queniquea, el Señor lo llamó a su presencia.

Su ejemplo y coherencia de vida, más que el poder, lo convirtió en el primero de los formadores dentro del equipo de formadores del Seminario. A los 270 seminaristas del seminario menor, y a los 140 del seminario mayor, nos llamaba por nuestros nombres, sabia de dónde éramos. Y cuando no lo recordaba decía; “ven para acá, hijo mío. Cómo te llamas…”, y así iniciaba un paternal diálogo lleno de sencillez y profundidad. 

  La paternidad brillaba en sus ojos, en sus labios, en sus gestos, en sus acciones. En él veíamos al padre y pastor; y él nos miraba y nos trataba como a sus hijos. Se preocupaba por nuestra salud física.., por nuestra formación intelectual.. y por nuestro crecimiento espiritual. Su amor por el Seminario, no fue retórico, fue sincero y efectivo.

Recuerdo que a las distintas fiestas patronales, monseñor Marco Tulio se hacía acompañar de los seminaristas de esa parroquia. Por el camino, se hablada de las encíclicas de los papas que él leía con atención y retención; se hablaba de cualquier tema o argumento de teología; se rezaba el santo Rosario y entre misterio y misterio nos preguntaba por nuestras familias, por nuestros estudios, por nuestra salud. Conocíamos los esquemas de muchas de su charlas y conferencias, que con frecuencia las recordaba y las repasaba con nosotros.

¡¡Qué santo y qué sabio hombre, sacerdote y obispo dio Cordero a la Iglesia y a la sociedad entera.!!! Si la SANTIDAD de monseñor Marco Tulio se reflejaba en sus gestos virtuosos, humanitarios y humildes…; su SABIDURIA se reflejaba en sus palabras y en sus pensamientos y frases célebres.

   En este día de mi toma de posesión como párroco de María Auxiliadora de Cordero, quisiera recordar tres expresiones de monseñor Marco Tulio con el deseo que me acompañen a mí en cuanto párroco, y también a ustedes en cuanto que ya son mis queridos parroquianos.

Veamos cuales son estas tres expresiones.

2.1.- La primera es: “Estos son los hijos que Dios me dio”

               En varias y reiteradas oportunidades tuve la fortuna de ir con monseñor Marco Tulio  y otros seminaristas desde el Seminario de Palmira a las fiestas patronales de Queniquea. Varias veces escuché de sus labios la historia de cuando a él lo nombraron párroco de Queniquea. Para la fecha, 1952, el padre Marco Tulio era un joven sacerdote de 29 años de edad y 5 años de sacerdocio. Y nos contaba que cuando partió a tomar posesión de la parroquia de Queniquea, al atravesar el páramo y comenzar a bajar las montañas, llegó al sector llamado Los Arenales y Colinas de Queniquea. Allí lo estaban esperando. Desde ese lugar se ve majestuosa toda Queniquea. Se bajó del carro, y viendo desde lo alto su parroquia, trazó una bendición sobre el pueblo, y dijo: “estos son los hijos que Dios me dio”.

                  No tengo mejor expresión que esta, la del muy queridísimo monseñor Marco Tulio, para referirme a ustedes, queridos parroquianos de Cordero, y parafraseando a monseñor Marco Tulio quiero decirles: “ustedes son los hijos que Dios me está dando”. Pido la intercesión del alma bendita de monseñor Marco Tulio para amar y servir a Cordero como el amó y sirvió a mi pueblo de Queniquea.

  El sacerdote sin duda alguna ejerce la paternidad en medio de sus parroquianos. El Papa a nivel universal, el Obispo a nivel diocesano, y el párroco a nivel parroquial donde sencillamente es llamado padre. Ante la crisis de la paternidad biológica, también se ha visto empañada esta paternidad espiritual del sacerdote. Y aunque la paternidad espiritual del sacerdote está clara tanto en la Sagrada Escritura, como en los padres de la Iglesia y tambien en el magisterio eclesial (Cf. Jacques Phileppe, La paternidad espiritual del sacerdotes, Rialp, 2021), sin embargo, no faltan voces agoreras incluso al interno de la misma Iglesia que cuestionan y desprecian dicha paternidad viéndola como algo del pasado, y pretenden sustituirla por una relativa “fraternidad universal”. Tanto el padre biológico como el padre espiritual estamos llamados a ser en el mundo imagen de la paternidad divina.

Ustedes son los hijos que Dios me está dando para amarlos y servirlos. Vean en mi al padre espiritual que los quiere amar y servir. Me acompaña la doctrina de Cristo Buen Pastor, la intercesión de María Auxiliadora y el ejemplo que recibí, -y sobre todo su intercesión ante mi humana fragilidad-, de un sacerdote hijo de Cordero que con corazón de padre supo amar y servir al pueblo de Dios.

2.2.- Avancemos a la segunda píldora de sabiduría sacerdotal que brotaban con frecuencia de la boca y del corazón de monseñor Marco Tulio:  “El mundo está cansado de sacerdotes neuróticos y malgeniados, y necesita sacerdotes alegres, humildes y serviciales”.

                En efecto, en reiteradas oportunidades y con frecuencia pedagógica,  Monseñor Marco Tulio manifestaba: “El mundo está cansado de sacerdotes neuróticos y malgeniados, y necesita sacerdotes alegres, humildes y serviciales”. Y lo más bello, éstas palabras estaban acompañada con sus gestos: una personalidad acoplada y ajustada, de buen carácter, con una inmensa capacidad de empatía que sabía colocarse en el lugar del otro escuchando, comprendiendo y remediando…

Esta expresión de monseñor Ramírez Roa muy bien podría reflejar un plan de vida tanto para un párroco como para una comunidad parroquial. Y a la luz de este pensamiento de Monseñor Marco Tulio quisiera presentarles a ustedes, a los hijos que Dios me está dando, las bases mínimas para ese plan de sana convivencia parroquial en las virtudes: del buen carácter, de la alegría, de la humildad y del servicio.

Antes que en Iglesia universal se acuñaran las directrices para la instauración de “La cultura del buen trato”, aquí en el Táchira tuvimos un maestro de aquilatada virtud que modelaba con exquisita ternura en el buen trato, además de proponer los debidos remedio para la neurosis y el mal carácter de algunos.

Que en nuestra vida parroquial nos recordemos mutuamente, ustedes a mi y yo a ustedes, que “el mundo está cansado de sacerdotes (y católicos) neuróticos y malgeniados; y necesita sacerdotes (y católicos) alegres, humildes y serviciales”.

                2.3.- Y avancemos a la tercera expresión: “Dios no se deja ganar en generosidad”

  Muchas veces escuchamos de los labios de monseñor Marco Tulio este proverbio. Es una frase que sintetiza la lección que  san Pablo da a los cristianos de Corinto sobre la generosidad (Cf. 2Cor 9, 8-11).  Es también una profesión de fe en Dios: Dios no es indiferente a la generosidad del hombre, Él responderá siendo más generosos con aquellos que sean generosos con los demás.

La generosidad de monseñor Marco Tulio no se limitaba a dar cosas materiales: era generoso en dar tiempo, en escuchar, en visitar y confesar a los enfermos en los hospitales y a los encarcelados…; en acercarse a los pordioseros e indigentes para encontrarlos, bendecirlos y socorrerlos.

    Leyendo recientemente la Exhortación Apostólica “Dilexi te” del Papa León XIX sobre el amor hacia los pobres (cf. Dilexi te, 4 octubre 2025), en la medida que hacía dicha lectura, en más de una vez resonó en mi mente el testimonio de monseñor Marco Tulio: la caridad hecha hombre, hecha sacerdote, hecha obispo.

Monseñor Marco Tulio con frecuencia decía: “Dios no se deja ganar en generosidad” y el papa León escribe “El Altísimo no se deja vencer en generosidad” (cf. Dilexi te, n. 45).

Me acordé también de monseñor Marco Tulio cuando el Papa habla que el pobre no es una categoría teológico ni un género literario para la retórica de algunas teologías… En efecto, dice el Papa, los pobres “no son una categoría sociológica” para especula (cf. Dilexis te, n. 110). Monseñor Marco Tulio veía en los pobres sujetos para encontrar, socorrer y amar, y no objetos o géneros literarios para elucubraciones teológicas.

También me acordé de Monseñor Marco Tulio cuando el Papa dedica 5 numerales de su Exhortación a restaurar tanto el concepto como la práctica de la limosna (cf Dilexi te, nn-115-119). Me acordé de los mendigos, indigentes, pordioseros, de los sumergidos en miserias existenciales como la droga y el alcohol, haciendo cola en la residencia episcopal. Recuerdo por allá en el año 1997 cuando estaba  preparando un artículo periodístico con motivo de los 75 años de la Diócesis y fui a investigar en el Archivo Diocesano. Había al frente de la residencia episcopal una cola de pobres, de mendigos, de indigentes…, y el obispo atendiendo personalmente uno a uno. A muchos incluso, los llamaba por sus nombres, los escuchaba, los bendecia y les daba su respectiva limosna.

La memoria y sobre todo la intercesión y la ayuda de monseñor Marco Tulio nos ayudará a ver, a encontrar y a socorrer a los pobres en cualquiera de sus miserias, y a visibilizarlos para la parroquia y para la sociedad. Y no sólo a aquellos que sufren la pobreza material, sino también aquellas otras pobrezas, incluso peores, como las existenciales.

                Hay muchos más testimonios de vida y muchas más expresiones de sabiduría de Monseñor Marco Tulio que podrían ser insertadas en la cotidianidad de nuestra vida parroquial. Por ahora, iniciemos por estar tres:

                -la paternidad y la filiación: “Ustedes son los hijos que Dios me dio”

                -la cultura del buen trato: “el mundo está cansado de sacerdotes (y católicos) neuróticos y malgeniados y necesita sacerdotes (y católicos) alegres, humildes y serviciales”;            

y -la caridad en todas sus dimensiones: “Dios no se deja ganar en generosidad”.

3.-Gratitud y petición

                De mi papa José Graciano Cruz Sánchez y de mi mamá María de los Ángeles de Sánchez, aprendí que cuando uno entraba por primera vez a un templo, la oración que se hacía debe tener dos partes: primero de agradecimiento, y segundo de  petición. Ingresar por primera vez a un templo era un momento de especial gracia para agradecer por los dones de Dios, y para poner en sus manos divinas nuestros deseos y nuestros proyectos.

                A este bello templo de Cordero he entrado varias veces. Hace sólo unos días atrás entré con el padre Alexis donde me mostró las distintas dependencias del templo y su funcionamiento. Sin embargo, en este día me encuentro dentro del templo por primera vez como párroco, y quisiera, pues, aprovechar estas primicias para agradecerle al Señor y para pedirle.

                Te agradezco, Señor, por el regalo de la vida llamándome a la existencia.

                Te agradezco, Señor, por mis padres que hoy me aman desde el cielo, por mis seis  hermanos y por mi bella  familia Sánchez Sánchez y por las familias vinculadas a la nuestra.

  Te agradezco, Señor, por la fe católica que orienta mi vida en la convivencia con los demás…, en la búsqueda de la verdad…, y en el peregrinar hacia la eternidad.

                Te agradezco, Señor, por el sacerdocio, y porque me has acompañado misericordiosisimamente a lo largo de mis 27 años de vida sacerdotal.

                Te agradezco, Señor, porque en los últimos 12 años, de esos 27 de sacerdocio, me has permitido servirte en la bella comunidad parroquial de El Carmen de La Concordia;

                Te agradezco, Señor, por esta bella comunidad parroquial de María Auxiliadora  que generosamente, en la persona del Obispo, me estás dando como heredad.

   Y te agradezco, Señor, por la vida y el ministerio que el padre Alexis Guerrero generosamente  dedicó a esta mi parroquia.

                A ahora, quiero pedirte y colocar en tus manos algunos deseos: 

                -Te pido, Señor, por esta bella feligresía de María Auxiliadora que me estás encomendando, para que perseveren conmigo en la fe, en la esperanza y en la caridad.

 -Te pido, Señor, que llames al sacerdocio a muchos niños y jóvenes de Cordero, y que te sirvan a Ti, a la Iglesia y a la sociedad como te sirvieron Acacio Chacón, Marco Tulio Ramirez Roa, Nelson Arellano Roa y muchos otros hijos de Cordero que fueron sacerdotes.

                -Te pido, Señor, por los hermanos sacerdotes Edgar Raúl y Juan José con los que ejerceré tu sacerdocio en esta comunidad parroquial, para que en Ti seamos uno según el pensar y el sentir de la Iglesia.

  -Te pido, Señor, por todos los servidores públicos, emprendedores y trabajadores de Cordero, en su inmensa mayoría católicos, pido para ellos la gracia de que hagan el bien a todos y lo hagan bien, y juntos promovamos la virtud, la fraternidad y el progreso de Cordero y sus comunidades.

-Te pido, Señor, la gracia de seguirme viendo amparado de tu  misericordia  y de tu gracia para poder seguir perseverando en el camino de mi propia conversión.

   -Y una petición más, Señor. Retomo la figura de aquel pastor virtuoso, humilde y servicial de monseñor Marco Tulio. Y en este ambiente de santidad en cual estamos inmersos a causa de la canonización de san José Gregorio Hernández y de Santa Carmen Rendiles, te pido, Señor, que podamos contemplar lo más pronto posible que se inicie en nuestra Diócesis la causa de beatificación y canonización de Monseñor Marco Tulio Ramírez Roa.

4.-“Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad” (Sal 15)

Queridos hermanos, querido hijos, y ahora, dirijamos nuestros ojos y nuestros corazones a María, la emperatriz de esta casa, de este templo.

Las palabras dirigidas por Cristo en la cruz a María, hoy las veo dirigidas por Cristo a María en favor mío: “mujer, he ahí a tu hijo”; y las palabras dirigidas por Cristo a Juan, hoy las veo como palabras dirigidas a mí: “he ahí a tu madre”. Y esto  no es sólo un sentimiento, sino una certeza que he ido experimentando y viendo con mayor claridad a lo largo de mi vida.

                En efecto, en mi vida personal, sin haberlo buscado, se ha formado como regalo un bello ciclo mariano. Nací en una parroquia mariana, Queniquea, dedicada a la Virgen del Rosario. Serví cuatro años en Nuestra Señora de la Consolación de Táriba. Últimamente por espacio de doce años serví en Nuestra Señora del Carmen de La Concordia. Y ahora vengo a María Auxiliadora de Cordero. Este ciclo mariano en mi vida, lo veo y lo saboreo como un bello regalo de la Divina Providencia para conmigo, y quisiera decir con el salmista: “me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad”.

Por eso, a Ti, María Auxiliadora, quiero decirte gracias por haberme acompañado a entender este tu regalo.. , y te pido de corazón me perdones si en algún momento ignoré de tu presencia y de tu asistencia en este nuevo paso que con mi Obispo estoy dando en mi vida sacerdotal.

María, Madre de los sacerdotes, auxíliame en el ministerio que hoy tu Hijo Jesucristo, en la persona del Obispo, me ha encomendado.

  Amén.

Pbro. Edgar Gregorio Sánchez.

Párroco de María Auxiliadora de Cordero

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