Alberto Bollstaedt (San Alberto Magno) nació en 1206 en Lauingen (Suabia, Alemania) hijo de una familia condal vasalla del emperador Federico II Hohenstaufen, reconocido por sus dotes que lo erigen como patrón de las ciencias naturales, químicas y exactas y Doctor Universal de la Iglesia Católica.
Desde muy joven, a los 16 años, se instruyó en la Universidad de Padua en las artes liberales, además de ordenarse como fraile de la orden de predicadores. Su vocación para seguir preparándose lo conminó a viajar a la Universidad de París donde se formó como doctor en Teología.
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“Encontró en 1222, al Beato Jordán de Sajonia, segundo maestro general de la orden de Santo Domingo, quién lo dirigió en la vida religiosa y escribió desde Padua a la Beata Diana de Andelo, que estaba en Bolonia, anunciándole que había admitido en la orden a diez postulantes, «y dos de ellos son hijos de condes alemanes». Uno era Alberto”.
El padre del Santo no vio con buenos ojos la participación activa de su hijo y actuó para sacarlo, a la fuerza, de la orden, sin embargo, al conocer la vocación de San Alberto, sus superiores lo enviaron, de manera clandestina, a otro convento, una situación que calmó las intenciones de removerlo de la vida religiosa.
“París era entonces el centro intelectual de Europa occidental, Alberto pasó ahí algunos años como maestro subordinado, hasta que obtuvo el grado de profesor. La concurrencia de estudiantes a sus famosas clases fue tan grande que debió enseñar en la plaza pública (…) elegido superior provincial de Alemania, abandonó la cátedra de París y estuvo constantemente presente en las comunidades que gobernaba, recorriendo a pie la región, mendigando por el camino el alimento y el hospedaje para la noche”.
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En el marco de su prolífica vida escribió 38 volúmenes, de diversos temas como teología, filosofía, geografía, química, astronomía, entre otros, una cantidad de conocimiento que lo catalogó como una enciclopedia viviente.
“Fue nombrado superior provincial de su comunidad de Dominicos. Y el Sumo Pontífice lo nombró Arzobispo de Ratisbona, pero a los dos años renunció a ese cargo para dedicarse a dar clases y escribir, que eran sus oficios preferidos”.
Fue el 15 de noviembre de 1280, cuando conversaba con unos religiosos de su comunidad, murió plácidamente a la edad de 74 años. En su historia dejó como premisa haber sido más sabio que todos los sabios de su tiempo, una enseñanza cuyo único fin siempre fue llevar el alma hacia Dios que es amor.
“No fue beatificado sino hasta 1622, y aunque se le veneraba ya mucho, especialmente en Alemania, la canonización se hizo esperar todavía. En 1872 y en 1927, los obispos alemanes pidieron a la Santa Sede su canonización, pero al parecer, fracasaron. Finalmente, el 16 de diciembre de 1931, Pío XI, en una carta decretal, proclamó a Alberto Magno Doctor de la Iglesia lo que equivalía a la canonización e imponía a toda la Iglesia de occidente la obligación de celebrar su fiesta”.
Carlos A. Ramírez B.