San Ignacio de Antioquía nació entre los años 30 al 35 después de Cristo, en Siria, Imperio romano, reconocido como discípulo directo de San Pablo y San Juan, es el segundo sucesor de Pedro en la estructura de la Iglesia de Antioquía.
Las acciones de San Ignacio se evidencian en la afirmación bajo la premisa de la convicción y espiritualidad donde señala que la doctrina y constitución de la iglesia católica proviene directamente de Jesucristo a través de sus apóstoles. Sumado a ello expresaba que esta estructura incluía la jerarquía de San Pedro, los Obispos, con lo cual se debía obedecer.
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“Esta doctrina incluye: La eucaristía; La jerarquía y la obediencia a los obispos; La presidencia de la iglesia de Roma; La virginidad de María y el don de la virginidad; El privilegio que es morir mártir de Cristo”.
Fue obispo de Antioquía en el periodo de 70 hasta el 107, fecha en la cual se mantuvo firme en defensa de la iglesia y sus preceptos, una actitud que generó, ante su ferviente pasión, que fuera condenado a muerte por el emperador Trajano, al negarse a la adoración de imágenes paganas.
“En su largo viaje al martirio, en las ciudades donde se detenía mientras era trasladado a Roma, reforzaba a las Iglesias con predicaciones y exhortaciones (…) escribió siete cartas a las Iglesias en las que trata sabia y eruditamente de Cristo, de la constitución de la Iglesia y de la vida cristiana”.
El santo no pretendía dar datos en sus escritos de temas rutinarios que ya conocían sus cercanos, sino que pretendía dejar un legado inmerso en consejo y reflexión.
“Las informaciones fragmentarias que sobre sí mismo fue dejando en sus cartas se han convertido, con el paso de los siglos y la ausencia de otras fuentes, en apuntes de inapreciable valor. Sus escritos no tienen, por tanto, un carácter biográfico, sino circunstancial, y hablan del encuentro de un obispo cristiano condenado a muerte y una comunidad de cristianos que, atraída por su fama, salió a su paso a recibirle y hacer más llevadero su camino”.
«Ahora comienzo a ser un discípulo…Dejen que el fuego y la cruz, bandadas de bestias, huesos rotos, desmembramiento… vengan sobre mí, así siempre y cuando llegue a Jesucristo».
Ignacio murió probablemente en el año 108 en el coliseo romano.
Oración a San Ignacio de Antioquía
Dios todopoderoso y eterno, tú has querido que el testimonio de tus mártires glorificara a toda la Iglesia, cuerpo de Cristo; concédenos que, así como el martirio que ahora conmemoramos fue para san Ignacio de Antioquía causa de gloria eterna, nos merezca también a nosotros tu protección constante.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
Carlos A. Ramírez B.