El 31 de julio la Iglesia Universal conmemora a San Ignacio de Loyola, caballero español nacido en el año 1491, quien luego de un excepcional proceso de conversión donó su vida a la difusión del evangelio, promoviendo el conocimiento de Dios y el encuentro con el Creador a través de la oración y las obras.
Dos aspectos distinguen el legado de este santo: los Ejercicios Espirituales, una experiencia personal de acercamiento y entrega a Dios y la Compañía de Jesús, orden religiosa cuyos integrantes son conocidos universalmente como Jesuitas, quienes llevan adelante “una misión de justicia y reconciliación, que trabaja para que las mujeres y los hombres puedan reconciliarse con Dios, consigo mismos, con los demás, y con la creación de Dios”, tal como lo refieren en su portal institucional.
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Con ocasión de la memoria litúrgica de San Ignacio de Loyola, el Padre Francisco Aranguren, sacerdote integrante de la comunidad de Jesuitas de la frontera (Táchira – Apure), conversó con Diario Católico sobre el camino de conversión de San Ignacio y sobre las obras que lleva adelante la Compañía en esta zona de frontera.
El Santo
El Padre Aranguren narra que San Ignacio conoció a Dios en medio de una circunstancia muy dura de su vida: fue herido en un combate y debió permanecer hospitalizado largo tiempo. Para calmar su ansiedad y tristeza se dedicó a leer y entre los textos que le proporcionaron, dos marcaron la diferencia: uno sobre la vida de Cristo y otro sobre la vida de los santos.
Estas lecturas le hicieron cuestionarse sobre su vida y le motivaron a seguir al Señor. Se dice que en algún momento tuvo una visión de San Pedro, que lo invitaba a dedicar su vida al proyecto de la salvación.
Al recuperar la salud, decidió peregrinar a Cataluña, al santuario de Nuestra Señora de Monserrat. En ese trayecto inició su proceso de conversión. Una de las primeras cosas que hizo fue entregar su vestimenta a un mendigo. Cuando llegó al santuario de Monserrat, oró larga e intensamente y durante varios días se confesó con un monje benedictino.
Pensó en viajar a Tierra Santa y mientras llegaba el momento de zarpar, debió permanecer en la ciudad de Manresa. Ayudaba en un hospital, pedía limosna para comer y dormía en una cueva. Las experiencias, reflexiones y aprendizajes de esta etapa formarían parte de los Ejercicios Espirituales.
Cuando logró llegar a Jerusalén, no le permitieron quedarse. Regresó a Alcalá, donde comenzó a estudiar latín. La experiencia de los ejercicios espirituales lo llevó a manifestar su devoción de tal manera que se le consideró un peligro, en un momento histórico en el cual la Iglesia debió lidiar entre otras situaciones, con la discrepancia planteada por Lutero. No obstante, al ser absuelto de un juicio, le encomendaron realizar estudios de teología.
La Compañía
Mientras estudiaba en Francia, Ignacio conoció a Pedro Fabro, a Francisco Javier y otros compañeros con quienes fundó la Compañía de Jesús, cuya constitución fue aprobada por el papa Paulo III en 1540 y ratificada en una bula del papa Julio III en 1550. Además de los votos normativos de la vida religiosa de obediencia, pobreza y castidad, los jesuitas profesan su obediencia al Papa.
Entre 1773 y 1814, la Compañía estuvo suprimida por el Pontificado, pero luego de su restauración ha llegado a ser una de las órdenes más numerosas de la Iglesia Católica.
La espiritualidad de los jesuitas se basa en el testimonio de vida de San Ignacio, en los ejercicios espirituales, en encontrar a Dios en todas las cosas y en el discernimiento. Su accionar ha hecho énfasis en la formación y la educación.
Venezuela
Habiendo desarrollado una importante labor evangelizadora, organizativa y educativa durante la época de la conquista, los Jesuitas llegaron nuevamente a Venezuela en 1916 como formadores del Seminario Diocesano de Caracas, fundaron el colegio San Ignacio de Loyola de la entidad capital y comenzaron a trabajar en algunas parroquias.
En 1953 se creó la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y en 1962, por la gestión del tercer obispo de la Diócesis de San Cristóbal Monseñor Alejandro Fernández Feo, se crea la extensión en el estado Táchira, posteriormente Universidad Católica del Táchira. Entonces se estableció la residencia de los Jesuitas en San Cristóbal.
RAIF
El Padre Aranguren explica que, actualmente los Jesuitas están estructurados por regiones en lo que han denominado Redes Apostólicas Ignacianas a través de las cuales llevan adelante las obras de la Compañía, procurando la integración y enlace para optimizar su labor. Las regiones son: Guayana, Oriente, Caracas, Lara, Zulia, Los Andes y Frontera, ésta última integrada por Apure y Táchira, con la denominación RAIF (Red Apostólica Ignaciana de la Frontera).
El supervisor de la comunidad de Jesuitas de la Frontera es el padre Eduardo Soto, quien también es director de investigación y postgrado de la UCAT. El padre Francisco Aranguren es coordinador de la RAIF y director del Decanato del Medio Universitario de la UCAT, esta dependencia atiende los aspectos relacionados con el trabajo de extensión, actividad deportiva, voluntariado, liderazgo y pastoral.
“Es el contacto directo con los estudiantes que hacen cosas voluntarias en la Universidad, abre a una dimensión nueva para los ellos y te permite hacerles un acompañamiento. El Padre Arturo Sosa (ex rector de la UCAT y actual Provincial General de la Compañía de Jesús) ha señalado que esto es lo que distingue a la institución como universidad católica”, señala el padre Aranguren.
En cuanto a las obras activas en la frontera, mencionó el Servicio Jesuita de Refugiados, el Movimiento Juvenil Huellas, las escuelas de Fe y Alegría, el voluntariado de Universitarios en Frontera, la parroquia eclesiástica San Camilo de Lelis (El Nula), la casa de retiros Esclavas de Cristo Rey en Pericos, Mediación Táchira (formación de mediadores de conflictos), Programa de Liderazgo Ignaciano Universitario.
En la siguiente entrega, se informará sobre la conformación, actividades y alcances de la Red Apostólica Ignaciana de la Frontera.
Ana Leticia Zambrano