
San Félix de Nicosia nació en el seno de una una familia siciliana desestructurada, muy pobre y analfabeta. Durante 10 años intentó ingresar en el convento, pero fue rechazado porque no sabía leer ni escribir. Al final fue admitido en Nicosia (Sicilia), donde era el encargado de pedir limosna. Todos los días recorría las calles llamando a las puertas de los ricos para pedirles compartir sus riquezas. En general Llevó una vida muy austera, sufriendo grandes ayunos y mortificaciones.
Lee también: Evangelio del día 31 de mayo de 2022
San Félix de Nicosia nos enseñó «el valor de la perseverancia en el ejercicio de la virtud».
La cercanía de un convento de padres capuchinos le permitió visitar con frecuencia a la comunidad y conocer a los religiosos. Se sintió cada vez más atraído por su vida: alegría, austeridad, pobreza, penitencia, oración, caridad y espíritu misionero.
El 10 de octubre de 1743, en el convento de Mistretta, comenzó su noviciado, tomando el nombre de Félix. Fue para él un año de ejercicio de las virtudes particularmente intenso. Destacó por su obediencia, por su sencillez, por su amor a la mortificación y por su paciencia.
Le puede interesar: Presentado libro «El Hombre Nuevo» de Mons. Mario Moronta
