El Papa Francisco en la reflexión durante la oración del Ángelus retoma dos elementos presentes en la lectura de Lucas 12: 49-53. El primero: » He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! (v. 49) y el segundo: «¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. «(Lc 12,51).
El Papa explica que, para comprender mejor el llamado, Jesús usa la imagen del fuego que él mismo vino a traer a la tierra: «He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lucas 12:49). Y continúa: “Estas palabras tienen el propósito de ayudar a los discípulos a abandonar toda actitud de pereza, apatía, indiferencia y cerrarse a recibir el fuego del amor de Dios; ese amor que, como nos recuerda San Pablo, «ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo» (Rom 5: 5).
El deseo más ardiente de Jesús
Francisco nos anima a ver lo que Jesús revela a sus amigos: “Su deseo más ardiente: traer a la tierra el fuego del amor del Padre, que ilumina la vida y a través del cual el hombre se salva. Él nos llama a difundir este fuego en el mundo, gracias al cual seremos reconocidos como sus verdaderos discípulos”.
El fuego del amor, encendido por Cristo en el mundo a través del Espíritu Santo, es ilimitado, universal, afirma el Papa, por eso: “El testimonio del evangelio quema toda forma de particularismo y mantiene la caridad abierta a todos, con una sola preferencia: la de los más pobres y los excluidos”. Y añade: “La adhesión al fuego de amor que Jesús trajo a la tierra envuelve toda nuestra existencia y requiere la adoración de Dios y también la voluntad de servir a nuestro prójimo. Adoración a Dios y voluntad de servir al prójimo”.
Adoración a Dios y servicio al prójimo
Él servicio al prójimo es el resultado de la adhesión al fuego del amor que Jesús trajo a la tierra. En este momento, el Papa expresa: “Pienso con admiración en tantas comunidades y grupos de jóvenes que, incluso durante el verano, se dedican a este servicio en favor de los enfermos, los pobres y las personas con discapacidad”. Y añade: “Así, el Evangelio se manifiesta verdaderamente como el fuego que salva, que cambia el mundo a partir del cambio del corazón de cada uno”.
En la segunda afirmación, el Papa afirma: “Él vino a «separar con fuego» lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto”.
No se puede ser cristiano y atentar contra el prójimo
Luego explica: “En este sentido, llegó a «dividir», a poner en «crisis», pero de manera saludable, la vida de sus discípulos, rompiendo las ilusiones fáciles de aquellos que creen que pueden combinar la vida cristiana y compromisos de todo tipo, prácticas y actitudes religiosas contra el prójimo”.
El Papa puso el ejemplo: “¡cuántos, cuántos cristianos autodenominados van al adivino o la adivina para que les lean la mano! Y esto es superstición, no de Dios. Se trata de no vivir hipócritamente, sino de estar dispuesto a pagar el precio por elecciones consistentes con el Evangelio”.
Para el Papa Francisco, el hecho de llamarnos cristianos tiene unas implicaciones concretas: “Es bueno llamarnos cristianos, pero sobre todo debemos ser cristianos en situaciones concretas, dando testimonio del Evangelio, que es esencialmente amor por Dios y por nuestros hermanos”. Finalizó su alocución pidiendo que María nos ayude a propagar el fuego que trajo Jesús “con nuestra vida, a través de decisiones decisivas y valientes”. (Vatican News)