En la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, el cardenal comenzó su homilía refiriéndose a los dos patronos de Roma que, aunque “diferentes en su formación y temperamento personal”, supieron desarrollar “una nueva y profunda forma de ser hermanos, posible gracias a su identidad común en Cristo”
“Recordamos su incansable servicio a la paz, sus apasionadas exhortaciones, sus iniciativas diplomáticas para intentar hasta el final evitar las guerras”