El Tiempo Ordinario consta de treinta y tres o treinta y cuatro semanas en el transcurso del año. Es el tiempo más largo del Calendario Litúrgico, en el que somos llamados a meditar y profundizar en el Misterio Pascual, a hacerlo presencia de Dios en la vida cotidiana. El Tiempo Ordinario del Calendario Litúrgico comienza con el lunes siguiente del domingo después del 6 de enero hasta el martes anterior del Tiempo de Cuaresma; se reanuda el lunes después del domingo de Pentecostés y culmina antes del Primer Domingo de Adviento.
II° Domingo del Tiempo Ordinario
ESCUCHAR ES EL CAMINO
“Él respondió: Habla, que tu siervo te escucha.” (1Sam 3,10)
Iº lectura: 1Sam 3, 3b-10. 19; Salmo: 39; IIº lectura: 1Cor 6,13c-15a.17-20; Evangelio: Jn 1, 35-42
La liturgia de hoy, junto a lo que se está viviendo en la actualidad, es una muestra tangible del escenario de la vida en el cual todos tenemos nuestra participación. La llamada de Dios a Samuel y la invitación de Jesús, la disponibilidad de quien desea cumplir la voluntad de Dios, ofreciendo su vida, cuerpo y alma, todo su ser, como Templo del Espíritu Santo, son signos evidentes que debemos vivir como verdaderos cristianos.
“¿Dónde vives?” (Jn 1, 38)
La pregunta de los discípulos a Jesús es clara y la respuesta lo es igualmente. El Maestro nos invita a ver dónde vive, a participar de su amor, de su misericordia, de lo que realmente es ser parte de su vida. La situación del hombre de hoy se ve afectada por la cantidad de mensajes, que llegan de muchos frentes y que, en algunos casos, no ayudan a crecer. Estamos, casi sin darnos cuenta en ciertos momentos, alejándonos de la invitación de Jesús que nos manifiesta el deseo de vivir junto a Él, con Él y por Él. Muchas almas se pueden acercar al Señor si el Evangelio es vivido, creído y anunciado con convicción. La invitación de hoy, esa llamada que viene de Dios y que a Él nos lleva, es un itinerario de vida y de esperanza que cada uno de nosotros debemos recorrer. No perdamos de vista lo que desde siempre se nos ha enseñado a través de la Palabra de Dios: ir y predicar a todos el Evangelio, el mensaje de la Buena Nueva de la verdad que nos ayuda a renovarnos cada vez más. Esta misión a la que estamos llamados, nos debe llevar a ser valientes y defensores de la Fe, de la Iglesia. Quien es cristiano, quien es católico, debe seguir el ejemplo de Jesucristo, su mensaje, su palabra, su vida misma. Es fundamental saber que pertenecemos a la Iglesia y es por ello que debemos vivir como miembros de ella, siendo testigos del Evangelio y haciendo lo que un fiel discípulo debe: seguir a Jesucristo y llevar su mensaje a todos: ¡Él vive en nuestro corazón!
María nos enseña escuchar
Desde la Anunciación, la disponibilidad de Nuestra Madre del cielo es total hacia Dios y hacia la misión a la cual es llamada. Ella asume con convicción, la vida y los corazones de toda la humanidad, que necesita realmente del amor de Dios para poder vivir en Él y así extender su reino de paz y justicia. Sintámonos partícipes aunque las gracias, las condecoraciones, los premios y otras cosas materiales, no lleguen. El premio lo obtenemos cada día, ya que el amor de Dios se derrama en cada corazón y en cada uno de ellos se extiende a todos los que lo necesitan. Así sea.