El primero de mayo la Iglesia Universal celebra la fiesta en honor a San José Obrero, instituida por el Papa Pío XII en 1955, en atención a los acontecimientos civiles que habían motivado la asignación de esta fecha para recordar los esfuerzos de los trabajadores y ratificar el pedido de justicia y dignidad para ellos.
En su discurso el Pontífice abogó por la intercesión del padre adoptivo de Nuestro Señor “el humilde obrero de Nazaret, además de encarnar delante de Dios y de la Iglesia la dignidad del obrero manual, sea también el próvido guardián de vosotros y de vuestras familias”.
La asociación de San José con la figura del trabajador se fundamenta en los datos que sobre este hombre se leen en los evangelios. Hay muchas otras referencias en los llamados textos apócrifos que refieren versiones sobre su vida. En general, se concluye que fue un hombre justo, quien enseñó al Salvador el oficio de carpintero.
Le puede interesar: Forman a más de 40 jóvenes con capacidades especiales en Táchira
En ocasión de esta celebración litúrgica es oportuno referir algunas reflexiones del Magisterio de la Iglesia, de la Doctrina Social y de algunos santos quienes, como San José, han difundido el sentido cristiano de la labor del hombre.
San Juan Pablo II en su encíclica Laborem exercens (septiembre 1981), refiere, que “El trabajo es uno de estos aspectos, perenne y fundamental, siempre actual y que exige constantemente una renovada atención y un decidido testimonio. Porque surgen siempre nuevos interrogantes y problemas, nacen siempre nuevas esperanzas, pero nacen también temores y amenazas relacionadas con esta dimensión fundamental de la existencia humana, de la que la vida del hombre está hecha cada día, de la que deriva la propia dignidad”.
Al referirse al trabajo como una dimensión fundamental de la existencia humana, San Juan Pablo II explica cómo el oficio o profesión del hombre van mucho más allá del sentido material de suplir las necesidades básicas del individuo y resalta la necesidad de tener presente “la conciencia de que a través del trabajo el hombre participa en la obra de la creación”.
Le puede interesar: El Papa: La vocación, don de la gracia y compromiso misionero para todos
En este sentido, el Docat “¿Qué hacer? Doctrina Social de la Iglesia, responde a la interrogante sobre si existe el deber de trabajar, señalando que desde la perspectiva bíblica, el trabajo es la respuesta adecuada y agradecida del ser humano por haber recibido de Dios el dominio de sobre la tierra. Así, el ser humano participa en la obra de Dios poniendo sus conocimientos y habilidades al servicio de la sociedad.
Para cerrar, al sentido cristiano del trabajo se refiere especialmente San José María Escrivá, cuya obra evangelizadora consistió en hacer de éste, un camino hacia para alcanzar la santidad. Ratificando la dignidad e importancia de toda labor manual e intelectual, dejó claro que el mejor trabajo es el que se hace con amor a Dios: ““En un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo… Dios nos espera cada día”.