Cada 6 de agosto, la Iglesia Universal celebra la fiesta de la Transfiguración del Señor, recordando lo narrado en el evangelio cuando Jesús subió al monte Tabor llevando a Pedro, a Santiago y a Juan. “Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús” (Mateo 17, 2,3).
El portal de noticias Vatican News refiere que esta memoria litúrgica fue instituida en el calendario romano por el Papa Calixto III en 1457, y menciona que el origen de la celebración posiblemente se basa en el aniversario de la dedicación de una basílica construida en el monte Tabor.
Significado
Sobre el significado de este momento en la vida de Nuestro Señor, San Juan Pablo II refirió que es una muestra de cómo se puede experimentar la cercanía de Cristo a través de la oración y de la celebración de los misterios divinos, para luego salir a proclamar la buena noticia.
“A nosotros, peregrinos en la tierra, se nos concede gozar de la compañía del Señor transfigurado, cuando nos sumergimos en las cosas del cielo, mediante la oración y la celebración de los misterios divinos. Pero, como los discípulos, también nosotros debemos descender del Tabor a la existencia diaria, donde los acontecimientos de los hombres interpelan nuestra fe. En el monte hemos visto; en los caminos de la vida se nos pide proclamar incansablemente el Evangelio, que ilumina los pasos de los creyentes”, expresó San Juan Pablo.
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En este mismo sentido, el Papa Benedicto XVI resaltó la enseñanza de este episodio que da fe de la importancia de la oración, del diálogo personal con el Señor para obtener el ánimo y la fortaleza para pasar de la palabra a la acción. Así lo dijo el Papa emérito en el año 2013:
“Meditando este pasaje del Evangelio, podemos obtener una enseñanza muy importante. Ante todo, el primado de la oración, sin la cual todo el compromiso del apostolado y de la caridad se reduce a activismo. (…) Además, la oración no es aislarse del mundo y de sus contradicciones, como habría querido hacer Pedro en el Tabor, sino que la oración reconduce al camino, a la acción”.
Añadía que “la existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que de ahí se derivan, a fin de servir a los hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios”.
El Papa Francisco también ha explicado la enseñanza de este pasaje del evangelio, como un aporte a la misión del cristiano. En la oración del Ángelus el 6 de agosto de 2017, resaltaba la invitación a ser luz en la vida de los hermanos.
«Transformados por la presencia de Cristo y el ardor de su palabra, seremos un signo concreto del amor vivificante de Dios por todos nuestros hermanos, especialmente por los que sufren, por los que se encuentran en la soledad y el abandono, por los enfermos y por la multitud de hombres y mujeres que, en distintas partes del mundo, son humillados por la injusticia, la prepotencia y la violencia».
Ana Leticia Zambrano