La lectura de la propia vida, ayuda a una “reestructuración cognitiva” que permite la entrada de otros colores capaces de compensar la prevalencia destructiva del negro
El Maestro, que enseñaba en el Templo, se dirige a la mujer para preguntarle si había alguien que la condenaba. Ella respondió de acuerdo a lo que había pasado al final del evento. Jesús, mostrando plena misericordia ante ella, le da una lección: “Yo tampoco te condeno”, a la vez que le pone un desafío: “Vete y no vuelvas a pecar”
La gratuidad vivida y ofrecida permite conocer que la vida en relación con otros, es digna de valor. Aun cuando puedan encontrarse defectos e incapacidades, la capacidad de mirar al otro con misericordia, me permite crecer y vivir con la mayor gratuidad
La soberbia muestra su rostro en la Iglesia, llamada a ser mansa y humilde. La soberbia que nos conduce a errar como ovejas, cada uno siguiendo nuestro camino. La soberbia es una noche oscura y la noche, meditaba Benedicto XVI: “es símbolo de la muerte, de la pérdida definitiva, de comunión y de vida”. Precisamente por eso es la esencia del pecado
El maestro nos transmite la realidad de la reconciliación a través de una de sus parábolas. El hijo menor, envalentonado por su juventud, pide la parte de su herencia y se va a correr el mundo. Allí pierde todo y no le queda más que reconsiderar y decidir volver donde su padre
Para comprender adecuadamente Evangelii Nuntiandi, es necesario situarlo en el contexto histórico de la década de 1970. Este periodo estuvo marcado por una serie de transformaciones sociales, como el crecimiento del secularismo, la crisis de las instituciones religiosas y un creciente pluralismo cultural
a soberbia es una noche oscura y la noche, meditaba Benedicto XVI: “es símbolo de la muerte, de la pérdida definitiva, de comunión y de vida”. Precisamente por eso es la esencia del pecado