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sábado, noviembre 23, 2024
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Un voto misionero hecho realidad

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Introducción


      Nuestra Iglesia diocesana celebra con alegría cien años sembrando la fe. Son numerosos los acontecimientos de gracia que han marcado la historia eclesiástica del pueblo tachirense, que ve en sus pastores, en sus laicos y en todas sus obras la huella de una Iglesia viva, fiel al Evangelio que se renueva en espíritu y verdad. Pensar en el Táchira católico es pensar en la herencia del I obispo, el siervo de Dios Mons. Tomás Antonio Sanmiguel quien actuó bajo el «dinamismo del Espíritu” [1]«, es pensar en el legado que cada uno de nosotros recibe al seguir extendiendo la buena nueva del Evangelio,  conforme al mandato misionero: Id y haced discípulos a todos los pueblos       (Mt 11, 28). Hoy con la alegría de la  celebración centenaria vale la pena reflexionar desde las cartas del primer obispo, un acontecimiento que, no es mera casualidad o coincidencia, sino que es un impulso del Espíritu cumplido cien  años después,  por el quinto sucesor de Mons. Sanmiguel,  gracias a las buenas intenciones de la Santa Sede y  la oración del pueblo de Dios, que pide al Señor sacerdotes santos y dispuestos a la misión. Hablemos del sueño misionero de Mons. Sanmiguel cumplido por sus sucesores y sus hijos sacerdotes, cien años después, al hacer realidad la misión entre los indígenas del pueblo Pemón,  en el Vicariato Apostólico de Caroní (1922-2022)

Antecedentes históricos


El Vicariato Apostólico de Caroní es una porción de la Iglesia Católica en Venezuela,  erigida canónicamente el 04 de marzo de 1922 por el sumo Pontífice Pío XI,  mediante la Bula “Quoties Romani Pontifices” junto a cinco circunscripciones eclesiásticas más que ampliaron los horizontes de la Iglesia, entre esas nuestra diócesis de San Cristóbal, mediante la Constitución Apostólica “Ad munus”[2] el 12 de octubre de 1922. Con una extensión de 80.000 km2 la misión entre los pueblos indígenas de la etnia Pemón,  fue encomendada a la orden de Frailes Franciscanos Capuchinos, quienes venidos de España dejaron su vida entre las remotas misiones, sobreponiéndose a las inclemencias de la selva amazónica.

Las misiones españolas en la zona de Guayana datan del siglo XVII. Fue responsabilidad de los religiosos Jesuitas, Franciscanos observantes y Capuchinos, librar luchas con las inhóspitas condiciones de la selva que bordea a los ríos Orinoco y Caroní. Algunos de los aportes más relevantes de estas misiones fueron: “1) la fijación de la territorialidad y la creación de nuestras fronteras, 2) En el campo cultural y científico, la alfabetización, la arquitectura, la escultura, la pintura, la música, la lingüística indígena, la historiografía, la etnografía, la antropología, y las ciencias naturales y 3) La organización del trabajo, la industria y el comercio”[3]

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Es interesante que históricamente ambas Iglesias fueran erigidas en un mismo periodo, el año de 1922, tiempo de restauración para el mundo después del final de la primera guerra mundial (1919), de autoritarismo para Venezuela gobernada por el general Juan Vicente Gómez (1908-1935) pero también tiempos providenciales para la Iglesia venezolana, que se extendía, al erigirse las Diócesis de Coro, Cumaná y Valencia. Fueron tiempos de abundantes gracias para el Táchira, con la erección canónica de la Diócesis y la elección del primer obispo. Mons. Tomás Antonio Sanmiguel. Fue también el venturoso año de 1922, testigo de la firma del convenio entre la Santa Sede y la orden de Frailes Franciscanos Capuchinos con la finalidad de erigir el Vicariato Apostólico de Caroní que abarcaba los territorios de la Gran Sabana, Guayana y Delta Amacuro. Así, fue este año el inicio de una página de la historia eclesiástica venezolana.

Para entender el sueño misionero de Mons. Sanmiguel es necesario contextualizar las décadas de 1920 y 1930 del siglo pasado. El Vicariato Apostólico de Caroní, inicialmente tenía su sede en Upata, población fundada en 1762 por los Capuchinos Catalanes, allí fijó su residencia   el primer Vicario Apostólico , Benvenuto Diego Alonso y Nistal, O.F.M Cap  quien llevó adelante la misión del Caroní desde el 27 de noviembre de 1923, hasta el 24 de marzo de 1938.

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La figura de Mons. Nistal, marcó el inicio de la historia episcopal misionera del Caroní. Sería este mismo obispo el que mantendría correspondencia con Mons. Sanmiguel para ser misionero. En esta primera época se levantaron varios centros misionales de importancia, Aguaraimujo (1925) Santa Elena de Uairén (1931) y Luepa (1933) traslada más tarde en 1942 a Kavanayén.  El territorio inicial del Vicariato atravesaba la Gran Sabana, hasta el Delta. Según datos aproximados para el año de 1924, se calculaban más de 36.000 habitantes de la etnia indígena Pemón distribuidos en los grupos Arekuna, Kamarakoto, Taurepan ) todos emparentados.

Por su parte, en la zona del Delta, en Tucupita habitan aun, los indígenas de la etnia Warao calculados entre más de 20.000 habitantes para 1924. Cabe destacar que las misiones recién fundadas a las cuales se quería sumar Mons. Sanmiguel, estaban marcadas por condiciones climáticas difíciles, selvas espesas, poca o minina comunicación escrita, falta de capacidad lingüística para comunicarse, puesto que aún no se había estudiado las formas verbales e idiomáticas de los indígenas, así como otros factores que denotan la heroicidad de la misión Ad gentes. No obstante, aunque deseamos fijar nuestra reflexión en el periodo histórico preciso, a las fechas contemporáneas de la vida de Mons. Sanmiguel, es oportuno mencionar la fundación de importantes centros misionales como: Santa Teresita en Kavanayén (1942) Nuestra Señora de Coromoto en Kamarata (1954), Santa María Reina en Wonkén (1959).[4]

 3. Un sueño profético

Una de las principales tareas de la Iglesia es encarnar el Evangelio de Jesucristo. Al volver la mirada atrás vemos con gratitud como, respondiendo a los signos de los tiempos, pastores y pueblo de Dios han mostrado el rostro de Jesucristo. Hoy es nuestra tarea descubrir en los acontecimientos de la historia el “dinamismo del Espíritu”

Nuestra diócesis de San Cristóbal,  comparte una curiosidad histórica con las intenciones del primer obispo,  quien deseó ardientemente sumarse a las misiones franciscanas en el Vicariato Apostólico de Caroní.  Este gesto histórico se remonta a la década de 1935 aproximadamente. Situemos los acontecimientos de la época para entender el signo profético de las intenciones del primer obispo. Para 1935, la diócesis de San Cristóbal tenía tan sólo 13 años de haber sido erigida canónicamente, su pastor un joven obispo de 48 años había realizado numerosas empresas apostólicas, marcadas por los desafíos propios de la época,  como la situación económica y política. Cabe destacar el ímpetu de Mons. Sanmiguel en la gobernanza de la diócesis, al lidiar sutilmente con algunos problemas propios del oficio, tal como lo denotan sus cartas, en las cuales se pone de manifiesto su espíritu visionario, por ejemplo en la perseverancia para la creación del Seminario o sus anhelos inconclusos, como la venida de los monjes benedictinos para crear una escuela agrícola en las cercanías a la población de Pregonero.

Sin embargo entre sus cartas,   destacan una serie de correspondencias sostenidas durante un año aproximadamente, desde octubre de 1935 y julio de 1936, cuando Mons. Sanmiguel escribía de puño y letra, bajo la categoría de “asunto completamente personal y privado» al primer obispo del Vicariato Apostólico de Caroní en Upata, Mons. Diego   Nistal, O.F.M Cap, sus deseos de internarse entre la misión con los indígenas. Es sabido por una investigación previa, de sus deseos de sumarse a las misiones desde la vida religiosa,  incluso antes de ser consagrado obispo, al querer ingresar a la comunidad de religiosos Hijos de María Inmaculada en Chavagnes (Francia)

Llegado el año de 1935, Mons. Sanmiguel se encontraba en un dilema espiritual apasionante,  siendo obispo de San Cristóbal quería  ser misionero en el Caroní.  Existe una primera carta en la que Mons. Sanmiguel escribe a Mons. Nistal sobre su intención de renunciar a la diócesis para irse a la misión. La carta fechada del 28 de octubre de 1935 reza así:

Excmo. Señor

Vicario del Caroní- Upata

Excmo. Mons.

Sea cual fuere la solución que se dignare dar a esta consulta, ruegole conservarla en secreto. Si apoyare mi renuncia como obispo de esta diócesis en mi disposición de hacer voto de servir a las misiones, por tiempo determinado, me recibirá V. E en ese Vicariato como sacerdote secular adscrito al mismo?

En caso afirmativo, siendo yo desde hace mucho tiempo terciario franciscano, podría aspirar a que durante el tiempo que pase en la misión se me permita vestir el hábito y demás distintivos exteriores de la orden? Para obtener los méritos del misionero religioso yo emitiría además en manos de V. E los votos de pobreza y obediencia por el mismo tiempo que dure el de pertenecer a la misión.  

V. E adíctisìmo                                                                                                                         

Tomas Antonio, obispo

La  carta enviada por Mons. Sanmiguel a Mons. Nistal, denota un profundo deseo nacido de la inspiración del Espíritu, para darse a los infieles que no habían conocido la fe; es sabido que en las intenciones del obispo, no estaba quedarse en las cuasi parroquias, recién fundadas, sino que su deseo era adentrarse en la selva, consciente de que evangelizar no era una gloria propia, sino una necesidad. ¡Ay de mí si no evangelizara! (cfr. 1era Cor 9,16) Seguidamente, se puede apreciar su pobreza profesada en la decisión de hacerse un súbdito de Mons. Nistal y vestir el hábito franciscano. Así,  dos meses después el Vicario Apostólico, respondió con afecto y sinceridad a la petición del obispo de  San Cristóbal en carta fechada del 10 de diciembre de 1935:

Carísimo en Cristo y Venerado Monseñor.

Comienzo por decirle que no creo que aprueben su resolución, es allí donde está la clave de su solución, pero de mi parte no hay dificultad. Ahora bien, dada su condición y carácter no pude ya nunca ser súbdito de otro que del Sumo Pontífice, ni superior religioso, porque no lo es, si Roma se presta a la solución de estas dificultades, serán realizables sus aspiraciones, de otro modo no, porque entiendo, que su intento es laborar entre infieles indígenas  y no en las cuasi parroquias del Vicariato. Esto dicho permítame hacer a V. E la siguiente recomendación. Doy por supuesto que V. E no ha hecho ni le blanco de una uña para ser investido de su actual dignidad. No ve en ello la clara voluntad de Dios de que viva y muera abrazado con la cruz en que Dios le ha puesto? No teme de otro modo contrariar los designios divinos  respecto de V. E

Estas consideraciones y motivos, que tenía aquí clavado al más indigno prelado de la Iglesia, se las brindo con su permiso a V. E, por si merecen atención. Lo del habito paréceme no implicaría dificultad alguna. Siempre fui admirador de sus virtudes, de hoy más seré afectísimo y muy adicto a V. E, su hermano en Cristo [

Diego Alonso y Nistal, O.F.M Cap

Es de notar como el Vicario Apostólico, alaba la dignidad del obispo Sanmiguel, al reconocer su benevolente intención. Morir abrazado a la cruz que portaba en su pecho era el designio de Dios. Vale la pena destacar la admiración expresada por Mons. Nistal ante los deseos de abajamiento y servicio que sentía Mons. Sanmiguel. De tal modo que se pone de manifiesto una virtud eminente que invistió al fundador de la Diócesis de San Cristóbal, la humildad, experiencia vivida en el hecho de gobernar con sencillez un clero de edad avanzada, siendo el un obispo tan joven, así como en el hecho de querer insistidamente “meterse entre los indios” .

                En este punto las intenciones de Mons. Sanmiguel ya estaban siendo estudiadas por la Santa Sede. En efecto en carta escrita, el cardenal secretario de Estado, Eugenio Pacelli, futuro Pio XII, respondió a Mons. Sanmiguel para transmitirle la comunicación del Santo Padre Pio XI, donde valoraba una “renuncia tan apostólica, que no podía admitir, consolándolo en la negativa, y alentándolo en seguir empleando en favor de la Diócesis que le había sido encomendada, el espíritu misionero del que se sentía poseído”[7] Por su parte, ante la negativa de la Santa Sede, Mons. Sanmiguel escribe nuevamente a Mons. Nistal, para comunicarle con pena la respuesta del Santo Padre. A continuación la carta fechada del 05 de junio de 1936:

05 de junio de 1936

Mons. Nistal

                                                        Upata

Excelencia: tengo que comunicarle, con pena que la Santa Sede me respondió negativamente.

Escribí la renuncia directamente al Santo Padre, la incluí su sobre aparte  en carta al Cardenal Secretario a quien explicaba mis deseos , sus motivos y lo que ya tenía convenido con V.E y le suplicaba me ayudara en la empresa. La contestación fue una larga carta en que me transmite la resolución del Santo Padre: “que permanezca en mi puesto.”

He de tener; pues paciencia, trabajar en la presencia del Señor y aplazar la esperanza de  meterme entre los indios. Entre tanto  doy a V.E cumplidas gracias por su benevolencia y espero confiado que se lograre más tarde lo que ahora se frustra, y no estoy inutilizado por viejo, V. E sería tan amable conmigo como lo ha sido hasta hoy.   Y encomiéndeme en sus oraciones como prometo hacerlo con V. E, su afmo. en Cristo   Tomas Antonio, obispo.

El voto misionero del obispo Sanmiguel, fue un asunto tratado con reservas hasta un año después de su muerte. Una nota recogida en la edición del diario católico del 12 de julio de 1937, relata una breve conversación privada,  entre el Sr obispo y el Fraile Agustino Pbro. J Carceller, en la parroquia confiada para este momento a la orden de frailes recoletos, en la fundación, donde se habla de la rumorada elección de Mons. Sanmiguel como obispo auxiliar de Caracas, la confesión de su intención y sus deseos de servir a las misiones.

Este acontecimiento de gracia, es un evento que puede ser interpretado a la luz del dinamismo del Espíritu, puesto que cien años después un sucesor de Sanmiguel, pudo llevar a cabo la experiencia inconclusa de ir a la misión. Se trata aquí de un acontecimiento histórico que marca la vida de la Iglesia local de San Cristóbal, no como una simple iniciativa pastoral, sino desde la iniciativa de Dios que se encarna en la historia de los hombres para brindarnos la esperanza de la salvación.


4. El Ius commissionis


La Iglesia de San Cristóbal, se ha caracterizado por sus frutos de fe, especialmente el número de vocaciones sacerdotales y religiosas, que desde los hogares tachirenses surgen para anunciar  a los hombres el Reino de Dios. Tomando en cuenta esta cultura vocacional y la riqueza de esta Iglesia local, se le ha asignado el Ius commissionis, es decir el encargo para brindar atención pastoral al Vicariato Apostólico del Caroní.  Así lo anunció el sr. Obispo diocesano, en emocionadas palabras a través del Diario Católico en nota del 18 de mayo de 2020: “ Tenemos el gusto de transmitirles una bella noticia recibida por medio del Sr. Nuncio Apostólico en Venezuela, Mons. Aldo Giordano: el Santo  Padre Francisco ha dado su aprobación a la solicitud que le presentara el Emmo. Sr. Luís Antonio Tagle, Prefecto de la Congregación para los Pueblos y avalada por la Conferencia Episcopal Venezolana, de concederle el «ius commissionis» a la Diócesis de San Cristóbal para la atención pastoral del Vicariato del Caroní.

Hasta ahora este encargo lo han realizado competentemente los R.P Capuchinos, a quienes la Iglesia universal y la que peregrina en Venezuela agradecen su intensa labor, su generosa entrega y testimonio evangelizador en dicho Vicariato. (…)

Este gesto del Santo Padre Francisco, puede interpretarse desde el dinamismo del Espíritu, puesto que un sueño negado en otra época, cien años después se hace realidad. Se trata aquí de un signo profético del Espíritu que sopla donde quiere y cuando quiere, según las circunstancias propias de la época.

5. Crónica menor

Así inició una nueva página en la historia de la Iglesia local de San Cristóbal, al proveer de pastores al Vicariato Apostólico de Caroní, asumiendo los desafíos de continuar la inculturación del Evangelio entre los indígenas del Pueblo Pemón. La labor pastoral inició con la elección del Sr obispo, Gonzalo Alfredo Ontiveros Vivas, miembro del presbiterio diocesano, como Vicario Apostólico, y los sacerdotes José Luis Pereira Ramírez, como canciller, y Javier Parra Chacón, como párroco de la Catedral de Santa Elena de Uairén. A esta misión se sumaron los seminaristas David Duarte y Edgar Pineda. Más tarde, los sacerdotes, Hugo Ochoa, Felipe Sánchez, se unieron para atender los centros misionales distantes, en las parroquias de Kavanayén y Wonkén. Sumando así un nutrido grupo de voluntarios, que han escrito sus nombres como los primeros misioneros del Ius commissionis entregado a la Diócesis de San Cristóbal.

El primer contacto con la realidad del Vicariato ocurrió el día 22 de junio de 2021 cuando  el sr. Obispo electo para el Vicariato Apostólico, en compañía del Pbro. José Luis Pereira, sobrevolaron las tierras de la Gran Sabana, entre los Tepuyes, para luego visitar Canaima. De esta visita, quedaron impresas en sus mentes, las grandes maravillas de la Naturaleza, así como el atractivo propio de la Gran Sabana, no obstante, en expresiones del Sr. obispo y sus colaboradores, durante este contacto pudieron comprobar en directo la grandeza de la fe del pueblo Pemón. Todos acontecimientos ocurrieron, en medio de la pandemia del Covid-19.

Entre tanto, el día 20 de julio se celebró en la Sede del Seminario Diocesano Santo Tomás de Aquino, la consagración episcopal de Mons. Gonzalo Ontiveros como Vicario Apostólico. Al día siguiente volaron desde el aeropuerto de Santo Domingo, cap. Mayor Buenaventura Vivas, los dos sacerdotes y el sr. Obispo para ser recibidos en la catedral de Santa Elena de Uairén, entre jubilo y algazara por los indígenas del pueblo Pemón, quienes con danzas y cantos propios manifestaron la alegría del Evangelio al recibir a su nuevo Pastor. En dicha celebración participó la comunidad de Frailes Menores Capuchinos, así como el anterior Vicario Apostólico, Mons. Felipe Gonzales, quien deseó el mayor de los éxitos al nuevo pastor y sus colaboradores venidos de tierra tachirense.

Han pasado dos años de este gran acontecimiento histórico y de fe, que marca el rumbo de la centenaria diócesis de San Cristóbal, al encaminarla a una dimensión misionera más profunda, desde el dinamismo del espíritu, legado por Mons. Sanmiguel. La breve crónica anterior, quiere servir de motivación para empezar a escribir la historia de fe de estos primeros cien años de evangelización que inician con esperanza, desde una Iglesia que se renueva en espíritu y verdad.


6. Iglesia en misión

Celebrar el año centenario es festejar la fe de un pueblo fervoroso que contempla en su historia la acción transformadora del Evangelio de Jesucristo. Es festejar el trabajo apostólico de numerosos obispos, sacerdotes y religiosos que edificaron la fe en obras espirituales y físicas perdurables hasta hoy.

El centenario es una ocasión para volver la mirada atrás y elevar un canto de gratitud por la semilla de fe que sembraron nuestros predecesores, pero es sobre todo una ocasión para proyectar el futuro y mirar hacia adelante visualizando una Iglesia que se renueva en espíritu y verdad para responder a los signos de los tiempos. El año centenario es un reflejo de la perseverancia y un momento propicio para “hablar de lo que hemos visto y oído” (cfr.Hch 4,20) pues ¿Qué sería el Táchira sin la Iglesia y sus huellas en el desarrollo cívico, histórico, cultural, humanístico y social?

Hoy el centenario, no es solo un signo profético por el Ius commissionis del Vicariato Apostólico del Caroní, sino también es una muestra de la dimensión misionera que se va desarrollando en diferentes lugares, hablemos por ejemplo de la Diócesis de Cúcuta y del Tibù, la Arquidiócesis de Caracas, las diversas diócesis de Venezuela o los encargos recibidos por nuestras sacerdotes al servicio de la Santa Sede.

Gracias sean dadas a la Providencia Divina por fijarse en esta porción del pueblo de Dios y poner su morada en medio de nosotros. Nuestros obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, nuestros jóvenes y todo el pueblo de Dios son una muestra de los frutos de fe que produce una Iglesia viva que camina en Espíritu y Verdad. ¡Gozosos celebramos cien años sembrando la fe!

Sirvan estas líneas como un elogio a la memoria del Siervo de Dios, Mons. Sanmiguel quien obediente a la voz del Espíritu se dejó llevar por las sendas del Evangelio.

Hoy este voto misionero se ha hecho realidad. ¡Centenario es misión!

Leonardo Vivas

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