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Una espiritualidad para la evangelización

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“Recordemos siempre que nuestra vocación, bien sea a la vida sacerdotal o a la vida familiar, viene de Dios. Es Él quien nos llama. Y nosotros debemos estar siempre unidos al Señor, en primer lugar, a través de la oración, pidiendo la fortaleza y la luz para lograr la misión que se nos encomienda”

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La teología pastoral presenta un discurso creyente de la acción pastoral de la Iglesia en la historia y sobre ella se cimenta la espiritualidad de la acción pastoral sobre todo de una nueva actitud espiritual para la nueva evangelización.

Dimensiones

La dimensión espiritual de la acción pastoral es inseparable de la espiritualidad de cada cristiano, una nace de la otra, una es el desarrollo de la vocación bautismal a la santidad y la misión. Estas dos llamadas a la santidad y la misión necesitan ver al pueblo de Dios como santo y evangelizador. La Iglesia por ser peregrina tiene una dinámica misionera y permanente, es ser navegador y peregrinos en el mar de la vida y los caminos del Señor.

La misión es una acción emprendedora y creativa teniendo como base el Evangelio. El fundamento de la evangelización es concebir a la Iglesia como pueblo de Dios. La dimensión espiritual y misionera no son agregados de la evangelización, sino propiedades esenciales de la Iglesia. La Iglesia es por naturaleza misionera y peregrina.

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Ya lo diría san Pablo VI “todo el Pueblo peregrino de Dios es el sujeto comunitario de la evangelización en la historia” (EN 59). Este pueblo abarca multitud de sujetos evangelizadores, tanto en personas como comunidades. Es necesario promover y unir la santidad, la comunión y la misión.

 Criterios

Podemos pensar en cuatro criterios pastorales para la espiritualidad de la evangelización: primero, un estilo evangelizador común a todos. Segundo, todos sujetos y destinatarios de la evangelización. Tercero, el testimonio espontáneo habitual de los bautizados. Cuarto, una pedagogía de la santidad marcada por un ideal atractivo posible por la gracia y adaptada a las edades y situaciones particulares.

Por tanto, es necesario que seamos contemplativos y evangelizadores. “Evangelizar es ante todo, dar testimonio, de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante su Espíritu Santo (EN 26). Hay que orar peregrinando y peregrinar orando, haciendo presente por medio de la vida el Evangelio con nuestros gestos y palabras.

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Actitudes

La estructura del acto evangelizador compromete a agentes y destinatarios, objetivos, contenidos, medios y actitudes, pero esto debe estar impregnado de la gracia divina. Una teología de la evangelización debe reflexionar sobre la acción evangelizadora a partir de los sujetos (agentes) y los hábitos que llevan a actuar.  El primer agente es el Espíritu Santo, él actúa en los otros sujetos evangelizadores abriendo mente y corazón.

Ante esto es necesario desarrollar tres actitudes para el celo evangelizador de los agentes de pastoral: primera, renovar el ardor misionero saliendo de la pereza, apatía y conformidad despertando la creatividad pastoral. Segunda, fortalecer la comunión eclesial actuando como miembros de la Iglesia y no como sectas. Tercera, anunciar la Verdad mediante una auténtica formación que permita filtrar tanta información inadecuada que nos desvincula del Evangelio y la doctrina eclesial.

 Místicos

Aparecida nos dice: “El discípulo misionero, movido por el impulso y el ardor que proviene del Espíritu, aprende a expresarlo en el trabajo, en el diálogo, en el servicio, en la misión cotidiana” (nº 284). Los evangelizadores deben ser místicos que impulsan la acción pastoral de una diócesis, parroquia y experiencia eclesial.

Por ello, la espiritualidad que lleva una acción evangelizadora sólo puede comprenderse desde la acción del Espíritu Santo. Es necesario marcar una espiritualidad de la confianza y no del optimismo, de la fidelidad y no del éxito, de la responsabilidad y no de la culpabilidad, de la esperanza y no de la nostalgia, de la paciencia y no de la prisa, del aprecio de lo pequeño y no la ambición de lo grande, de la sintonía y no de la distancia, de la sanación y no de la condena.

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