Nos convoca hoy la acción de gracias por el primer centenario de Diario Católico, Decano de la Prensa Tachirense y único medio de comunicación impresa de la Iglesia en Venezuela. Recordamos así la feliz decisión del I Obispo de San Cristóbal, a pocos meses de haber tomado posesión de su Diócesis. En ese recuerdo también incluimos a tantos laicos y sacerdotes que movieron las ruedas del carro de este medio de comunicación social, venciendo dificultades y poniendo su mirada en el futuro. A la vez, incluimos los que en los tiempos actuales han laborado y prestan ahora su servicio a fin de continuar con este instrumento de evangelización desde el horizonte de la comunicación social.
Saludamos y agradecemos la presencia de todos Ustedes, en particular del Dr. Paolo Rufinni, Prefecto del Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede. Nuestro saludo a las autoridades civiles y militares que nos acompañan, así como al Presbiterio y laicado de esta querida Diócesis. Saludamos afectuosamente a Mons. Ignazio Ceffalia, Encargado de Negocios ad interim de la Nunciatura Apostólica, representante del Santo Padre y le pedimos haga llegar nuestro saludo y muestra de comunión con él desde estas tierras tachirenses.
El pasado domingo hemos celebrado la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales y el Mensaje del Santo Padre, que estudiaremos en el Congreso que acompaña esta conmemoración, nos permite comprobar cómo la Iglesia siempre está dispuesta a interpretar los signos de los tiempos en beneficio de la humanidad y dentro del marco de su misión evangelizadora. De dicho mensaje tomaremos algunas ideas para iluminar la razón de ser de esta celebración como lo es precisamente el centenario de Diario Católico. Dichas ideas en articulación con la palabra de Dios hoy proclamada nos van a señalar el camino y la actitud con la que debemos continuar nuestra tarea comunicacional de esta Iglesia local y su aporte en el desarrollo integral de nuestra hermosa y querida región tachirense.
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Cuando el I Obispo de San Cristóbal llegó al Táchira, venía con un sentido misionero que lo caracterizó durante todo su ministerio. Preocupado por la difusión del mensaje evangélico se valió de todos los medios posibles de la época para cumplir con el encargo recibido: desde la visita a todos los rincones de la Diócesis hasta el organizar el futuro de la misma con el I Sínodo Diocesano; con la creación del seminario diocesano y la fundación del Diario Católico y la Imprenta diocesana. Todo esto lo hizo por su espíritu de libertad y de comunión con la Iglesia, teniendo la mirada en el futuro para dejar una herencia enriquecedora a ser continuada por sus sucesores.
En este sentido, las palabras de Romano Guardini citadas por el Papa Francisco en su Mensaje con motivo de la Jornada mundial de las Comunicaciones nos describen claramente a Mons. Tomás Antonio Sanmiguel. Podemos afirmar que tenía visión profética: «Nuestro puesto está en el porvenir. Todos han de buscar posiciones allí donde corresponde a cada uno […], podremos realizar este objetivo si cooperamos noblemente en esta empresa; y a la vez, permaneciendo, en el fondo de nuestro corazón incorruptible, sensibles al dolor que produce la destrucción y el proceder inhumano que se contiene en este mundo nuevo». Y concluía: «Es cierto que se trata, de problemas técnicos, científicos y políticos; pero es preciso resolverlos planteándolos desde el punto de vista humano. Es preciso que brote una nueva humanidad de profunda espiritualidad, de una libertad y una vida interior nuevas».
El Obispo Sanmiguel ciertamente entendió que su puesto como pastor estaba en el porvenir, al cual debía prestar atención y preparar con todo lo que estaba a su alcance. Hace cien años no contaba con las ayudas tecnológicas del presente, pero las existentes fueron tomadas en cuenta por él. Su preocupación pastoral también encerraba, como lo refiere Guardini, su preocupación por una nueva humanidad de profunda espiritualidad con una libertad y una novedad en lo referente a la vida interior. Pensó el Diario Católico como un instrumento de evangelización para apoyar su ministerio episcopal en la nueva Diócesis que abarcaba las tierras del Alto Apure.
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No siendo nativo de estas tierras tachirenses, supo encarnarse en medio de los suyos para acompañarlos y conducirlos por las sendas de desarrollo eclesial y pastoral, amén de impulsar los sentimientos de libertad tan golpeados en aquellos tiempos por la dictadura gomecista. Esa encarnación la manifestó de manera continua a través de sus gestos y su personalidad, decidida y sencilla, caritativa y emprendedora. Como bien lo señala el Papa Francisco, fue capaz de realizarlo desde su propio corazón.
Así en él, podemos ver reflejadas las palabras del Mensaje Pontificio ya citado: Sólo dotándonos de una mirada espiritual, sólo recuperando una sabiduría del corazón, podremos leer e interpretar la novedad de nuestro tiempo y redescubrir el camino de una comunicación plenamente humana. El corazón, bíblicamente entendido como la sede de la libertad y de las decisiones más importantes de la vida, es símbolo de integridad, de unidad, a la vez que evoca afectos, deseos, sueños, y es sobre todo el lugar interior del encuentro con Dios. La sabiduría del corazón es, pues, esa virtud que nos permite entrelazar el todo y las partes, las decisiones y sus consecuencias, las capacidades y las fragilidades, el pasado y el futuro, el yo y el nosotros.
Ciertamente Sanmiguel fue capaz de leer e interpretar la novedad de su tiempo emprendiendo una iniciativa que aún hoy, después de cien años, perdura: el Diario Católico. No sólo en este campo, sino en todo el ejercicio de su ministerio, el I Obispo de San Cristóbal manifestó un corazón abierto a todos con la sabiduría que viene de Dios. Lo que afirma el Papa y que hemos citado poco antes se hacen realidad en él: supo entrelazar el todo con las partes, el yo con el nosotros y el pasado con el futuro. Todo esto sin perder en ningún momento su bondad característica de buen pastor.
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El mismo Papa Francisco nos describe en el mensaje ya mencionado lo que determina la sabiduría del corazón: Esta sabiduría del corazón se deja encontrar por quien la busca y se deja ver por quien la ama; se anticipa a quien la desea y va en busca de quien es digno de ella (cf. Sab 6,12-16). Está con los que se dejan aconsejar (cf. Prov 13,10), con los que tienen el corazón dócil y escuchan (cf. 1 Re 3,9). Es un don del Espíritu Santo, que permite ver las cosas con los ojos de Dios, comprender los vínculos, las situaciones, los acontecimientos y descubrir su sentido. Sin esta sabiduría, la existencia se vuelve insípida, porque es precisamente la sabiduría cuya raíz latina sapere se relaciona con el sabor la que da gusto a la vida.
Con esta capacidad de amar y servir con sabiduría Sanmiguel nos dejó la hermosa herencia del Diario Católico. Todos sus sucesores hemos tratado de continuar esa obra eclesial. No es una mera empresa, aunque tenga que regirse por las normas respectivas. Es un fiel instrumento de evangelización. Ahora enfrenta los desafíos de las nuevas tecnologías y también, ¿por qué no? asume todo lo referente a la inteligencia artificial. Sus actuales directivos, en conjunción de esfuerzos con muchos colaboradores, están abriendo espacios para que el Diario Católico siga siendo un medio para la información, la formación permanente de los miembros de la Iglesia y para la evangelización. No negamos que ha habido la tentación de cerrarlo, pero siempre la confianza en Dios nos ha permitido vencer las dificultades.
Como parte de ese recorrido que se debe caminar hacia el porvenir, estaremos inaugurando el Centro de Producción Televisa “Mons. Nelson Arellano”. Él fue una persona que entregó su vida por esta empresa eclesial y consiguió adecuarlo a las exigencias de su momento. Luego de su fallecimiento, Los sacerdotes Laureano Ballesteros, Lucio León y Jean Carlos Yepes han sabido llevar las riendas de este nuestro diario. No podemos dejar de mencionar al Pbro. Johan Pacheco, quien le dio un impulso importante al Diario; hoy trabaja al servicio de la Santa Sede en Radio Vaticano.
¿Qué podemos ofrecer hoy en esta Eucaristía de acción de gracias por los cien años del Diario Católico? Juntos, sinodalmente, somos capaces de presentar toda la historia y realizaciones, los sudores y esfuerzos de siempre, el empeño de quienes hoy hacen posible el trabajo comunicacional de la Iglesia. Conjugamos esos esfuerzos y recuerdos, amén de los proyectos para el futuro a fin de cumplir con la tarea que nos dejara el Señor Jesús el día de la Ascensión: anunciar el evangelio por todos los rincones del Táchira y del mundo. Para ello nos valdremos de muchos medios, secundados por la gracia de Dios; a la vez, tendremos en cuenta los desafíos que hemos de responder.
Al inicio del libro de los Hechos, Lucas le escribe a su discípulo Teófilo, que ha escrito todo lo que ha recibido de parte de Jesús para el conocimiento de quienes vendrán tras de él y los otros apóstoles. Así, entonces, inspirados en esa idea hecha realidad en el evangelio y el libro de los Hechos, nos corresponde continuar poniendo por escrito y a través del testimonio lo que vamos recibiendo del mismo Dios para la salvación de todos los seres humanos.
Una forma de llegar hasta los confines de la tierra está en el desarrollo de los medios de comunicación, con los avances tecnológicos pertinentes y siempre con el corazón abierto para la sabiduría de quien nos guía, el Espíritu Santo. ¡Qué hermoso es poder dar gracias a Dios por una obra eclesial de cien años, con la conciencia de que somos continuadores de la misma! ¡Qué lindo es poder comprobar que damos gracias a Dios, ofreciendo el fruto del trabajo de tantos hombres y mujeres que han laborado y laboran en el Diario! ¡Qué apasionante es re-descubrir nuevamente que podemos ser testigos del Resucitado valiéndonos de este medio para llegar a tantos hermanos!
En la mesa eucarística, el pan de la palabra y el de la eucaristía nos brindan el alimento necesario e imprescindible para nuestro caminar. En la patena de la ofrenda presentamos todos estos cien años del Diario Católico, con sus frutos y proyectos, para que sean fortalecidos por la presencia viva y real del Testigo Fiel y Palabra encarnada, el Salvador Jesucristo. A Él, junto al padre y el Espíritu Santo, todo honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Mons. Mario Moronta