Una de las tradiciones más enraizadas en los días de la Semana Santa es la visita a los siete templos que se realiza al inicio del Triduo Pascual el jueves, luego de la misa que recuerda la última cena de Jesús y la institución de la eucaristía.
El presbítero Joel Escalante, párroco de la iglesia Dios Padre Misericordioso señaló que “se trata de una devoción popular que desde muy antiguo practica nuestro pueblo y conmemora los siete lugares donde estuvo Jesús antes de morir, sitios significativos donde comenzó su aflicción y su pena para llegar a la cruz”.
Explica que el valor de esta tradición “no es tanto visitar la iglesia, sino llegar al monumento donde está Cristo Sacramentado. Es una forma de reconocer que creemos en la presencia real de Jesús en la eucaristía”. Y el saberle vivo, cercano en la hostia consagrada, invita a hablar con él, a reconocerlo como Dios y agradecerle la salvación.
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Por tanto, continuó el presbítero, la visita tiene sentido si la hacemos después de la eucaristía el Jueves Santo, o el Viernes Santo en la mañana, antes de que cierren el monumento que la parroquia ha elaborado con un motivo bíblico para representar a Jesús”.
Hacer el recorrido de los siete templos debe significar para el cristiano un gesto de cercanía con el Señor, donde se toma conciencia de su sacrificio al meditar lo que ocurrió en cada momento de la pasión, como narran los evangelios.
En la primera iglesia se recuerda el camino de Jesús desde el lugar donde celebró la Última Cena con sus discípulos hasta el huerto de Getsemaní: “Después se alejó de ellos y, doblando las rodillas, oraba diciendo “Padre, si quieres aparta de mi esta prueba, que no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lucas 22,41).
En la segunda, se rememora cuando arrestaron a Jesús: “Entonces la tropa, con su jefe y los policías enviados por los judíos, se apoderaron de Jesús le amarraron las manos y lo llevaron primero donde Anás” (Juan 18, 12). Éste lo interrogó y lo abofeteó.
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La visita al tercer templo, significa el recorrido de Jesús hasta la casa de Caifás: “Anás lo envió atado donde Caifás, el Sumo Sacerdote” (Juan, 18, 24). Allí el Señor fue insultado, lo escupieron y lo maltrataron.
En la cuarta iglesia, se recuerda cuando Jesús fue trasladado hacia donde Pilato: “Amanecía. Llevaron a Jesús desde la casa de Caifás al tribunal del gobernador. (…) Pilato les dijo: “Llévenselo y júzguenlo según su ley”. Los judíos contestaron: “No tenemos autorización para aplicar la pena de muerte”. (Juan 18, 28,31).
La quinta visita significa el momento en que Pilato envía a Jesús a donde estaba el rey Herodes: “Mientras tanto, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley estaban presentes y no se cansaban de acusarlo. Herodes con sus guardias lo trató con desprecio. Le puso por burla un manto blanco y lo envió de vuelta a Pilato” (Lucas 23,10-11).
En la sexta iglesia se recuerda cómo, por segunda vez, trasladan a Jesús donde Pilato. Allí es coronado con espinas y condenado a muerte: “Entonces Pilato pronunció la sentencia que ellos reclamaban” (Lucas 23, 24).
En el último templo se medita el recorrido de Cristo hasta el calvario: “él mismo llevaba la cruz a cuestas y salió a un lugar llamado la Calavera. (…) Allí lo crucificaron” (Juan 19, 17,18).
Ana Leticia Zambrano