Con la ceremonia de canonización de los dos primeros santos venezolanos, San José Gregorio Hernández y Santa María Carmen Rendiles se abre un hito en la Iglesia del país la cual conlleva a la conversión espiritual de todos sus discípulos, quienes desde ahora tendrán la responsabilidad de imitar la vida de estos santos como referencia idónea para conseguir la vida eterna.
El presbítero José Lucio León, director del Diario Católico diserta en este artículo en torno a la santidad y la incidencia que recae en los corazones de todos aquellos que creemos y adoramos y servimos al señor Todopoderoso.
“La santidad no es un privilegio para algunos, sino una obligación para todos, para usted y para mí”. Estas palabras de Santa Teresa de Calcuta muestran con claridad, la necesidad que tenemos todos de unirnos verdaderamente a Dios siendo discípulos de Jesús en el anuncio del Reino de Dios. En la actualidad son muchos los caminos que se nos presentan, algunos de ellos con el fin de encontrar vías de escape o de progreso, algunos como vías que nos lleven al mejoramiento personal o grupal, y en ciertas ocasiones todo puede quedar en una simple teoría que, al final no nos deja nada.
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La santidad es algo concreto, algo que se vive, que se cultiva, que se desarrolla en el corazón de hombres y mujeres, deseosos de vivir en unión con Dios y al servicio de los hermanos. “Con el ejemplo de los santos aprendemos el camino más seguro por el que, entre las vicisitudes mundanas, podremos llegar a la perfecta unión con Cristo o santidad, según el estado y condición de cada uno” (Lumen Gentium, 50, b). El Concilio Vaticano II, así como todos los documentos de la Iglesia, nos llevan de la mano con el fin de mostrarnos el camino que debemos seguir.
Ser santo significa asemejarse a Jesús: pensamientos, sentimientos, palabras, acciones. La esencia de la santidad es la caridad: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. Esto modela las virtudes: la humildad, la justicia, la laboriosidad, la castidad, la obediencia, la alegría. Es una meta a la cual son llamados todos los bautizados y que se completa en el cielo, “después de haber combatido la batalla” como nos dice San Pablo para toda la vida con la ayuda de Dios. Optar por Él es seguir y vivir su mensaje de vida y de verdad, una elección ante el sinnúmero de situaciones que se nos presentan en la actualidad.

Es entrar en el corazón del pueblo necesitado, hambriento y sediento de Dios, un pueblo que levanta sus manos al cielo y mirando fijamente al firmamento, pide señales de amor, de misericordia y de paz. En una sociedad donde diversas ideologías, algunas de las cuales buscan un progreso siguiendo pautas erróneas, se ve la figura del cristiano como una opción que es posible optar de manera real y verdadera.
No se puede llegar a la santidad siguiendo ideologías personales sin sentido, caprichos pseudo religiosos o pensamientos absurdos; se llega a la santidad siguiendo a Jesús, su palabra, su testimonio, su vida. Aspirar a ser santos es vivir y experimentar la fidelidad a Jesús recordando las palabras del San Pablo VI: “Todo.

cristiano debe ser un verdadero cristiano, un perfecto cristiano. ¿Y cómo se llama la vida perfecta de un cristiano? Se llama “santidad”. Por ello, todo cristiano debe ser santo”.
Todos estamos llamados a la santidad, esa es la medida de la vida cristiana y de esa medida son testigos el Dr. José Gregorio Hernández y la Madre Carmen Rendiles, venezolanos, testimonio vivo del amor de Dios, discípulos de Cristo Resucitado. Nos sentimos llenos de gozo al recibir este regalo de Dios para nuestro país, para todos los que formamos parte de esta experiencia de fe como símbolo de la unión que nos lleva a llamarnos y sentirnos hermanos, comunicando a todos, el mensaje de amor, paz y justicia, siendo testigos de la verdad que viene de Dios. Venezuela, consagrada al Santísimo Sacramento del Altar, es testigo del amor de Dios y de nuestros santos.
Así sea.
Pbro. José Lucio León
Director de Diario Católico



