“Padre, ¿cuándo se reabrirán definitivamente las iglesias?”, es la pregunta que con frecuencia nos hacen los feligreses a los sacerdotes durante este tiempo de pandemia. Y aunque sin duda alguna es una pregunta bien intencionada, puede verse en ella cierta ironía: ¿acaso antes de la pandemia estaban del todo abiertas?
1.- En efecto, si VEMOS lo que sucedía con la apertura de los templos antes de la pandemia, podemos constatar que la mayoría de nuestros templos -sobre todo en las grandes ciudades- la mayor parte del tiempo estaban cerrados.
Aunque es verdad que en los pueblos el fenómeno de templos cerrados se registra en escala muy menor que en las ciudades, sin embargo debemos estar atentos porque lenta y progresivamente va en aumento: “fuimos a tal pueblo, pero la iglesia estaba cerrada”, hemos llegado a escuchar. Pero es en las grandes ciudades donde este fenómeno es más notorio y sentido. En efecto, en las ciudades -antes de la pandemia- eran muy pocos los templos que permanecían abiertos durante el día, y si llegaban a abrirse era sólo para la misa diaria o para algún funeral, de resto permanecían cerrados. Pero ¿podemos ponerle a este fenómeno algunos números?
En mi ciudad, con más de veinte (20) iglesias parroquiales (además de un buen número de capillas), sólo tres (3) iglesias estaban permanentemente abiertas durante todo el día, y el resto sólo abrían para un eventual servicio religioso. Esto aproximadamente significa que sólo el 15% de los templos abría y el 85% permanecían cerrados. Y en relación del tiempo, si la mayoría de las iglesias abrían por dos (2) horas de las diez (10) horas que puede durar una jornada, significa que abrían sólo por un 20% del tiempo, y el 80% del tiempo restante permanecían cerradas. Y puede acontecer ahora, en este tiempo de pandemia que debemos mantener los templos cerrados, no faltamos los que queremos “abrirlos”; y puede darse el hecho que cuando llegue el tiempo de reabrirlos regresemos entonces a la falsa normalidad de seguirlos manteniendo cerrados: ¡ironías de la vida! Pero ¿qué cosa nos dice la Iglesia sobre este asunto?
2.- Si VALORAMOS este fenómeno a la luz de lo que piensa la Iglesia encontraremos algunas luces para el justo discernimiento. En el bello y significativo “Rito de toma de posesión de un párroco”, lo primero que recibe el nuevo párroco de manos del obispo son las llaves del templo “como signo de autoridad”. Y mientras que el obispo le entrega las llaves de la iglesia, le dice: “cuida de abrirla oportunamente para que los fieles puedan acudir a celebrar los misterios cristianos y a orar en la presencia del Señor…”.
Mucho antes del coronavirus, en el año 2013, el Papa Francisco, el Papa de la nueva evangelización, pidió a todo el mundo católico mantener los templos abiertos. Y lo hizo de modo oficial en la ”Evangelii Gaudium” (24/11/2013) el documento de la Iglesia sobre “el anuncio del evangelio en el mundo actual”. En el capítulo segundo sobre la necesaria transformación de la Iglesia, el Papa dedica todo el apartado quinto (nn. 46-49) a mostrarnos la Iglesia como “una madre de corazón abierto”, y allí expone algunos aspectos de cómo se debe manifestar hoy tanto al mundo como a los cristianos la maternidad de la Iglesia. Y ¿qué cosa dice el Sucesor de Pedro al mundo católico?
El Papa dice: “la Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas… Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido… A veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad” (n. 46). El Papa coloca también en resalto la necesidad de que la Iglesia cultive la apertura (de mentalidades, de estructuras eclesiales, y también de infraestructuras) y nos dice: “La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. Uno de los signos concretos de esa apertura es tener templos con las puertas abiertas en todas partes. De ese modo, si alguien quiere seguir una moción del Espíritu y se acerca buscando a Dios, no se encontrará con la frialdad de unas puertas cerradas.” (n.47). Y más adelante puntualiza: “prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle (y por abrir las puertas de sus templos para recibir), antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades.”
Parece que ante la sordera y la ceguera de los responsables eclesiales de hacer efectivo el llamado del Papa, el mismo Pontífice se vio en la necesidad de hacer, dos años más tarde (10/09/2015), un nuevo llamado, y de modo más enfático: “la Iglesia -dijo el Papa- tiene que ser una casa acogedora, con las puertas abiertas siempre. Las iglesias y parroquias con las puertas cerradas no se tienen que llamar iglesias sino museos.» Y en mayo de 2016, insistió en el objetivo de “mantener abiertas las puertas de las iglesias” como un modo concreto de «anunciar el evangelio en el mundo de hoy.»
3.- Y ahora, ¿en qué dirección podemos ACTUAR? Es fundamental partir de la conciencia eclesial que la Iglesia en el mundo actual ejercita su maternidad con dos brazos: el de la “Iglesia en salida” para buscar y llevar… y el de los “templos abiertos” (además de la apertura de las mentes y de las estructuras eclesiales) para recibir y acoger. La experiencia de la actual pandemia nos ha ayudado a valorar la importancia de este segundo brazo de la Iglesia Madre. Por lo tanto, podríamos actuar en dos momentos:
PRIMERO: en esta etapa de la pandemia. Sabemos que estamos en una situación verdaderamente excepcional de crisis sanitaria, y haber cerrado los templos y suspendido el culto público, también es parte del rol materno de la Iglesia que debe velar por el cuidado del don divino de la vida de sus hijos en todo momento, y más aún cuando dicho don está en peligro. Sin embargo, a casi seis meses de esta medida, no está de más escuchar aquella pregunta de cuándo reabrir las iglesias. Y aunque se puede entender la suspensión del culto público, podríamos asumir el reto de reabrir las iglesias con la aplicación de todas las normas sanitarias de bioseguridad, para que en medio de esta situación pandémica el mundo y sobre todo los hijos de la Iglesia encuentren en nuestros templos los “brazos abiertos de la Madre Iglesia” que los recibe y acoge para que puedan restaurar ante el Señor su vida de fe, esperanza y amor.
SEGUNDO: en la etapa de la postpandemia. Es sobre todo esta segunda etapa la que ha estado y está en la mira de esta reflexión. Si pasada la pandemia reabrimos las iglesias sólo para determinadas acciones sacramentales y continuamos ofreciendo al mundo y a los creyentes la fría “pastoral” de templos cerrados, estaríamos regresando no a la normalidad, sino retomando una situación del todo anormal. Dios quiera que podamos diseñar estrategias y demos respuesta adecuada al deber eclesial de tener 100% “iglesias con puertas siempre abiertas”. Y al parecer, la demanda del Papa no acepta respuestas a medias: “prefiero -dice el Papa- una iglesia accidentada, herida y manchada (por ser “iglesia en salida” y de “templos abiertos”), antes que una iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”.
En conclusión, en la etapa postpandemia tenemos el reto de superar las comodidades y las propias seguridades para no seguir ofreciendo al mundo y a los hijos de la Iglesia “la frialdad de unos templos cerrados”, y no estaría mal si fuéramos entrenándonos desde ya en este asunto. Una iglesia con puertas siempre abiertas en medio del mundo actual es “signo concreto” del Padre que espera a sus hijos y de la Madre que los recibe.
Pbro. Edgar Gregorio Sánchez
San Cristóbal – Venezuela